Don Mario Casco García, conocido como “el Güero”, es un personaje xalapeño que mantiene vivo un oficio del que ya pocos hablan, el de la peletería, al cual ha dedicado 46 años de su vida.
“Los chamacos ya ni saben qué es o para qué sirve. Yo creo que si lo escuchan han de pensar que hubo error y es paletería”, expresa quien empezó a trabajar con la piel, los zapatos y las chamarras en la que fue una de las peleterías más importantes de la capital del estado, La Concordia.
“El Güero” sabe todo lo relacionado con los materiales y la elaboración de productos con piel, pero ahora brinda otros servicios para poder mantenerse vigente.
Aunque su historia sobre un oficio en extinción causa curiosidad, para él pareciera más importante compartir su experiencia con la depresión, una enfermedad que lo llevó a permanecer en estado vegetativo.
En tiempos en los que ha aumentado el número de personas con este padecimiento, él invita a atenderse. También llama a la población en general a ser más solidaria y a buscar una religión o filosofía, algo en lo que creer y con el fin de buscar ser mejores personas.
¿Dónde se ubica el local de Don Mario Casco García?
En el local 69 del tianguis Revolución, en la calle del mismo nombre número 163, al “Güero” ya casi nadie lo busca como peletero, pero sí para arreglo de bolsas o zapatos y pegado de botones de broche.
También forra botones con tela o piel, pone ojillos metálicos, pega botones de camisas vaqueras, broches de chamarra y vende artículos para calzado.
A sus 62 años dice sentirse contento de saberse útil, de ser reconocido por las personas, de formar parte de los personajes que recorren las calles del centro histórico.
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De constante sonrisa y trato amable, no se necesita mucho tiempo para descubrirlo como un ser reflexivo que no busca protagonismo sino compartir que en la vida no todo es fácil, pero cuando hay fe y esperanza, es posible seguir el camino después de las caídas.
¿De dónde es originario don Mario Casco García?
Originario del municipio de Tlapacoyan, llegó siendo un niño a la capital del estado y cuando era adolescente fue prácticamente adoptado por don Luis Galván Castelán, quien tenía su peletería en Revolución número 46.
Desde los 16 hasta los 35 años, trabajó como empleado en la venta de botines, en zapatos a la medida, en especializarse en tacones, suelas y costuras. Su padre le había aconsejado, después de terminar la preparatoria, que o era profesionista o debía buscar un oficio. Optó por lo segundo.
Ya con su esposa Agustina y sus hijos Mario y Jorge, puso su propio negocio en la calle Victoria número 4. Su primer revés fuerte llegó en ese momento. No había clientes pero sí una deuda que saldar.
“Descubrí que para ser comerciante lo importante no es llegar sino saber mantenerse. No es de la noche a la mañana. Y yo llegué pero no tenía clientela. La tristeza se apoderó de mí. Me sentía como una hormiguita, como alguien pequeñito que no valía nada. No tenía ánimo ni siquiera para bañarme, hasta llegar al grado de estar postrado en cama con medio cuerpo paralizado”, compartió en entrevista.
Con ayuda de psiquiatra y psicólogo, cuenta que empezó a mejorar, pero hubo recaídas y periodos en los que su vida solo era sostenible casi de manera artificial, con hasta 10 pastillas diarias.
“Recuerdo cómo di mis primeros pasos, con ayuda de mi esposa y mi mamá. Después empecé a llegar a la iglesia… Yo creo en Dios. Él hizo la obra. Yo me levanté, me puse a trabajar, a hacer clientes que hasta hoy me buscan. Ahora no tomo pastillas”, dice quien ha hecho de la gratitud un estilo de vida.
“La mejor cura es buscar al ser supremo. A veces queremos hacer cosas por nosotros mismos pero así no es. Pertenezco a un grupo y la enfermedad me dejó la enseñanza de que no todo es trabajo. Hay que tener descanso, disfrutar a la familia y la vida”, manifiesta.
¿Cuáles son los horarios de su negocio?
A don Mario se le puede encontrar de 11 de la mañana a 19 horas, de lunes a sábado. Trabaja porque es una forma de estar en contacto con la gente, de poder brindar un servicio y, también, de compartir su testimonio.
Él está abierto a enseñarle la peletería a quien esté interesado, por el simple gusto de evitar que ese conocimiento se pierda en su totalidad.
“Todos me conocen como el ‘Güero’ y yo, yo estoy contento de haber dedicado mi vida a un oficio que ya es parte de la historia de la evolución del hombre”, declara con orgullo mientras uno de sus dos hijos profesionistas lo ve con una sonrisa en el rostro.