El oficio de sastre se perdió desde que la población optó por comprar ropa de telas sintéticas pero baratas, lamenta Emma Molina de Basilio, quien por 43 años ha trabajado elaborando prendas en la Sastrería Basilio, de esta ciudad.
En un local, del mercado Los Sauces, precisa que ha trabajado desde hace más de 40 años, primero al lado de su esposo y desde hace 16 años sola tras su muerte.
¿Qué ha pasado con el oficio de sastre en Xalapa?
Emma Molina explica que este negocio tuvo un gran prestigio porque se hacían prendas de alta calidad, pero el oficio de la sastrería casi ha desaparecido.
"Cambiamos nuestro trabajo de elaborar trajes para que los señores fueran al trabajo y faldas y sacos para las señoras. En la actualidad nadie viene a pedirnos una prenda a la medida, la forma de vestir cambió con la llegada de tanta ropa de baja calidad y por qué no decirlo de la aparición de innumerables almacenes que venden ropa de marcas conocidas”.
Comenta que por muchos años no se dieron abasto con los pedidos de trajes de casimir, eran lo mejor y cada señor tenía, al menos, dos o tres para ir a trabajar, “ahora pocos lo usan”, además la vida moderna los ha llevado a comprarlos hechos al por mayor “aunque las telas ya no sean de alta calidad, pero resultan más baratos”.
Con tristeza, dice que su trabajo se perdió. De elaborar trajes sastres pasó a poner cierres y componer dobladillos a los pantalones. "Ya nadie usa ropa hecha a la medida".
La especialidad de esta sastrería eran los trajes de caballero. “Venían a escoger el modelo, la tela que podía ser de varios colores y hasta la corbata se les elaboraba”, relata.
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Usar un traje bien hecho era importante hasta hace unos 20 años. Ahora observa que van a trabajar más informales porque los hábitos de vestir cambiaron tanto para hombres como mujeres.
De vez en cuando, comenta, va llegando algún señor que quiere que se le haga un pantalón a la medida, “pero son muy pocos y cada vez menos”.
¿Qué hace un sastre actualmente?
Su trabajo cotidiano se basa en cambiar cierres descompuestos tanto a pantalones como a chamarras o hacer dobladillos o cambios de cuello a las camisas.
El precio por cambiar un cierre varía de acuerdo al tamaño de la prenda, pero en promedio es de 45 pesos. “Se cobra un poco más cuando es ropa de mezclilla porque se puede romper la aguja de la máquina de coser”.
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Este negocio abre poco después de las 8 de la mañana y cierra a las 6 de la tarde. En ese tiempo espera que lleguen clientes, pero a veces no llega ninguno.
Lamenta que las personas no paguen en hacerse trajes o vestidos a la medida, “comprar en línea es lo que está de moda. Así que vienen conmigo para que les haga arreglos cuando les quedan grandes, lo que es una lástima”, concluyó.