Miles de visitantes hacen fila en las afueras de la Basílica Menor de Guadalupe para ingresar en orden a recibir la bendición de la “virgen morena”.

Ni el frío, ni el chipi-chipi que por momentos se sintió esta mañana desanimó a cientos de familias que asistieron algunos con tilmas con el estampado de la virgen a la espalda, otros caracterizados como san Diego para pagar alguna manda o promesa, así como parejas jóvenes quienes presentaron ante el altar mayor a niñas y niños caracterizados con los atuendos en alegres colores para ellas y de manta para los niños, quienes llevaban su tilma de jerga o cargaban un cajoncito de madera con enseres de labranza.

No faltaron los grupos de ciclistas, de corredores, los peregrinos provenientes de otros municipios que que identificaban por sus camisetas todas iguales, como los de La Gloria, municipio de Úrsulo Galván, que han venido durante 19 años consecutivamente.

Tampoco las peregrinaciones de vecinos y colonos, así como la de taxistas que se anunció con los cláxones de sus autos adornados con globos tricolores, con banderas mexicanas y por supuesto con flores y luces alrededor de la imagen de la virgen de Guadalupe.

Tampoco faltaron los fieles, que aprovechando la ocasión se presentaron con imágenes de la virgen de todos tamaños y elaborados en diversos materiales, donde sobresalió una obra de arte bordada con sus grandes rosas alrededor, así como esculturas de yeso, fibra de vidrio y resinas, entre muchas otras, que recibieron la bendición.

A su llegada al templo, ingresaron de manera ordenada y fluida, por lo que la gran fila de afuera avanzaba rápidamente, recibieron gel, cubrebocas los que por alguna razón no llevaban, así como el rocío del agua bendita sobre sus cabezas, hombros y cuerpos, que recibieron gratamente con una inclinación de cabeza y con la señal de la cruz en sus frentes.

Adultos mayores, niños, jóvenes, entonaron las melodías que una cantante hacía a un costado del altar mayor, donde prendieron sus veladoras para “barrer” a los integrantes de la familia y a los enfermos de manera muy especial.

Con rosas y flores rociadas con agua bendita, los fieles se bendijeron a sí mismos y a sus familiares; el agradecimiento y la emoción se reflejaron en sus bocas que pronunciaron rezos y en sus ojos que vertieron algunas lágrimas, “por la dicha de estar vivos, por el dolor de ya no tener a su lado a una persona querida, por tener un trabajo, pero sobre todo por poder venir por su propio pie, luego de haber estado en cama”.