Veracruz enfrenta una grave inseguridad alimentaria que afecta tanto a la población de zonas rurales como urbanas. De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el estado terminó 2018 como el tercer lugar en la lista de entidades federativas donde más aumentó el porcentaje de población que no puede adquirir la canasta alimentaria con su ingreso laboral.
Con 2.1% de aumento entre el tercer y cuarto trimestre de 2018, Veracruz sólo fue rebasado por los estados de Chiapas y Jalisco, cuyos aumentos fueron de 2.5 y 2.2 puntos porcentuales, respectivamente.
Según los datos del Coneval, 52.4% de los veracruzanos tienen ingresos laborales tan escasos que no pueden adquirir productos básicos como tortillas, azúcar, carne de pollo, res y cerdo, pescado, arroz, frijoles, cebolla, chile, jitomate, agua embotellada, limones, manzana, plátanos, leche, yogurt y aceite, entre otros que el Coneval define como fundamentales para la alimentación.
LLENAR “LA PANZA”
Rafael Vela Martínez, integrante del Instituto de Investigaciones de Estudios Superiores, Económicos y Sociales (IIESES) de la Universidad Veracruzana, alertó sobre la gravedad de la inseguridad alimentaria que se vive en Veracruz. Expuso que de acuerdo con un estudio realizado en las principales ciudades de la entidad, la población ha cambiado drásticamente sus hábitos de consumo al incluir alimento de menor calidad en su dieta debido a que no son más baratos.
Lo que a la gente le interesa es llenar la panza
, aseguró.
El investigador de la máxima casa de estudios en Veracruz explicó que los primeros datos arrojan que la canasta básica real de los veracruzanos ha cambiado drásticamente al salir de ella productos como el pescado, carne, huevos o leche, al menos en cantidades recomendadas, e integrarse algunos artículos de los considerados como “no nutritivos”. “La canasta básica reglamentaria que promueven las instituciones gubernamentales es una canasta que no opera porque los veracruzanos han transitado a una canasta mucho más real compuesta por productos menos nutritivos”, explicó.
Video: Karla Cancino
El miembro del Instituto de Investigaciones de Estudios Superiores, Económicos y Sociales de la UV detalló que muchas familias están “rellenando” sus comidas con más tortillas o metiendo en sus dietas productos con más azucares que les permitan sobrevivir y hacerle frente a la crisis económica que enfrentan.
Dio a conocer que la investigación que ha arrojado datos alarmantes en materia de inseguridad alimentaria se está llevando a cabo en zonas urbanas que incluyen a las ciudades grandes y medias, lo que hace pensar que en las zonas marginadas de la entidad la situación alimentaria de las familias es aún más grave.
Un dato que llama la atención, dijo el investigador, es que la crisis alimentaria detectada es mayor en personas adultas que en niños y adolescentes, lo que no implica que haya una mejor situación en los menores, sino que los papás “están dejando de comer para darles a sus hijos”. “Los papás se están quitando el pan de la boca para dárselos a sus hijos (…) La situación es verdaderamente grave en el estado de Veracruz”, reiteró.
Vela Martínez explicó que la pérdida del poder adquisitivo y la consecuente disminución de la calidad de vida de los veracruzanos son resultado de las malas políticas gubernamentales en los últimos 15 años. “La crisis en el campo veracruzano ha ocasionado que los productos alimenticios que consumimos se tengan que traer de fuera y con eso traigan un sobreprecio”, dijo.
LIDIAR CON LA CRISIS
Apartadas de las cifras y las investigaciones oficiales, jefas y jefes de familia palpan de manera real la pérdida del poder adquisitivo. La inseguridad alimentaria es un concepto bastante alejado para miles de veracruzanos, quienes definen a este fenómeno como "hacer rendir el gasto" y lo viven día a día.
Entrevistada mientras espera a que le limpien el pollo, Marina Montes reconoce que la crisis se ha colado poco a poco en su familia obligándole a realizar cambios y ajustes todos los días. "Se ha normalizado tanto que uno ni cuenta se da, pero cuando miro hacia atrás recuerdo que yo solía comprar pollo, carne, leche, huevos y todas esas cosas para tener cuando se necesitaran y ya no puedo. Ahora voy comprando de a diario y sólo lo que voy a ocupar", dijo.
La mujer explicó que las cantidades y calidad de los productos que consumen ella y su familia también han disminuido paulatinamente en los últimos años debido al incremento en los precios. Señaló que incluso alternativas económicas como verduras o legumbres ya lo han dejado también de ser, ya que el incremento de precios ha sido parejo. "Las verduras o los huevos que eran opciones baratas ya son muy caros y llega el punto en el que ya no se pueden comprar en las cantidades que se quieren o, peor aún, que se necesitan".
Está crisis la notan también vendedores del mercado Jáuregui de Xalapa —el más importante de la ciudad—, quienes día a día despachan menos productos a sus clientes. Petra Mejía lleva tres décadas vendiendo pollo en el Jáuregui y en todo este tiempo ha sido testigo de la pérdida del poder adquisitivo de las familias, incluyendo la suya. Relató que febrero de 2019 está siendo el mes que menos venta ha tenido en varios años. "Es real, la crisis es real. Todavía en enero vimos un poco de movimiento, pero definitivamente febrero está siendo el peor mes en mucho tiempo y ni un milagro lo va a salvar. Tenemos ventas abajo en un 70%, imagínense", señaló.
Mientras intenta llamar la atención de las personas que atraviesan el pasillo en el que al menos cinco polleros más venden, Mejía explicó que no sólo la cantidad de pollo bajó, sino también la calidad, ya que cada día son más las familias que consumen alas o menudencia de pollo en lugar de pechuga o muslos. “La gente, a como está la economía, sólo está comprando los huesitos. Aquí lo que se nos está quedando es la pechuga”, dijo mientras señala varios pollos que permanecen completos a pesar de que ya pasó la hora de la comida.
La misma situación se enfrenta en la venta de carne de res y de cerdo que cayeron en un 20% en lo que va del año, aseguran comerciantes del mercado popular. Juan Aguilar, encargado de la carnicería Molina, señaló que la carne de res se ha vuelto “prácticamente un lujo” para muchas familias, quienes cambiaron sus hábitos de consumo a la carne de cerdo por ser más barata.
Aseguró que las familias pasaron de comprar por peso a comprar por precio, lo que implica que más que ajustar la comida a los integrantes lo hacen al presupuesto que tienen. “Cada vez es más común que la gente venga a pedirnos que 20 pesos de carne molida o 30 de bisteces, cuando por lo regular se vendía por peso, uno o dos kilos e incluso compraban de varias carnes”, indicó.
Así, mientras las pollerías y carnicerías luchan por atraer a los pocos clientes, en las pescaderías del mercado el panorama es desolador. Los comerciantes se miran entre ellos y pasan el tiempo bromeando y alejando a los insectos de sus productos porque la venta es prácticamente nula.
Aunque en las vitrinas se anuncia pescado con precios desde los 50 pesos, lo cierto es que estos productos se han vuelto impagables para muchas familias xalapeñas. “El robalo por ejemplo está carísimo y de plano ya ni lo traemos porque no lo paga la gente. Todos se van más por la mojarra que es más barata, porque el camarón está también muy caro”, indicó Efraín Vázquez, de la pescadería Veracruz.
El comerciante reconoció que cada día compran menos mercancía por temor a que se descomponga y eso les genere pérdidas económicas que compliquen aún más su situación.
La gente dice que hay crisis económica y eso nos queda claro porque sin ventas también nuestras familias están en crisis
MALA ALIMENTACIÓN
La carencia económica que enfrentan muchas familias y que les impide alimentarse de manera correcta, sumada a la desinformación respecto a las propiedades de muchos alimentos, se están reflejando ya de manera negativa en la salud de los veracruzanos, reconoció Laura Benítez Coeto, encargada del consultorio de Nutrición de la Universidad Veracruzana.
En entrevista reconoció que muchas personas han acudido a este lugar para solicitar información sobre la manera correcta de comer con la premisa de que “no les alcanza para carne o pescado”, por lo que se les ofrecen alternativas económicas que permitan tener una nutrición adecuada.
En ese sentido, la catedrática de la Facultad de Nutrición de la UV indicó que la primera recomendación que da a las personas que acuden es que integren el consumo de atún a su dieta por lo menos una vez a la semana, además de que combinen granos, leguminosas y vegetales que combinados puedan aportar la misma cantidad de proteína que un pedazo de carne. “Muchas veces nos dicen los pacientes que no tienen para carne y lo que sugerimos es que combinen, por ejemplo, frijoles con arroz para hacer el equivalente (…) También les recomendamos el consumo de huevo, que tiene alto valor de proteínas, aunque también tiene un costo elevado y no tan fácil pueden adquirirlo”.
Benítez Coeto destacó que cada miembro de la familia requiere de diversos productos y cantidades para el bien comer, pero de manera general la alimentación debe estar basada en una combinación de frutas y verduras, legumbres, productos cárnicos, lácteos, cereales y tubérculos, así como líquidos claros. “La gente desconoce las equivalencias de los alimentos que sería algo muy útil para quitar productos que tienen precios más altos sin sacrificar a cada integrante de la familia”.
La encargada del consultorio de Nutrición de la UV, ubicado en la Unidad de Ciencias de la Salud, expuso que existen graves riesgos a la salud por comer productos industrializados o saturados de grasa y azúcares para llenarse. Indicó que tanto la desnutrición como la obesidad son dos padecimientos que se reflejan en personas cada vez más jóvenes. “El tratar de cambiar un alimento por otro sin un conocimiento previo puede traer estas consecuencias (…) Aquí la recomendación es regresar a alimentos como semillas de amaranto o chía que proporcionan proteínas vegetales, omega 3 y tienen costos más bajos”.
Finalmente, la especialista destacó que aunque se encuentran dentro de la llamada canasta básica que tiene el Coneval para medir el poder adquisitivo de los mexicanos, hay productos como los refrescos de cola o los jugos y néctares envasados que podrían ser eliminados o disminuidos sin afectar la dieta de la población.