A veces solemos despertar tristes, con pocas ganas para hacer nuestras actividades normales; en otras ocasiones sentimos que tenemos mucha presión y decimos que nos sentimos ansiosos o estresados. ¿Estos sentimientos son normales? ¿Cuándo podemos decir que tenemos un problema?
De acuerdo con el doctor Carlos Contreras Pérez, investigador del Instituto de Neuropatología de la Universidad Veracruzana, nuestro cerebro y el de muchísimas especies tienen la capacidad intrínseca de experimentar ansiedad.
“Esta es una emoción con la que nacemos y es esencialmente adaptativa, es decir, está encaminada a protegernos. El miedo es así, natural y protector; todos lo hemos experimentado ante muchas situaciones de emergencia y en el mejor de los casos esa ansiedad nos prepara para elegir la mejor estrategia que permita sobrevivir. Claro que si esa ansiedad rebasa ciertos límites, nos paraliza, nos enferma y nos expone a alteraciones físicas colaterales”, señala el médico psiquiatra egresado de la UNAM.
Agrega que algo similar ocurre con la depresión: “No podríamos conocer la alegría, sin conocer la tristeza. Si hay alguna pérdida sentimental podemos entrar en duelo, es algo más allá de la tristeza. Pasado un tiempo, se resuelve y nos adaptamos a vivir con esa ausencia. En algunos casos ni siquiera es necesaria una pérdida, simplemente la vida pierde sentido. Esa es la depresión. Habrá que notar que estas dos últimas entidades, la ansiedad y la depresión, son de cierta manera funciones normales de nuestro cerebro, nos permiten adaptarnos al entorno y convivir. Cuando se exageran y se desarrollan como enfermedad, siguen siendo producto de la función cerebral, alterada. Algo ya no está funcionando bien en el cerebro”.
SALUD MENTAL
Existen diversos padecimientos mentales que en general pueden presentarse en cualquier etapa de la vida; de acuerdo con la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica en México (ENEP 2019) se estima que las enfermedades mentales afectan al 30% de la población, siendo los más comunes la ansiedad, depresión, esquizofrenia, trastorno bipolar, entre otros.
Por su parte el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, en un estudio de 2019, señala que uno de cada cuatro mexicanos entre los 18 y 65 años ha padecido en algún momento de su vida un trastorno mental, pero que solo uno de cada cinco recibe tratamiento.
En el marco del Día Mundial de la Salud Mental, el doctor Contreras Pérez nos indica que para tener bienestar “tiene que haber una confluencia de aspectos que van desde estar en condiciones físicas de actuar e intervenir, con propósitos y metas en un ambiente que permita el desarrollo del individuo”.
“¿En qué momento se puede asumir que alguien ya está desarrollando una enfermedad mental? Cuando su personalidad se modifica en forma negativa. La estructura de nuestra personalidad mediante un proceso de desarrollo queda definida cuando somos aún muy jóvenes, pero el proceso es continuo. El trazado de metas factibles, el esfuerzo para alcanzarlas y el aprendizaje involucrado que permite enfrentar nuevas situaciones es lo que podríamos llamar salud mental. Todo ello en un contexto en el que se participe en el medio social tomándolo como base y sin hacerle daño, al contrario, enriqueciendo en cada acción el ser personal y el del grupo y el medio en el que se vive”.
MÁS QUE ECHARLE GANAS
A medida que la ciencia avanza es posible saber más acerca de qué pasa en nuestro cerebro y por qué respondemos de cierta forma ante diversas circunstancias.
“A principios del siglo pasado supimos cómo son las neuronas, las células del cerebro; hacia el primer tercio del siglo pasado comenzamos a saber cómo funcionan y hacia la mitad de ese mismo siglo XX surgieron los psicofármacos. Todo ha cambiado, comenzamos a concebir enfermedades que de siempre se consideraron maldiciones, como la epilepsia; o como cobardía para entender y afrontar la vida, supuestamente la depresión”, indica el investigador con más de 30 años estudiando la depresión y ansiedad.
Agrega que cada vez se comprende mejor que muchos de los padecimientos neurológicos y psiquiátricos están determinados genéticamente, como la esquizofrenia, Alzheimer e incluso la ansiedad y depresión.
Indica que el cerebro “rige y regula todo cuanto hacemos, cuanto sentimos, cuanto creemos, hablamos, escuchamos, incluso cuando decimos mentiras o hacemos daño. Ahí está todo, en la función del cerebro”.
Por tanto, afrontar una enfermedad mental va más allá del “echarle ganas”, pues hay en juego un sin fin de causas que determinan cómo actuamos y enfrentamos algún padecimiento, tal como todo lo que hemos vivimos y aprendido a lo largo de los años.
“Todo cuanto vivimos queda en el cerebro—señala el doctor Contreras Pérez— por lo menos durante algún tiempo. Pero el aprendizaje es un elemento ciego, se aprende a todo: a ser optimista, a ser feliz. En el lado negativo también, no es casual que se repitan pautas de conducta que nos hicieron daño y que se le hagan a otra persona el mismo daño. No hay lesión cerebral, es el aprendizaje, y esto nos puede hacer temerosos o audaces, depende de lo que se le haya alimentado al cerebro. La solución es aprender y diseñar nuevas estrategias, más útiles al individuo y a su entorno”.
Agrega que quienes tienen más éxito “es porque tienen repertorios más amplios y pueden adaptarse a diferentes contextos y salir airosos. Desde luego que esto no es solo verdad para lo que aprendemos en la escuela, se aplica a todas las esferas de la vida. El cerebro siempre aprende y si alguien solo aprende pautas negativas o dañinas, esas son las que van a aplicar, ese es su repertorio”.
MEDIO ENFERMO, PERSONAS ENFERMAS
La salud mental debe ser prioridad y para ello es necesario trabajar en nosotros mismos pero también procurar un ambiente que nos dé un repertorio alentador para afrontar la vida, pues finalmente de ahí nos nutrimos.
“Toda la vida tenemos diversas escuelas, siempre estamos aprendiendo y dependiendo de ello, creciendo o involucionando. La salud mental se tiene cuando todo lo demás es también sano, el organismo, y por supuesto el medio ambiente. No es extraño que un hijo deje a la familia siendo muy joven y quizás inexperto. ¿Por qué lo hace? En muchos casos, porque es el único que está sano. Una familia enferma hace descendencia enferma y lo mismo ocurre con un medio social enfermo, sin olvidar la estrecha relación entre la salud del cuerpo con otras cosas”.
Ante este panorama es necesario también tratar a la sociedad, curarla, y para ello el investigador ve como solución el regreso a los valores.
“Un aspecto fundamental son los valores, estos también son creación del cerebro. Nunca se deben olvidar los valores que nos permiten vivir en una sociedad, en un grupo o en una familia. Valores, valores y más valores; respeto al prójimo, respeto a la manera de pensar y de ser de otros, seguir reglas amables de convivencia, dar la sinceridad que inspira confianza y muchas otras cosas que, desgraciadamente, no se enseñan en las escuelas; eso lo enseñan los ejemplos, no las palabras. Cada vez es más difícil engañar a alguien con palabras. Es triste llegar a tener que fijarse más en lo que otro hace y muy poco o nada en lo que dice. Y es una pirámide, los valores tienen que venir desde arriba y de ahí descender, así sea en una familia, una tribu, un salón de clase, una ciudad o un país”.
CUIDAR NUESTRO CEREBRO
El cerebro es un órgano más del cuerpo, señala el doctor Contreras Pérez, y tiene la capacidad de enriquecer su función por sí mismo y ser más eficiente cada vez, pero es un órgano más y como tal, también es susceptible de envejecer, fallar y enfermar.
Siendo el cerebro una parte de nuestro organismo requiere de exactamente los mismos cuidados y más aún cuando se trata del órgano que regula nuestras sensaciones, nuestro movimiento, nuestro pensar y por si fuera poco también las funciones del corazón, pulmones, en fin, todo. Entonces todo aquello que se haga en el organismo repercutirá, tarde o temprano, en la función del cerebro. Una dieta saludable, el ejercicio físico, todo ello repercute en el buen funcionamiento del cerebro.
Pero también cuenta entrenarnos para pensar más y mejor: “Nadie nace siendo inteligente, nadie ha podido demostrar que hay un gen de la inteligencia, entendiendo por inteligencia la capacidad para afrontar y resolver problemas; la inteligencia y sus componentes, como la atención y la memoria, se desarrollan y retroalimentan a sí mismas. Así como se deben ejercitar cotidianamente nuestros músculos, también es conveniente hacerlo para el cerebro: estudiar, reflexionar, aprender, resolver problemas, por ejemplo, el ejercicio constante, de por vida”.