Xalapa, Ver.- En su cuarto, a escondidas, el adolescente Yahel García dejaba fluir su energía femenina. Con la mirada en el espejo, veía cómo el maquillaje transformaba su rostro y cómo la ropa de mujer se ajustaba a su cuerpo, hasta llegar al acto más significativo: ponerse los tacones. El tiempo ha pasado y con él la preocupación del qué dirán. Hoy, a sus 23 años, construye día a día un personaje: La Tormento, “drag queen” llena de sueños para el futuro.
Cuando Yahel dice quién es, cuáles son sus actividades, sus intereses y sus aspiraciones actuales, las palabras fluyen a borbotones y sonríe constantemente. Sin embargo, le resulta inevitable hablar del presente sin recordar su infancia, transcurrida en la misma ciudad en la que nació, Xalapa.
Ante la ausencia del padre, quien se trasladó a la frontera a trabajar, y un abuelito que aunque en la misma casa, también laboraba mucho tiempo fuera, su entorno estaba sostenido por las acciones de mujeres, a quienes desde entonces les veía con curiosidad sus atuendos; poco a poco las fue descubriendo como fuertes y poderosas, capaces de tener el control y el equilibrio del hogar. Eran ellas las que resolvían cualquier problema que se les presentara.
Especial atención llamaba una de sus abuelitas, comparable con la “Tigresa”, por sus gustos para vestir y su peculiar manera de tratar a todos aquellos que osaban acercársele con intenciones que iban más allá de la amistad. Los rechazaba categóricamente porque antes le había tocado sufrir.
Así nació su respeto por ella, y por ellas en general. También, descubrió que en su interior había mucho de lo cual se le presentaba como digno de admiración.
Afecto a la música y al baile, aún estaba en secundaria cuando entró a un ballet folklórico. Asumía el rol de varón, pero no por eso dejaba de imaginarse feliz, moviendo y ondeando una amplia falda al ritmo que le tocaran. Poco después tuvo un encuentro con la danza contemporánea y luego con la danza aérea, donde entre telas y altos vuelos afianzó su apego a todo lo relacionado con la expresión corporal.
Paralelamente a esta formación, conoció a una de las más importantes exponentes del “body paint” local, Darcy Santos, con quien se inició como modelo y retomó este gusto que ya había desarrollado tiempo atrás, cuando se hizo fan de las caminatas zombis.
Con Darcy aprendió a hacer otros tipos de maquillaje, que incluían el fantasioso. En el aspecto académico, era momento de elegir qué estudiar profesionalmente y no se inclinó por las artes, sino por la biología, carrera que concluyó y está por iniciar la etapa de servicio social y tesis. Sus estudios universitarios le abrieron infinitas posibilidades, así como el rodearse de amigos que le mostraron el “drag queen”.
“Entre los 18 y 19 años, esa fue una revelación. Ahí estaba lo que yo quería para mí. Estaba junto todo lo que me gustaba y la manera en la cual me quería presentar al mundo”, dijo en entrevista Yahel para en seguida compartir el surgimiento de una poderosa entidad femenina a quien dedica tiempo, creatividad, imaginación y dinero, a pesar de a veces sentir cierta incomodidad con su familia.
Tormento
Cuando La Tormento nació fue pensada como una dualidad femenina y masculina, con un toque trasgresor que la llevó a presentarse con barba, elemento descartado posteriormente para quedar dos fases: La Tormento que asiste a sus convivencias en un plan discreto, con sobriedad y poco maquillaje, y la faceta “atormentada”, donde todo adquiere un mayor color y exaltación de atributos.
Mantenerla no es barato. La inversión de un solo vestuario puede rondar los ocho mil y diez mil pesos, incluido el vestido, el calzado, la peluca, el maquillaje y los accesorios, pues si hay algo que disfruta es la pedrería.
“¡Y no de la barata! ¡Me gustan las piedras caras!”, exclama con una carcajada quien entre sus colores predilectos tiene al azul, rosa, morado y rojo, y en telas, las ligeramente brillosas y el terciopelo, quizá porque le recuerda a su madre, a quien veía como diosa cada que usaba una falda con esta tela.
“Un problema que tenemos las ‘drags’ cuando logramos hacernos de un empleo es que nos pagan poco y nos piden que nos veamos súper bien. Aunque claro, todo dependerá de la calidad que tú quieras”, puntualiza Tormento, quien para concretar sus ideas o perfeccionarlas cuenta con el apoyo de diseñadores como Alan Zamochkova.
Drag en Xalapa
Tormento cuenta con un empleo. No obstante, la pandemia la mantiene en receso. Antes de la llegada del virus asistía dos o tres veces al mes a Queens Bar para ofrecer pequeños espectáculos, o a desempeñarse como “hostess”. También es modelo para fotografía. Tiene una vida muy activa. Y no, acepta no vivir con miedo, pero sí andar el camino con precaución. Sabe que aún hay prejuicios y lamenta que prevalezca la homofobia.
“Al momento de hacer algo transgresor sabes que puedes recibir una agresión. No es que lo esté pensando todo el tiempo o que viva con miedo, pero hay una realidad, puede suceder. Trato de estar al pendiente de lo que pasa a mi alrededor. No me ha ocurrido nada fuerte, pero sí he escuchado gritos de ‘puto, vestida o joto’. La verdad, no lo veo como un insulto. Sí lo soy. Soy homosexual”, declara.
También puntualiza que su orientación sexual no fue el punto fuerte para decir ser una “drag”: “Lo que me encanta es el arte que se conjunta y la forma en la cual se puede dar vida a un nuevo ser. La Tormento es una entidad femenina surgida del cosmos. Se enamoró de la cultura de los humanos, la adoptó y la usa como mejor le parece. Se inspira en la naturaleza, en los paisajes veracruzanos”.
Tormento espera pronto reanudar su vida normal. Con el don de la simpatía y habilidades para comunicarse, aspira a participar en concursos que le permitan darse a conocer en otros ámbitos. Desea obtener un trabajo más estable y contribuir a que en Xalapa las “drag” no solo salgan a una hora determinada del día: “Somos una minoría que está arrinconada en los bares y en la noche, cuando se podría estar en cafés o restaurantes, tal y como sucede en otros lugares”, apuntó.
Con esperanza e ilusión, observa el crecimiento de esta cultura en la capital del estado, la cual es bien recibida. A pesar de ello, expone la falta espacios y una constante: en los bares no las contratan porque piensan que no van a atraer público, pero ella cree que público sí hay. Además, asevera hay xalapeñas que han alcanzado el éxito en otros lugares del país.
Igual que a quienes admira, así se vislumbra ella: triunfadora, libre de prejuicios y rodeada de personas en distintas áreas que se unen para, en comunidad, obtener aún más fuerza y brillo.