Los programas de inclusión en las universidades tienen que dejar de ser de “buena fe” para volverse tan importantes como los programas académicos, deportivos y culturales, indica la experta Laura Mónica Madrigal González.
Educarse, subraya, no solo define el conocimiento de una persona sobre una materia, sino que establece la oportunidad de poder llegar a conseguir la autosuficiencia económica.
Lo anterior, dice, “solo se logra al poder entrar al mercado laboral formal, con una escolaridad avanzada, y dejar atrás el concepto de pensar en la inclusión como una forma de caridad o ayuda social”.
En el quinto Foro Internacional de Inclusión en Educación Superior, coordinado por la Universidad Veracruzana, la conferencista apuntó que la mayor preocupación de familiares de personas con discapacidad es qué pasará si se quedan solas.
Ante esa búsqueda de garantizar sus derechos humanos, apuntó que el programa de inclusión en las escuelas debe tener el mismo peso que los demás.
“Se tiene que entender que la inclusión no es un tema estático y todos los días hay que buscar cómo ‘emparejar el piso’ para las nuevas condiciones de vida”, expresó la rectora de la Universidad Tecnológica Santa Catarina.
El desafío de la inclusión
La académica de la escuela referente en México por trabajar en la formación profesional e inserción laboral de personas con discapacidad puntualizó que el gran desafío de la inclusión es lograr que sean más quienes logren la mayor autonomía posible.
Cuando se habla de inclusión en las aulas universitarias, sostuvo, se cree que los maestros deben hacer algo especial para la persona con discapacidad, cuando lo necesario son ajustes para un grupo de estudiantes.
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Añadió que en 20 años de diseñar modelos de inclusión, hoy entiende que el cambio se genera al aceptar a todas las personas como iguales, realizando los ajustes necesarios, la adaptación física y de tecnologías.
“Pero, ante todo, aprendiendo a vivir como una comunidad incluyente, sin estereotipos, enfocada, positiva y empática que no pone límites”.
Ante la comunidad universitaria de las distintas regiones donde tiene presencia la UV, en conferencia híbrida, nombró las habilidades que se deben potenciar para la educación inclusiva.
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Organización, administración de tiempo y recursos, comunicación clara y efectiva, creatividad e innovación, resolución de problemas, flexibilidad y adaptación, iniciativa y aprendizaje activo, así como máximo provecho de la tecnología fue lo enumerado.
Afirmó que sí es posible avanzar y ejemplificó con la universidad que dirige, donde, dice, el programa nació orientado a discapacidad física y ahora trabaja sensorial (auditiva y visual) y mental (intelectual y psicosocial).
Enfatizó que su compromiso es asegurar los derechos de igualdad, respeto y aceptación social integral, enfocada y humanista.