Xalapa, Ver.- La Arquidiócesis de Xalapa pidió a los feligreses a participar en la Jornada Mundial de Oración por las vocaciones, llamado que reciben algunas personas para servir a Dios.
En el comunicado dominical el vocero de la Arquidiócesis, José Manuel Suazo Reyes, señaló que toda vocación supone una misión importante de una persona para descubrir en este mundo cuál es la acción a la que ha sido llamada.
Dios llama a cada uno por su nombre y los llama a salir de sí mismos para disponerse a servirlo a él y servirlo a los hermanos. Toda vocación en ese sentido es un llamado para dar gloria a Dios en el servicio a los demás. La primera llamada que Dios nos hace es la de la existencia dijo.
Indicó que la vida es el primer llamado que Dios nos hace y más tarde la llamada a la santidad se hace por medio del bautismo.
“Esta santidad se vive en el servicio que una persona hace al mundo en las diferentes áreas que existen: el mundo del trabajo, de la educación, de la política, de la economía. La santidad se vive en la vocación laical, en la vida consagrada o en el sacerdocio ministerial”, expuso.
Refirió que el Papa Francisco pide celebrar la jornada de oración y destaca cuatro términos que son inherentes a toda vocación específica: la gratitud, el ánimo, la fatiga y la alabanza.
En ese sentido, manifestó que la gratitud se presenta cuando toda vocación nace de la mirada amorosa de Dios.
El ánimo se genera porque Dios conoce nuestras dudad y por eso siempre está apoyándonos; la fatiga se presenta porque toda vocación implica un compromiso y Dios tiende la mano cuando el cansancio o el miedo amenazan con hundirnos y nos da el impulso necesario para vivir nuestra vocación con alegría.
“La alabanza es la última palabra de la vocación. A partir de nuestra respuesta al llamado que dios nos ha hecho, a imagen de la virgen María, hemos de hacer una continua alabanza a Dios, más con nuestras obras que con nuestras palabras”, expresó.
Finalmente pidió que con esta jornada cada persona pueda redescubrir con gratitud su vocación, renovar con valentía el sí que se le ha dado a Dios, vencer las adversidades con la fe en Cristo y “ofrecer su propia vida como un cántico de alabanza a Dios, a los hermanos y al mundo entero”.