Todos los días, a las cinco de la mañana, Luis Hervias Martínez se levanta para ir al gimnasio, desayunar y trasladarse al Congreso del Estado de Veracruz, donde se desempeña como fotógrafo. Pese a todo diagnóstico y pronóstico médico, a los 21 años, vivir en condición de síndrome de Down no ha sido impedimento para que tenga independencia familiar y económica.
De visita en las oficinas de Diario de Xalapa, Luis se muestra inquieto pues tiene el tiempo medido, solo está de permiso para promocionar el primer congreso internacional "Nuevas Perspectivas en Síndrome de Down" y todavía le falta guisar “pez y lentejas”.
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Luis, originario de Mérida pero radicado en Xalapa, vive solo y se encarga de hacer sus propias compras, de utilizar el transporte público para trasladarse y de ganar un salario con el que ha comprado algunos muebles. Es un joven independiente.
¿En dónde trabaja Luis Hervias?
A diferencia de otros empleos, Luis tiene que estar pendiente de los horarios que le den los diputados que lo contrataron, pues acude al Congreso de acuerdo con la agenda del día.
“Luis es un ejemplo de que una persona con síndrome de Down sí puede lograr su autonomía”, expresa su mamá, la activista y doctora en Educación Karina Martínez Vera. En las palabras de la defensora de los derechos humanos hay alegría y orgullo, sin embargo, cambia la mirada cuando recuerda que llegar a 2023 no ha sido fácil.
“Para que una persona con síndrome de Down pueda tener avances significativos la familia es fundamental, y debe ser una familia con determinación, porque habrá incluso especialistas que pidan ubicarse, que digan no una y otra vez… habrá maestros que en lugar de alentarte te pidan llevar a tu hijo solo para que socialice, porque no va a aprender”.
Karina Martínez no les creyó. Un especialista le aseguró que su hijo no caminaría y hoy lo hace. Y sí, presenta déficit de dicción pero sabe leer y escribir; puede comunicarse, ir al cine o a un café y pedir lo que se le antoja.
En el camino hay anécdotas de todo tipo, desde haber sido ignorado hasta terminar en un sitio lejano al de su destino, pero fue él mismo quien pidió vivir solo, narra su mamá, quien hoy considera que la sobreprotección es otra de las barreras impuestas por la propia familia.
¿Cómo fue la educación para Luis?
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Los avances significativos, asegura Karina Martínez, se dieron a partir de los 16 años, cuando aceptó que el sistema educativo les quedaba a deber. Fue en el Instituto Mexicano de Investigación y Desarrollo Integral (IMIDI), que ella fundó, donde con talleres personalizados, a los 17 años empezó a escribir y hoy ya tiene un libro en espera de ser publicado. También en este lugar se profesionalizó en fotografía; él pinta desde pequeño.
“Cuando tú te das cuenta que sí se puede, se generan expectativas y empiezas a trabajar porque esas expectativas se cumplan”, expresa la educadora, quien recuerda el nacimiento de su hijo, el 24 de abril de 2001, y la voz de un médico que le dijo que el bebé no sobreviviría, pues tenía un problema de pulmón. No fue detectado el síndrome, solo le dijeron que “estaba rarito”. Narra que tiempo después un genetista dio el diagnóstico y sugirió mucha estimulación.
Reitera que así como Luis, hay que tener conquistas y logros para todas y para todos, en pleno ejercicio de los derechos humanos para las personas con síndrome de Down.
“No hay un solo caso de éxito de personas con síndrome de Down donde no haya presencia de mamás y papás perseverantes, que no se dan por vencidos, que creen en sus hijos. A veces de reversa, a veces contra la corriente, pero sí se puede. No se logra porque sea fácil, se logra por ser perseverante”, sostiene.