Posadas, convertidas en fiestas de alcohol, lamenta historiador

La tradición de cantar el villancico se suplió por fiestas profanas en las que se consume alcohol y bailan hasta la madrugada

Mayra Figueiras | El Sol de Orizaba

  · viernes 17 de diciembre de 2021

Caían dulces, naranjas, pedazos de caña y colación al piso y, todos se aventaban, hasta los adultos / Foto: Cortesía | Oscar Reyes Sánchez

Orizaba, Ver.- El cántico para pedir Posada dejó de escucharse desde hace 50 años en los barrios y patios de vecindad que aún existen en Orizaba. La tradición de cantar el villancico se suplió por fiestas profanas en las que se consume alcohol y bailan hasta la madrugada.

Armando López Macip, historiador, recordó que en algunos barrios como el de la Librado Rivera las posadas se hacían en la calle que llega a una capilla, los vecinos se organizaban y cooperaban y hasta un conjunto actuaba al final, pero sí cantaban la posada.

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En el barrio de La Joya, conocido como la “cuchilla” de Cerritos, el patio de la Bayuca, y en el de Santa Anita, las familias se organizaban y todos los días hacían una posada. A cada padre de familia le tocaban, un día, los aguinaldos; al otro día a otros, las piñatas; “eran costumbres muy sanas muy bonitas”, dijo.

 

 

Había unidad y cohesión entre las familias de obreros de cervecería Moctezuma y las fábricas textiles Cocolapan y Cerritos, que habitaban las vecindades humildes a veces en dos cuartos de madera con techo de teja, donde se alumbraban con quinqué de petróleo o velas de cebo.

Amada Gómez, inquilina del patio 3 de mayo, ubicado en Sur 18, a los pies de las faldas del cerro del Borrego, recuerda que del 16 al 24 de diciembre había posada y la gente cooperaba para hacer una diaria, conforme a la Novena.

“Los niños cargaban el Misterio e iban rezando mientras llegaban a la casa donde pedirían alojo. Ahí ya los esperaban quienes respondían a la petición, que finalmente concluía con el canto: Entren santos peregrinos, peregrinos; reciban este rincón, aunque pobre la morada, se las doy de corazón”, expresó.

En medio de la vecindad colgaban la piñata, pasaban los niños y adolescentes con un palo a pegarle hasta quebrar la olla adornada con papel china de colores y picos de cartón. Caían dulces, naranjas, pedazos de caña y colación al piso y, todos se aventaban, hasta los adultos, todos disfrutaban de un momento de alegría y felicidad.

Los inquilinos de mayor antigüedad pasaban a las viviendas por una cooperación para hacer, el 24 de diciembre, la posada con un conjunto musical, tamales, pambazos, ponche, refresco y cerveza.

Esa tradición, poco a poco fue cambiando. El terremoto de 1973 arrasó con los patios de vecindad y los obreros recibieron créditos para adquirir una casa de interés social del Infonavit, así nacieron los multifamiliares en el sur de la ciudad, La Pluviosilla, la CROM, 27 de mayo, Fovissste, Quetzalcóatl, Chayotal y demás; con ellas se modificó la tradición, pues, aunque viven relativamente uno junto al otro, ya no hay tanta cercanía entre las familias.

Al perderse esta tradición de pedir posada se desvanece poco a poco la identidad del pueblo, que da paso a lo comercial.