La nobleza y pureza del corazón de Francisco Javier dejó huella en cientos de personas que lloraron su partida, la cual nunca debió pasar.
En la funeraria donde fue velado su cuerpo platicamos con su padre, Francisco Javier Tirado Madrid.
De su voz pudimos conocer al joven de 22 años, al luchador social, guerrero, valiente, soñador, amable y con objetivos claros sobre su futuro y el de su familia.
Francisco Javier tenía muchas pasiones, pero la mayor de ellas era ayudar a las personas a mejorar su estado de salud, por ello no cesó en el intento de convertirse en médico.
En dos ocasiones buscó, sin conseguirlo, ingresar a la carrera de Medicina, una en la Universidad Veracruzana y otra en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Sin embargo, no se dio por vencido y decidió acudir a la Benemérita Universidad Autónoma del Estado de Puebla (BUAP), donde logró su cometido. "Él nunca se rindió, siempre luchaba por conseguir lo que quería porque era insistente y tenía metas claras. Lo fui a dejar a la pensión a Puebla y pensé que posiblemente se regresaría a los ochos días, pero no, su amor por la medicina era mayor", expuso su padre.
Desde pequeño fue solidario con los demás, sobre todo con las personas más vulnerables. Por ello, regalaba sus zapatos, chamarras, suéteres y hasta cobijas a las personas que, conforme a su criterio, lo necesitaban.
Una vez su mamá me dijo que Javier ya no tenía cobijas, me sorprendí porque le había comprado como cuatro, pero lo que sucedía es que él se las regalaba a las personas de la calle, decía que también sentía frío, pero estaba bajo techo y quienes recibían las cobijas, no.
La plática se dio a un costado de la sala en donde su cuerpo fue velado, encima de la caja blanca fueron colocadas dos banderas, una de México y otra de Colombia, país que amaba y al cual pretendía regresar en enero de 2021.
La labor que realizó por ocho meses en aquel país, donde estuvo como residente en un hospital, lo llevó a conseguir una propuesta de trabajo, la cual pensaba aprovechar a partir del año próximo. "En diciembre de este año él concluía su internado, se iba a graduar con excelencia, por promedio y se iba a regresar a Colombia, consiguió una propuesta de trabajo, me dijo que la iba a aprovechar y le di mi apoyo", expresó.
En 2019 viajó a Colombia para poner en práctica sus conocimientos de medicina. Allá estuvo ocho meses, tiempo en el que conoció y se hermanó con Ximena y José Antonio, con quienes perdió la vida la semana pasada, ya que ambos estudiantes realizaban con Francisco Javier su internado en el Hospital General de Cholula.
En Colombia vio cómo su sueño de salvar vidas iniciaba, pues en el hospital donde estuvo era médico, tenía sus propios pacientes y comenzó a realizar operaciones, así como a estar al frente de algunos partos.
"Él estaba decepcionado del sistema de salud de México, de ver tantas carencias, de saber que hay gente que puede padecer mucho, por eso quería regresar a Colombia, donde sabía que iba a poder a ayudar al mayor número de personas que pudiera porque allá sí hay medicinas, sí se tienen las condiciones para ayudar como él quería", fueron las palabras de su padre.
PIDE ALTO A LA VIOLENCIA
Como padre de familia don Francisco sabe que la integridad de los hijos es parte de su responsabilidad, pero también señala que los hechos fueron parte de la violencia y la inseguridad que se vive en el país.
Por ello, pide a las autoridades generar mejores condiciones de seguridad para los jóvenes y las personas de todas las edades.
"El que vayan a divertirse, tomarse una cerveza o una copa no significa que sean malos estudiantes o que merezcan morir. Mi hijo, al igual que los otros dos muchachos, era una excelente persona, alguien que tenía un futuro por delante y no merecía perder la vida de esa manera, sabemos que la regla de la vida es nacer, crecer, desarrollarse y morir, pero si alguien pierde la vida de esa manera es injusto", manifestó. Familiares y amigos despidieron a Francisco Javier, la iglesia en donde se realizó la ceremonia estuvo llena. Sus padres ingresaron a la capilla con la mano en el ataúd mientras los presentes lo rodeaban.
En el panteón centenas de flores blancas, palabras de amor y bendiciones sirvieron para dar el último adiós al amigo, al hermano, al hijo.
La consternación fue visible en todos los que acudieron, la mayoría pide justicia, sus amigos que las autoridades actúen y sus padres que ninguna familia pase por una situación igual.