CÓRDOBA, Ver.- María pagó cinco mil pesos para que le realizaran un aborto en una clínica de Orizaba. Se lo hicieron, se fue a su casa... y dos meses después supo que seguía embarazada. ¿Qué pasó? Narra que supuestamente sí abortó, pero que en su vientre habría habido dos embriones, “igual y eran gemelos”, le dijo la doctora que la atendió.
El testimonio de María (nombre ficticio debido a la protección de datos, pero con quien esta reportera platicó directamente) es uno más de los que en esta región se practican en las sombras. El caso de María en particular es distinto porque pese a que el procedimiento supuestamente fue exitoso, el resultado de dicha intervención no fue el esperado.
“Fui con mi novio y fue como si fuera una consulta de ginecólogo normal, te atienden, te arman un expediente, cobran creo 300 pesos la consulta y al entrar te recuestan para revisar el vientre, lo palpa y dependiendo de eso pues te dice como lo siente”, relata María, quien agrega: “es muy buena en eso la doctora, procede a dar fechas de parto, análisis, vitaminas y es entonces cuando la paciente indica que no desea tenerlo”.
“Ella fue súper fría y práctica, me dijo que sí, que tenía que ser antes de la semana 12 y que costaba 5 mil y debía ir en ayunas”, recuerda la joven.
“Le cuestioné cómo era el proceso y la doctora me indicó que era mediante una aspiración y que no había ningún tipo de riesgo, pues es un hospital y no pasaría nada”, recuerda la entrevistada, quien sin decirnos el lugar exacto de ese hospital nos indicó que está ubicado en Orizaba.
REGRESÉ MANEJANDO TRAS LA OPERACiÓN
“El día de la intervención —agrega María en su relato— fui con un ayuno de 8 horas, al entrar entregué el papel que me daba el acceso al cuarto y me fue entregada una bata y me pusieron suero, a la media hora entré al quirófano caminando y me pusieron el oxímetro en el dedo y un medicamento para empezar a marearme o dormirme hasta que llegó el anestesiólogo, después de esto solo recuerdo haber subido las piernas en una camilla”.
La aspiración es un procedimiento en donde no hay raspado, no dura más de 15 minutos, a diferencia del legrado en donde sí raspan y lleva más de riesgo de dañar algún órgano por la introducción de un instrumento, no obstante en ambos procedimientos existe anestesia, nos explicó María, quien dijo que tras la intervención pasaron dos o tres horas y pudo retirarse por su propio pie con una receta para la inflamación, dolor o infección.
“Me fui manejando a mi casa, fui a cenar y compré las medicinas para el dolor y no hubo gran problema ese día…”, recuerda.
Narra que esto ocurrió en enero de 2018, pero sería poco tiempo después cuando empezarían síntomas inusuales: dolor de cadera, náuseas, depresión, vómito y cansancio fueron parte de las reacciones que su cuerpo le hacía ver que algo no iba como lo planeaba.
LAS PREOCUPACIONES CAMBIARON CON NOTICIA
“Como el periodo se altera no sabía cuando me iba a bajar, pero en enero no vino mi menstruación, en febrero tampoco, entonces me sentía muy cansada, subí de peso y me sentía triste, por ello regresé a la clínica en marzo”, narró.
El procedimiento fue el mismo: llamó, solicitó una cita, se agendó la consulta y al llegar al consultorio y tras la revisión la doctora le realizó un ultrasonido que mostraba un feto vivo de 16 semanas, fue entonces cuando María supo el sexo del producto que ya crecía en su vientre.
“Me atendió la misma doctora con la que había ido y me tocó y me dijo que ahí seguía y que quizá eran gemelos, ya que en la primera consulta me dijo que el que sacó estaba grande, y me repitió, igual eran gemelos”, indicó. Esto fue una sorpresa para María, quien hoy tiene un hijo de 2 años, sano y grande.
En esa última consulta María cuestionó a la doctora, pues ella había pagado 5 mil pesos por un procedimiento que no salió como esperaba; la doctora respondió que no podría hacer nada porque ya sería muy arriesgado intentar algo con una gestación de cuatro meses; lo que procedió fue una receta muy distinta a la de la consulta anterior. Esta vez entre las medicinas se incluían vitaminas y análisis para llevar el control de embarazo.
La joven comenta que después de eso las preocupaciones eran distintas, cambió “el chip” por saber que el bebé estuviera bien, pues en cuatro meses no se había cuidado.
Es un trauma muy fuerte el impacto de saber que sigues teniendo adentro un bebé, no tuve ningún tipo de limitante, yo seguí haciendo mis cosas, cargando, comiendo, también me tomé alguna bebida con alcohol, son cosas que cambian la forma de vida de una persona que no esperaba una responsabilidad tan grande en ese momento.
María hoy trabaja para mantener a su único hijo, es madre soltera y su familia la respaldó al final.
“Es algo feo, te sientes súper sola, desprotegida, vulnerable, yo lo hice porque no quería traer un hijo sin tener un respaldo económico, familiar; sobre todo por todos los prejuicios que tienes en la cabeza, los valores, el qué dirán, miedo si algo pasa, es todo; se conjunta y te lleva a tomar esas decisiones”, finalizó.