Siendo la quinta generación dedicada a la producción del maíz orgánico y nativo de la región tlaxcalteca, los esposos Margarita Angoa Salvador y Clemente Domínguez Gaspar han llevado a varios puntos del país sus conocimientos sobre la producción de este alimento milenario.
Oriundos de San Juan Ixtenco, Tlaxcala, llegaron hasta Tlalnelhuayocan para mostrar parte de la producción que orgullosamente cada año tienen en sus terrenos. Para su familia la producción de este alimento no es sólo una oportunidad de obtener recursos para su manutención, sino un estilo de vida y una labor de rescate y conservación del maíz, mismo que consideran esencial en la cultura mexicana.
Tal es la labor de estos padres y sus seis hijos que a la fecha han logrado producir una variedad cercana a los 100 tipos de maíz. “Nosotros tenemos nombres para el maíz, hay rojo, blanco, amarillo, coral, pinto, naranja, negro; bueno, de negro tenemos de varios tonos, morado y muchos otros más, tenemos como cien que hemos ido logrando con el paso de los años”, dijo Margarita.
La variedad de maíz que ha logrado producir esta familia se debe al trabajo conjunto y los aprendizajes que obtuvieron de las generaciones anteriores, ya que los padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos se dedicaban a esta misma actividad.
Aunque Margarita y Clemente vienen de familias diferentes, los ascendientes de ambos tenían claro que la conservación del maíz sólo podría lograrse con la enseñanza, consejos, educación y respeto a la madre tierra.
A mí mis padres me enseñaron que el maíz es un alimento indispensable para las familias y que debe ser cultivado con amor, paciencia y mucho respeto, a veces no sale la cosecha que se espera, pero la tierra siempre es buena con aquellos que le damos el respeto que se merece
Uno de los cuidados que se tiene para la tierra como parte del respeto que ésta merece es no utilizar químicos para la producción del maíz, lo que hace que sus cultivos sean completamente orgánicos.
“No usamos nada de químicos ni productos que dañen la tierra, usamos abonos especiales que hacemos con alimentos y compostas que aprendimos a hacer desde que éramos pequeños, nuestra intención siempre ha sido que el maíz sea natural y respetar la forma de producción que nos enseñaron porque esa será la única manera de mantener este alimento”, coincidió la pareja.
Es por ello que a la fecha en sus terrenos logran anualmente una producción mayor a las dos toneladas, cantidad que utilizan tanto para su alimentación como para la venta.
Al compartir con los demás sus productos, a cada rincón del país que visitan llevan consigo semilla de maíz y productos derivados de este alimento, como polvo para atole, harina para pan, galletas y tortillas.
Para esta familia su mayor logro es provocar el interés de las personas en conocer sus productos, pero sobre todo generar respeto para el maíz y conciencia sobre la conservación del mismo.