Cuando elegimos un producto orgánico en el supermercado en vez de uno tradicional creemos tomar la mejor decisión, pero, ¿es así?
Jacob Bañuelos Trejo, biólogo e investigador de la Facultad de Ciencias Agrícolas de la Universidad Veracruzana, indica que no siempre un producto orgánico equivale a decir que es mejor, sobre todo en términos de cómo fue producido, pues señala que la mayoría de las veces esos alimentos que compramos con una etiqueta de orgánico vienen de granjas donde hay un severo daño ambiental.
“En principio los productos orgánicos son caros, llegan a costar de siete a 10 veces más que un producto convencional, lo que ya los hace excluyentes para el grueso de la población”, señala el especialista.
Explica que, dejando la parte económica de lado, la pregunta es: ¿es más nutritivo?: “Yo trabajo con equipos de resolución analítica, donde puedo medir moléculas muy pequeñitas en cantidades muy pequeñas, en prácticamente cualquier alimento, hemos hecho la comparación y no hay una diferencia entre un alimento orgánico y uno tradicional o industrializado”.
Bañuelos Trejo agrega que actualmente existen agroquímicos que son de tercera generación, es decir, que se descomponen muy rápidamente en el suelo, reduciendo su impacto en los alimentos.
“No duran más de cuatro o cinco meses y esas partes que se descomponen se pueden integrar en la cadena alimenticia, porque microorganismo y bacterias lo pueden descomponer en moléculas orgánicas; entonces ese mito de que tiene un montón de pesticidas ya no es así, se deshacen antes de llegar a tu mesa; ¿los podemos detectar?, sí; probablemente se venga una parte de agroquímicos en el alimento, sí; ¿te haga daño?, no. Hay normas mexicanas que dictan las cantidades mínimas necesarias para que te hagan un efecto”, considera el biólogo de la UV.
¿POR QUÉ SER SUSTENTABLE?
Bañuelos Trejo agrega que en resumen los productos orgánicos que se veden en supermercados son más caros, no son realmente más nutritivos y además no son sustentables.
“Hay supermercados donde los productos tienen etiquetado orgánico, pero se trata de orgánicos industrializados, es decir, se producen en grandes extensiones de tierra, donde si bien no se usan herbicidas, sí usan una especie de lanzallamas para limpiar el terreno, quemando gasolina, emanando gases y gastando hasta 10 veces más energía en generar productos orgánicos, pero que no son sustentables”, acota el investigador.
Ejemplifica que si en una hectárea de maíz se producen entre 700 kilos a una tonelada del alimento, usando agroquímicos y fertilizantes se pueden obtener de 7 a 10 toneladas, pero en la industria orgánica para sacar esas mismas toneladas se tiene que usar más tierra.
“O sea que tienes que talar 10 hectáreas de bosque y devastar la tierra cuando con una cantidad más pequeña puedes producir más alimentos si se utilizan los recursos de manera más eficiente; en las industrias orgánicas hay un impacto ecológico mucho mayor que no se ve”, agrega.
APRENDER A CONSUMIR
El investigador --quien forma parte del equipo de trabajo de la UV a cargo de la doctora Dora Trejo Aguilar dedicado a los biofertilizantes a partir hongos formadores de micorriza-- señala que no se trata de desacreditar a los alimentos orgánicos, sino a la industria que ha hecho de ella un negocio lucrativo más a costa del medioambiente.
Agrega que la agricultura orgánica funciona muy bien espacios reducidos o en siembra de traspatio para autoconsumo y que en esos ámbitos hay que promoverlo: “no tienes que usar agroquímicos, es un ambiente más controlado, pero ya a nivel comercial para una demanda creciente se tiende a no ser sustentable”.
Bañuelos Trejo indica que en Estados Unidos algunas cadenas especializadas en productos 100 por ciento orgánicos traen estos alimentos de China, porque les sale más barato producirlos ahí, pero el costo energético de transportarlos es alto: “Uno ve el producto y piensa ‘qué padre, es orgánico’, sí, pero cuál fue el impacto ambiental de traerlo hasta ti”.
ETIQUETADO ENGAÑOSO
El biólogo añade que las empresas usan un sobreetiquetado en sus productos que tienen en realidad un fin comercial: “los vemos y dicen ‘orgánico’, ‘no modificado genéticamente’, ‘libre de…’ pero estas etiquetas las ponen ellos mismos, confunden al consumidor, y toma la decisión prácticamente por él”.
El investigador aconseja comprar los productos que menos etiquetas confusas o “engañosas” contengan, y confiar en las avaladas por las autoridades, como es el caso del nuevo etiquetado negro para mostrar niveles de azúcares o grasas.
Indica que algo positivo con la ola de productos orgánicos es que la gente comienza a cuestionarse qué come y qué contiene, pero no es suficiente, debe además preguntarse cómo fue producido, qué impacto genera y de dónde viene.
Bañuelos Trejo recomienda que al ir al súper poner atención en lo que dice el empaque y no fijarse por las marcas o precio: “el más barato te va a salir bien; a veces solemos pensar que si es caro es mejor, pero incluso los más baratos tienen que pasar por una normativa oficial mexicana, es decir, tienen un control de calidad”.
Cuando escojas un producto se trata de detenerse un ratito y pensar si las etiquetas que tienen son para vender o si son para informar; el producto que te diga que es arroz, que es pasta y nada más, ese es un producto honesto, ese lleva, el que tenga menos etiquetas.
Jacob Bañuelos invita a la población a conocer más del tema a través de una charla que impartirá vía digital en el programa Tardes de Ciencia el 16 de marzo a las 17 horas. A la charla gratuita podrá accederse por https://sabadosenlaciencia.webex.com/meet/tardesdeciencia
El investigador insiste en la necesidad de apostar por los alimentos que sean producidos de manera sustentable, con menos impacto al medio ambiente: “si queremos que nuestro estilo de vida, lo que comemos, el clima que tenemos no se deteriore más y continúe para las siguientes generaciones, nos falta sumar la palabra sustentabilidad a nuestra vida”.