¿Qué pensamientos lleva un padre cuando va al colegio por sus hijos? Piensa seguramente en su trabajo, en sus problemas, en su vida, pero también en el cachorro o cachorra que lo está esperando, deseoso de verle, de decirle que todo salió bien ese día, de sentirse segura o seguro, de abrazarlo, de llevarlo a la tranquilidad de la casa. ¿Qué pasaría por la mente de Raphael Tunesi cuando iba a recoger a sus hijas al Colegio La Escriba, en Palenque, Chiapas y de pronto se encontró con proyectiles que le quitaron la vida?
¿Qué pasó por la mente de los asesinos? ¿Cuánto recibirían de paga? ¿En qué gastarán ese dinero, manchado de sangre? Igual detrás de sus manos criminales hay una historia de dolor, de angustia, de pobreza, pero ¿valió la pena la sangre que marca hoy sus cuerpos? En tanto, en la carretera, muy cerca del colegio donde dos niñas esperaban con ansia ver a su padre, quedó el BMW con el cuerpo herido de Raphael Tunesi.
Lo conocí hace muchos años, en un viaje que hice a Palenque a invitación de mi amigo Carlos Duayhe. El italiano nos recibió en su casa, al lado de su esposa y nos invitó a cenar. Amparo me acompañaba y estuvo ahí con nosotros Francisco Álvarez. Raphael amaba la comida exótica y apenas iniciaba la construcción del hotel boutique Quinta Chanabnal. Era un erudito de la cultura maya, un explorador, un hombre que se involucró en el mundo que le rodeaba. No tengo dudas de que era un hombre de bien.
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El hotel que construía era un homenaje a la cultura maya y su conocimiento de la misma me recordó en aquella ocasión al maestro Carlo Antonio Castro, políglota, antropólogo, erudito, quien escribió en “Centro marginal”: “Entre las asechanzas de la vida / avanzo y retrocedo mientras siento / que cada luz, cada sombra, cada aliento / señales son de eterna despedida”.
Raphael Tunesi amaba la vida. Había viajado recientemente a Europa, me recuerda Carlos Duayhe. Estuvo en su tierra de origen, Milán, Venecia. Amaba sus raíces como las raíces de su esposa, una mujer tabasqueña con quien vivió una vida feliz. Ahora, manos asesinas los despojaron de su presencia y dejaron en la orfandad a sus hijas y en la soledad a su esposa.
“Llegó a Chiapas hace algunos años y se enamoró de esta tierra. Arqueólogo, epigrafista, pero, sobre todo, un anfitrión de quienes venían a Chiapas. Hizo un pequeño paraíso: Quinta Chanabnal y se hizo de una familia Palencana. No es justo que Chiapas le pagué así. La situación en que vivimos segó su vida arteramente. ¡Lo lamento mucho! Pido perdón a su esposa e hijas por lo que Chiapas fue capaz de hacer con un personaje bueno. Me duele”, escribió Herbert Castellanos.
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Otro de sus amigos, añadió: “Es un crimen que no tiene nombre. Tunesi no tenía problemas con nadie, no andaba en malos pasos, era querido por la comunidad y un excelente ciudadano”. Sus hijas seguirán esperando. Su padre no llegará nunca más por ellas, porque manos asesinas se lo llevaron.