VERACRUZ, Ver.- El 19 de septiembre de 1985, el médico Raúl Deveze Bocardi se encontraba de guardia en el Hospital de Oncología del Centro Médico Nacional Siglo XXI del IMSS, en una sala con siete pacientes internados junto a material radioactivo, en esa fecha tuvo un acto de heroicidad al salvar a enfermos y al hospital. Casi 35 años después, a los 72 años de edad, volvió a ser héroe, al enfrentarse al Covid-19, pero esta vez su labor médica lo llevó a la muerte. Al momento de iniciar el sismo que sacudió al entonces Distrito Federal, en 1985, el galeno evaluó el peligro que corrían no solo sus pacientes sino el hospital entero y corrió a poner en resguardo el material, “salvando así al Hospital de Oncología y al IMSS de un terrible accidente nuclear, y vidas, pues evitó la liberación de alguna fuente radiactiva”.
La sonrisa de Raúl Deveze Bocardi, médico oncólogo, era un bálsamo para los pacientes que llegaban a él en el peor momento de sus vidas: buscando respuestas a sus padecimientos o en medio de diagnósticos aterradores. Durante décadas, cientos de personas llegaron al consultorio del médico y recibían de él no solo un tratamiento sino también acompañamiento durante un proceso que para algunos duraba años.
Su vocación médica no solo abarcó el ejercicio de esta sino también la enseñanza.
En últimos años como académico de Instituto de Investigaciones Médico Biológicas de la Universidad Veracruzana (UV) mantuvo siempre la entrega, responsabilidad y dedicación con sus alumnos, además de que participó en diversas investigaciones y congresos de especialistas.
Tras su muerte, se hizo pública una acción heroica que Raúl Deveze Bocardi tuvo el 19 de septiembre de 1985, cuando arriesgó su propia vida para poner a salvo a los pacientes que tenía a su cargo, así como para resguardar el materia radiactivo que había en la sala que atendía en el Hospital de Oncología del Centro Médico Nacional Siglo XXI del IMSS.
“Y el virus llegó de frente y sin ningún descaro nos deja en la lona. En el Instituto de Investigaciones Médico Biológicas (IIMB) estamos de luto por la lamentable pérdida de un excelente ser humano y oncólogo que lo dejó todo con humanismo por y para sus pacientes”: José María Remes Troche, director del IIMB de la Universidad Veracruzana.
“Era un excelente oncólogo y me acompañó en toda la lucha que libré contra el cáncer. Fue mi médico y guía en todas las decisiones médicas que fue necesario tomar. Dios se llevó a un gran especialista, pero también a un gran ser humano”: o Rocío Ojeda Callado, quien fue su paciente por 10 años.
Raúl Deveze Bocardi falleció en el Hospital de la Beneficencia Española, después de diversas complicaciones causadas por el Covid-19.
ANDREA, "EL ALMA" DE LA CONSULTA EXTERNA
COATZACOALCOS, Ver.- Aunque la carrera de Enfermería prepara para el trabajo diario, hay muchas cosas sobre cuidado de pacientes que no se aprenden en las aulas, era ahí donde empezaba el papel de Andrea Hortensia Pérez Díaz, de 40 años de edad, quien capacitaba a las nuevas generaciones de enfermeras y enfermeros que llegaban al Hospital General de Zona Número 36 del IMSS en Coatzacoalcos.
Andrea formaba parte del grupo de enfermeras experimentadas que capacitaban a los nuevos enfermeros, ya que conocía la forma de operar de todas las áreas. Su carácter alegre y la paciencia que tenía siempre con los nuevos fue la clave para que médicos, enfermeras e integrantes del personal administrativo tuvieran en ella a una amiga en quien confiar.
Andreita —como la llamaban cariñosamente sus compañeras— era el “alma” de la consulta externa en el hospital. Y es que, aunque fue rotada a varias áreas durante los 23 años que sirvió en la institución, fue en la consulta externa donde más fue reconocida. Era la encargada de recibir a los pacientes que llegaban a una primera atención, incluso orientaba a muchas personas sobre los trámites y procesos que tiene el Instituto Mexicano del Seguro Social. Eso la convirtió en el alma de un área que para muchos suele ser sumamente estresante.
“Tuve la grata experiencia de conocerla cuando fui llamado a apoyar en la consulta externa. Ella resolvía mis dudas que, dicho sea de paso, eran muchas, ya que no era un médico acostumbrado a la consulta externa. Tratarla en esos días me bastó para notar su amabilidad, calidez humana y alegría, porque si algo recuerdo de Andy es una sonrisa siempre en su rostro”. Con esas palabras la despide el médico José Manuel López Méndez a Andrea. Fue en la consulta externa donde la enfermera pudo haberse contagiado de Covid-19. Días antes de que sus síntomas comenzaran a presentarse se registraron varias aglomeraciones en los pasillos del hospital del IMSS.
Muchas de las personas que interactuaron con la trabajadora fallecida tenían síntomas como tos y gripa y se les atendió sin tener las medidas de protección necesarias, a pesar de que Coatzacoalcos tenía ya casos positivos y propagación comunitaria del virus. “Ella al estar en la consulta trató con muchas personas y a ellos (el personal de la consulta externa) no se les daba equipo de protección, nada más tenían el puro cubrebocas”, cuenta Diana, compañera de Andrea. Los primeros síntomas que presentó fueron fiebre y malestar general. Fue entonces cuando se le dio una incapacidad de 14 días, con el fin de que pudiera pasar la enfermedad en casa. No obstante, en ese tiempo los síntomas de Andrea aumentaron, por lo que tuvo que ser hospitalizada. Estuvo unos días intubada, pero su cuerpo no respondió al tratamiento y falleció el 6 de mayo.
DE ESTUDIANTE DISPERSO A ENFERMERO AMOROSO
15 días antes de enfermar de Covid-19, Daniel Alejandro, enfermero de 25 años, había obtenido su plaza interina en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Recién egresado de la Facultad de Enfermería de la Universidad Veracruzana (UV) y con apenas 4 meses de casado, el joven tenía muchos planes a futuro junto a su esposa Azul, también enfermera de profesión.
Sin embargo, la llegada de virus SARS-CoV-2 en su forma más grave provocó que Alejandro muriera 7 días después de ser diagnosticado con Covid-19 y que se convirtiera en el trabajador más joven del Hospital de Zona número 36 del IMSS de Coatzacoalcos en perder la vida por esta causa.
EL CONTACTO CON PACIENTES LO HIZO ENFERMERO
La vocación por la enfermería nació en Alejandro el primer día que tuvo contacto directo con sus pacientes, haciendo ya el servicio social. Antes de eso era un estudiante al que no le gustaba hacer tareas y que en ocasiones se quejaba de la escuela. Una vez egresado de la facultad, la transformación de Alejandro fue total: de un estudiante disperso llegó a convertirse en un enfermero amoroso y entregado. Quienes lo vieron trabajar cuentan que en todo momento veló por el bien de los pacientes y era responsable con ellos. La atención que les daba a los pacientes iba más allá del cuidado físico, ya que siempre decía que había que escucharlos porque 5 minutos de atención podían hacer maravillas en la recuperación de un enfermo. Esa fue una de sus enseñanzas.
SU AUSENCIA PESA
“Cuando nos empezó a rebasar la pandemia muchos compañeros se empezaron a incapacitar, entre ellos estuvo Alejandro. Aún seguimos sin creerlo porque era un hombre muy feliz, carismático y solidario. Despertar en la mañana y ver que Alejandro había muerto fue muy impactante, lloramos y comenzamos a cuestionarnos muchas cosas entre todos. Alejandro anhelaba ser jefe y hacer una especialidad. Como era eventual pasaba por muchas áreas y todo el hospital lo conocía”, señala Diana Castro Ocampo, enfermera auxiliar del HGZ 36 del IMSS Coatzacoalcos.
LA DESPEDIDA
Los síntomas de Covid-19 empezaron a manifestarse en Alejandro el 30 de abril y un día después, el 1 de mayo, fue diagnosticado de manera formal. Cuatro días más tarde y luego de presentar dificultad para respirar, el joven enfermero ingresó como paciente a la misma clínica del IMSS en la que trabajó. Ese fue el último día en el que Azul vio al que fue su pareja durante 9 años, ya que a partir de ese momento los síntomas del joven fueron aumentando y finalmente el 7 de mayo falleció a causa de un paro cardiaco, mientras los médicos intentaban intubarlo.
La última vez que Azul escuchó la voz de Alejandro fue una hora antes de su muerte, la mañana del 7 de mayo cuando le avisó que iba a ser intubado, pero le dijo confiado que estaría bien. Esas palabras reflejaron por completo el carácter del enfermero que, según quienes lo conocieron, era un hombre positivo, feliz y lleno de buena vibra.
"MAURY" AMABA SER TRABAJADORA SOCIAL
VERACRUZ, Ver.- Estaba por recibirse como licenciada en Trabajo Social, solo era cuestión de un trámite que se aplazó por la pandemia del Covid-19 y aunque no era necesario que trabajara como eventual, acudió al llamado para apoyar el trabajo ante la gran cantidad de enfermos que estaban llegando en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estados (ISSSTE).
Maurilia Cruz Acá, de 51 años de edad, Maury como la llamaban sus amigos y familiares, se convirtió en la primera trabajadora social que falleció por Covid-19.
Nahomy Callejas Cruz recuerda a su mamá como una mujer apasionada de su trabajo, siempre dispuesta a ayudar a los demás, por ello no le importó el riesgo que representaba trabajar en medio de esta pandemia y se presentó ante el ISSSTE de Díaz Mirón para prestar sus servicios. “Ella entró a trabajar en el mes de marzo, le pidieron apoyo porque el personal que tenía padecimientos se fue a casa y hacía falta gente; en abril la cambiaron al área de Covid y ahí se encargaba de recibir a los pacientes, tenía que hacer el papeleo, pasar lista y estar pendiente”, dijo.
En los días posteriores al trabajo empezó con una gripe que después le hizo perder el sentido del gusto y el olfato, hasta que falleció el pasado martes 19 de mayo, cuando ya tenía el 90% de sus pulmones congestionados a causa de la enfermedad. La prueba del Covid se la había realizado días antes y los resultados se los entregaron el sábado 16.
“Ella empezó con una gripa, después comenzó a perder el olfato y el sentido del gusto, se fatigaba mucho (...) Una vez que la internaron el doctor nos dijo que tenía el 90% de sus pulmones congestionados y que estaba muy delicada. Por la mañana del martes todavía se logró levantar y tuvo un accidente en el baño que se enredó con sus chanclas, pero quizá cuando la intubaron vino la complicación”, dijo.
Maury se había recibido como técnica en Trabajo Social y ejerció su profesión como personal de contrato en el ISSSTE por 18 años, más tarde, con dos hijos también profesionistas, decidió estudiar en la UPAV para recibirse como licenciada en Trabajo Social. “Mi mamá amaba su trabajo, nunca pudo entrar a trabajar como de base, luchó mucho pero de todos modos estaba feliz con lo que hacía, era alegre, nunca la vimos enojada por cuestión de su trabajo, así le hicieran lo que le hicieran ella siempre estaba dispuesta a ayudar, estuvo a punto de titularse, ya había terminado la licenciatura y su tesis, era cuestión de papeleo, pero no lo logró, estaba en proceso”, recuerda.
Nahomy lamentó que la labor del Trabajo Social no es muy reconocida a nivel país, además que el sueldo que reciben es muy bajo, por lo que insistió en que el trabajo de su mamá era más amor y servicio a la comunidad. “Mi mamá no necesitaba trabajar como eventual y menos en medio de esta pandemia. El salario de trabajadora social es muy bajo y de eventual peor, me duele que por tan poquito dinero mi mamá perdió la vida, pero entiendo que no era el dinero, ella amaba su profesión y por eso entró a la boca del lobo (...) Me gustaría que se reconozca más al equipo de trabajo social, en esta pandemia solo reconocen a doctores y enfermeras, pero las trabajadoras sociales también son primera línea y están al frente en esta contingencia”.
Con información de Ingrid Ruiz | Diario de Xalapa