Xalapa, Ver.- De no contar con el servicio médico y la provisión de medicamentos, los beneficiarios de Cáritas tendrían que aguantarse los malestares, pedir fiado o esperar hasta tener los recursos para poder comprar los medicamentos que alcanzan hasta los mil 300 pesos, como es el caso de la insulina y para combatir la artritis o algunas infecciones.
Vecinos de diversas colonias y municipios cercanos acuden a Cáritas con la esperanza de obtener medicamentos que están fuera del alcance de su mano, como es el caso de Vicente García Salazar, hombre de más de 70 años, proveniente de Tlacolulan, quien para llegar a Xalapa a buscar la insulina que requiere su esposa tuvo que salir a las siete de la mañana de su municipio.
Alto y delgado, un poco desconfiado, habla con voz baja y pausada al comentar que su esposa es diabética y tiene además colesterol, por lo que debe aplicarse la insulina diariamente para no desmejorar. Los días que no cuenta con el medicamento, ella consume tés y licuados de algunas yerbas, sin embargo debe aplicarse la sustancia cada día.
Don Vicente recuerda que hace poco tiempo fue operado de la cabeza y trabaja esporádicamente en algunas labores que un hombre de 70 años pueda realizar porque su esposa sólo depende de él, de ahí que busque el apoyo de la institución humanitaria porque él simplemente no cuenta con los mil 300 que vale un frasco de insulina.
En ese mismo caso está Joaquín González Andrade, quien desde la colonia Veracruz llegó buscando también insulina para su esposa, a quien no le puede faltar ya que si no la consume se empieza a marear y a sentir sin fuerzas para realizar sus labores cotidianas.
González Andrade es albañil de unos 56 años, abierto y amable cuenta que lo que gana no le da para pagar los mil 300 que vale el medicamento para 28 días, máxime ahora que el trabajo está tan escaso y a veces sólo tiene labores intermitentes dos o tres días a la semana, razón por la cual acude a Cáritas, donde por un donativo significativo le proporcionan el medicamento cuando lo tienen, porque a veces no lo hay y entonces su esposa trata de curarse con tés de hojas de nem, taray u otra yerba medicinal para controlar los niveles de azúcar.
Al salir de la institución, satisfecho, comenta que consiguió la sustancia, lo que le da tranquilidad, ya que su esposa podrá estar controlada casi todo el mes y a él le da la oportunidad de salirse a buscar el sustento sin preocupación.
Reyna Rivera García, delgada y bajita de estatura, confió que trabaja como doméstica en algunas casas, razón que le lleva asiduamente a la institución en busca de los medicamentos para controlar su artritis. Abordada al salir de la institución cargada de pan que adquirió por sólo un donativo, confió que debe consumir tres medicamentos para controlar su artritis, los cuales valen entre mil 400 y 300 pesos, los que no podría comprar porque lo que gana es para cubrir necesidades básicas y pago de servicios como renta, luz y agua, además de los estudios de su hija que está en la prepa.
Llegada del barrio de San Bruno, Reyna dio gracias a Dios por contar con el apoyo, pues le proporcionaron la medicina más cara que le durará unos dos meses, lo que le dará tranquilidad al menos por ese tiempo. Para conseguir las demás, deberá ir al DIF o esperar algún tiempo para ver si la surten en Cáritas, si cuenta con dinero quizá podrá comprar uno de los dos medicamentos que vale alrededor de 300 pesos.
Mario Rojas, quien trabaja en la calle ofreciendo algunos servicios como telefonía y cable, dijo que el desgaste de caminar largas jornadas bajo diversas condiciones climáticas, le obliga a tomar algunos suplementos alimenticios, que están fuera de su presupuesto, por lo cual se acerca a Cáritas y cuando los tienen, por sólo algunas monedas, se los proporcionan.
Hombre delgado de mediana edad dijo con voz franca que ha hecho uso del servicio médico para su esposa, el cual fue muy bueno pues tenía problemas en un oído y cuando salió del consultorio ya podía oír.
En su opinión el servicio es muy necesario y a él le ha ayudado mucho porque tanto la consulta como el medicamento que no están al alcance de los trabajadores de salario mínimo, Cáritas se los da aunque no lleven más que para dejar un donativo.
Yanet Becerril, quien llegó desde Alto Lucero para consultar a un médico, dijo que buscaba unas inyecciones que le recetaron para combatir una infección, pero que como cada inyección cuesta cien pesos, pasó a ver si las tenía Cáritas, aunque en esta ocasión no tuvo suerte.
Mujer de unos 35 años vestida con ropa deportiva, dijo que verá la manera de conseguirlas pidiendo prestado o aguantarse las molestias hasta que las pueda conseguir.
Concluyó que el servicio que ha recibido es muy bueno, aunque en esta ocasión no hayan tenido el medicamento que necesitaba, sin embargo aprovechó la visita para adquirir pan por sólo unas monedas a cambio.