/ domingo 5 de marzo de 2023

¡Para dama, caballero y niños! Don Irineo mantiene vivo el oficio de huarachero

Don Irineo se siente satisfecho y orgulloso de su labor, aunque también trabajó en el campo, fue panadero y supervisor

Entre las 9 y 10 de la mañana, don Irineo Hernández Hernández se echa al hombro una mochila grande con al menos 40 pares de sandalias y huaraches para venderlos en municipios de la región central de Veracruz. Con 73 años de edad, es el último huarachero de La Estanzuela, donde llegó a haber cuatro personas dedicadas a este oficio, hoy en peligro de extinción.

Originario de la pequeña localidad situada en el municipio de Emiliano Zapata, no recuerda exactamente cuántos años lleva dedicado a diseñar, manufacturar y vender sus creaciones. Pueden ser 30 o quizá 40, lo que sí sabe con exactitud es medir y cortar, pese a que su vista ya presenta algunos problemas.

¿Cuál es el precio de los huaraches que ofrece don Irineo Hernández?

Para dama, caballero, niña o niño, el artesano tiene varias opciones. Todo está hecho a mano, desde el corte del material hasta el pintado, con colores como el blanco, vino, negro, café y azul marino, y a precios bajos que no llegan a los 200 pesos.

Don Irineo piensa que se va a morir haciendo huaraches. Allí, en su taller donde pasa horas cortando, pegando, entrelazando o cociendo en una antigua máquina de pedal fabricada en 1925 a la que él mismo se encarga de darle mantenimiento.

Olga, Margarita, Patricia, Enrique y Rolando, nadie quiso ser huarachero como su papá. Tampoco sus ocho nietos. “Cuando yo me muera, ahí se acabó todo…”, expresa el hombre acostumbrado a caminar y vocear su producto, en una práctica que también se extingue.

“El flojo por flojo no hace nada. Antes estaba en un tianguis y vendía uno o dos pares, mejor agarré camino. Unas veces voy a Cosautlán y otras a Jalcomulco, Apazapan, Xico, Teocelo…”, dice en una entrevista que se vuelve una charla nostálgica sobre los tiempos idos, aquellos en los que Estanzuela era más conocida por las fincas cafetaleras.

Don Irineo se siente satisfecho y orgulloso de su labor, aunque también trabajó en el campo, fue panadero, supervisor y después dueño de su propia zapatería en Ángel R. Cabada, al sur de la entidad. Una cosa llevó a la otra. Solo fue aprendiendo a hacer sandalias.

Irineo Hernández no recuerda exactamente cuántos años lleva dedicado a diseñar, manufacturar y vender sus creaciones | Foto: René Corrales | Diario de Xalapa

Aunque por la edad prefiere vender los huaraches de manera unitaria, comparte que llegó a hacer pedidos al mayoreo, por cientos y millares, en pedidos de zapaterías de la entidad, incluidas algunas de Xalapa.

Ahora hace una docena de huaraches en dos meses, pero antes, en los tiempos de juventud, pasaba hora tras hora trabajando para cumplir con los encargos y también cumplir con su familia y su esposa, Zenaida Ruiz Valencia, hoy ya fallecida.

Ser huarachero deja pocas ganancias. El material se ha encarecido, solo en 2023 el incremento es de entre el 100 y 120 por ciento. Pronto habrá ajustes, quizá cuatro o cinco pesos más, porque no se puede dar más caro ante la competencia de productos chinos.

“No importa. Hay que seguirle hasta que se pueda”, declara el huarachero en víspera de la temporada alta, cuando más se vende el producto para aligerar el calor y mantener la comodidad.

Entre las 9 y 10 de la mañana, don Irineo Hernández Hernández se echa al hombro una mochila grande con al menos 40 pares de sandalias y huaraches para venderlos en municipios de la región central de Veracruz. Con 73 años de edad, es el último huarachero de La Estanzuela, donde llegó a haber cuatro personas dedicadas a este oficio, hoy en peligro de extinción.

Originario de la pequeña localidad situada en el municipio de Emiliano Zapata, no recuerda exactamente cuántos años lleva dedicado a diseñar, manufacturar y vender sus creaciones. Pueden ser 30 o quizá 40, lo que sí sabe con exactitud es medir y cortar, pese a que su vista ya presenta algunos problemas.

¿Cuál es el precio de los huaraches que ofrece don Irineo Hernández?

Para dama, caballero, niña o niño, el artesano tiene varias opciones. Todo está hecho a mano, desde el corte del material hasta el pintado, con colores como el blanco, vino, negro, café y azul marino, y a precios bajos que no llegan a los 200 pesos.

Don Irineo piensa que se va a morir haciendo huaraches. Allí, en su taller donde pasa horas cortando, pegando, entrelazando o cociendo en una antigua máquina de pedal fabricada en 1925 a la que él mismo se encarga de darle mantenimiento.

Olga, Margarita, Patricia, Enrique y Rolando, nadie quiso ser huarachero como su papá. Tampoco sus ocho nietos. “Cuando yo me muera, ahí se acabó todo…”, expresa el hombre acostumbrado a caminar y vocear su producto, en una práctica que también se extingue.

“El flojo por flojo no hace nada. Antes estaba en un tianguis y vendía uno o dos pares, mejor agarré camino. Unas veces voy a Cosautlán y otras a Jalcomulco, Apazapan, Xico, Teocelo…”, dice en una entrevista que se vuelve una charla nostálgica sobre los tiempos idos, aquellos en los que Estanzuela era más conocida por las fincas cafetaleras.

Don Irineo se siente satisfecho y orgulloso de su labor, aunque también trabajó en el campo, fue panadero, supervisor y después dueño de su propia zapatería en Ángel R. Cabada, al sur de la entidad. Una cosa llevó a la otra. Solo fue aprendiendo a hacer sandalias.

Irineo Hernández no recuerda exactamente cuántos años lleva dedicado a diseñar, manufacturar y vender sus creaciones | Foto: René Corrales | Diario de Xalapa

Aunque por la edad prefiere vender los huaraches de manera unitaria, comparte que llegó a hacer pedidos al mayoreo, por cientos y millares, en pedidos de zapaterías de la entidad, incluidas algunas de Xalapa.

Ahora hace una docena de huaraches en dos meses, pero antes, en los tiempos de juventud, pasaba hora tras hora trabajando para cumplir con los encargos y también cumplir con su familia y su esposa, Zenaida Ruiz Valencia, hoy ya fallecida.

Ser huarachero deja pocas ganancias. El material se ha encarecido, solo en 2023 el incremento es de entre el 100 y 120 por ciento. Pronto habrá ajustes, quizá cuatro o cinco pesos más, porque no se puede dar más caro ante la competencia de productos chinos.

“No importa. Hay que seguirle hasta que se pueda”, declara el huarachero en víspera de la temporada alta, cuando más se vende el producto para aligerar el calor y mantener la comodidad.

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