ACAYUCAN, Ver.- “Aquí lo que no deja dormir son los pinches plomazos en las madrugadas”, asegura Gerardo Rivero, comerciante de Acayucan, quien cuenta que cada día es más “normal” para la población amanecer con noticias de personas ejecutadas en la ciudad.
Entrevistado mientras ofrece su mercancía en el parque principal de Acayucan señala que aunque no están tan mal como otras zonas de la región sur de Veracruz, también en esta ciudad se ha perdido la tranquilidad de pueblo que durante años se había vivido.
La gente, explica, ya no sale tan tarde de sus casas y aquellos que viven en barrios como Las Palmas, Chichihua, San Diego, La lealtad o Miguel Alemán han tenido que redoblar sus acciones de seguridad debido a que estos puntos son “focos rojos” de ejecuciones o atracos.
Para el comerciante, mucho tiene que ver “el desorden que hay en el medio político” y asegura que los madrazos que reciben los ciudadanos todos los días en forma de hechos violentos “vienen desde arriba”. “Ahorita como están apretando se está poniendo cabrona la cosa”, añadió.
Sin embargo, aclaró que sin importar el origen que haya tenido el incremento de la inseguridad, lo que preocupa a los habitantes es que a pesar de los cambios de partidos políticos y funcionarios en el gobierno, la tranquilidad no ha regresado y no hay forma de que mejore. “Uno ya no puede andar saliendo en la noche o andar en bares o cantinas porque ya se puso muy fea la cosa y por uno barren parejo”, lamentó.
“Lo que más se ven ahora son las matazones aquí cerca (…) A mí no me dan miedo porque sé que no irían sobre mí, pero sí tengo precaución”, aseguró Guillermo, de 25 años. El joven, quien vende esquites en la misma plaza pública, coincide en que los hechos de violencia han acabado con la tranquilidad del lugar y cada día son más frecuentes. “Cuando pasa una desgracia la gente ya no sale, tiene miedo de que le vaya a tocar por accidente o por estar en el lugar equivocado”.
Esa precaución de la que habla Guillermo lo ha hecho evitar la vida nocturna y salidas con amigos en la noche. Cuenta que una vez que cierra el negocio en el que trabaja se va directo a su casa en un taxi que lo lleve con seguridad. “Ya no me arriesgo a salir. De mi trabajo a la casa y de la casa al trabajo, no salgo más”, reiteró.
A pesar del panorama, Guillermo no ha pensado en dejar la ciudad en la que nació y en la que le gusta vivir, sin embargo, reconoce que en este lugar cada vez son menos las oportunidades laborales y lamenta que llegará el día en que los 150 pesos que gana al día no le alcancen para vivir.