La pandemia causó en México un rezago que equivale a dos años de escolaridad. Antes los mexicanos alcanzaban en promedio aprendizajes correspondientes a tercero de secundaria; hoy solo al de primero de secundaria, expone la investigadora Silvina Noemí Contreras Capetillo.

“Si de por sí ya había un rezago entre las diferentes poblaciones de México, será aún mayor en los siguientes años”, expone la jefa de Enseñanza, Capacitación e Investigación del Hospital General Dr. Agustín O´Horán.

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Al enfocarse en los problemas psicosociales que se viven en la crisis sanitaria, alerta también que los refugios y las líneas de atención en los que se atiende a quienes padecen violencia en el hogar han alcanzado en México el límite de su capacidad.

En su participación en la “Cátedra de Excelencia Ruy Pérez Tamayo”, donde se enfocó en tema de género, recordó los indicadores del INEGI, los cuales revelan que la inasistencia escolar muestra marcadas diferencias entre niños y niñas.

Expone que 9.9 por ciento de las niñas no toma clases por realizar trabajo doméstico y 15.3 por ciento por embarazo, matrimonio o unión y motivos familiares. En cuanto a los niños, 18.9 por ciento no lo hace por ir a trabajar.

En general, los indicadores básicos del Módulo de Trabajo Infantil presentados evidencian que los porcentajes más altos están concentrados en falta de interés, aptitud o requisitos para ingresar (36.4 por ciento); falta de recursos económicos (16.1), y trabajo (13.7 por ciento).

Silvina Noemí Contreras expresa la urgencia de no postergar más el trabajo de fondo y comprometido de todos los frentes para combatir las desigualdades de género, tanto en la educación como en las demás áreas.

Al ahondar en el incremento de violencia doméstica durante la crisis sanitaria, la experta en ciencias de la salud indica que lo primero que se tiene que reconocer es que las violencias son diferentes en hombres y mujeres.

Detalla que el hombre es la persona que más es violentada, pero también es la persona más violenta.

A partir de esta idea, propone reflexionar sobre qué está pasando en la masculinidad que son los mismos hombres quienes violentan a los hombres, a las mujeres, a las niñas y a los niños.

Aclara que no quiere decir que cuando se habla de violencias de género se habla de una totalidad, pues no se puede decir que todos los hombres son violentadores y que todas las mujeres son violentadas.

A pesar de ello, puntualiza que las formas de violencia se están presentando de diferente manera y quien está generando el mayor índice de violencia sigue siendo el hombre.

Al hablar de qué se debe hacer en el ámbito educativo superior profesional para evitar la violencia de género, opina que lo primero es que los tomadores de decisiones (rectores o rectoras o personas al frente de facultades) sean receptivos a estas denuncias.

“Que tomen acciones inmediatas para que empiece a haber una concientización de que ya no nos vamos a quedar calladas; en la medida que las denuncias empiecen a proceder más rápido, observaremos los cambios institucionales reales en materia de prevención”.

Señala que cuando las personas formadoras de recursos humanos aprendan y cambien para fomentar el cambio en las nuevas generaciones se logrará un avance rápido.

“Se está dando pero muy lento y está en nuestras manos, en la generación de quienes ahora estamos tomando decisiones, hacer el cambio y dejar de creer que este está en los demás”, enfatiza.