Xalapa, Ver.- Se puede mitigar el daño ecológico causado por la mano del hombre a través de actividades como la ganadería, gracias a los cercos vivos de los cuales en Veracruz hay muchos ejemplos desde Xalapa hasta la línea costera, Actopan y en la región de Los Tuxtlas, donde se puede apreciar cómo éstos interconectan fragmentos de selva, aunado a los árboles que se han sembrado junto a los ríos, destacó el académico e investigador del Centro de Investigaciones Tropicales de la Universidad Veracruzana Juan Carlos López Acosta.
Entre 80 y 90 por ciento de las especies de los cercos son útiles, eso además de las que llegan de manera independiente gracias a la polinización de las abejas o los colibríes. Los cercos vivos son esas líneas verdes, muy bonitas, obra del hombre, que han sido una manera de manejar el paisaje, desde el Cofre de Perote hasta Los Tuxtlas, explicó.
Puntualizó que la forma es entender lo que nos rodea y cómo interactúa el hombre con la naturaleza, lo que incluye manejos, formas, desafíos, de cómo se utiliza ésta y saber que hay maneras mucho más amables de hacerlo, pues si bien se ha modificado el entorno, los cambios han resultado en ambientes idóneos donde interactúan aves, murciélagos, monos, abejas, insectos y escarabajos.
Explicó que los cercos vivos vienen desde la época de la Colonia, y consisten en que las personas en lugar de poner alambradas, postes de concreto o madera han optado por árboles que a su vez son fuentes de alimento, medicina tradicional, lo que baja la presión sobre los bosques porque las personas ya no tienen que ir a éstos porque lo que necesitan lo tienen en sus cercos.
En Veracruz hay infinidad de casos que han configurado el paisaje, por ejemplo en Xalapa que es zona de bosque mesófilo de montaña se han utilizado los árboles de colorín, que a su vez son una fuente rica de alimento a través de los gasparitos.
Otro es que se ha formado con izotes, cuya flor es comestible; así como los de palo mulato, que posee características medicinales, tanto en esta región y en el trópico; en Misantla se han realizado con el árbol del cachichín, muy arraigado en su cultura medicinal y gastronómica, entre otros.
Los cercos vivos son una solución ingeniosa, alimenticia, medicinal, y alrededor de ellos se crea una promoción del uso de esos árboles y así se modifica lo que no se creía poder hacer, hacerse de recursos económicos, convirtiéndose así en una ventaja.
Esta es una de las cosas que se ha hecho bien, destacó López Acosta, pues puede ser manejada de manera eficiente y da la pauta para solucionar el impacto sobre la naturaleza y la crisis de biodiversidad, pues salir adelante no está peleado con el uso de los recursos sino que es el abuso lo que ha llevado a su afectación.
Reiteró que los cercos forman parte de rutas que se han hecho a través de los años, por lo cual gracias al trabajo de aves y abejas, éstos se han enriquecido con plantas medicinales así como con especies de chile chilpaya que aparecen en éstos de manera espontánea.
Otra de sus ventajas es que funcionan como autopistas entre fragmentos de bosque donde aves, murciélagos y hasta monos se conectan y crean redes donde la naturaleza puede expresarse en algo tan sencillo; representan una manera muy interesante de interconectar flujos de animales y especies vegetales, que a la vez que incrementan disminuyen algunos factores del cambio climático.
Los cercos, concluyó, se pueden combinar con los bosques manejados, y con especies de alto valor económico como la palma camedor, que se combinan con caminos de manejo eficiente, lo que en conjunto ayuda a mitigar gran parte de los impactos negativos que ha provocado la mano del hombre.
Sí se pueden hacer cosas buenas, puntualizó López Acosta, quien dijo que eso de culparse por lo que hicimos mal ya quedó atrás, porque se puede recuperar la naturaleza poniendo en práctica la lección, de ahí viene la idea de valorar otros tipos de manejos forestales.