Viven en pobreza extrema y no lo saben; no tienen agua potable ni drenaje

De acuerdo con el Coneval, 69.8% de los habitantes de Tehuipango viven en esta situación

Cynthia Sánchez

  · martes 25 de junio de 2019

La principal actividad de las mujeres son las labores del hogar. /Foto: Eduardo Murillo

TEHUIPANGO,Ver.- Ana atiza las llamas del fogón, el crujir de los leños que arden viene acompañado de una nube de humo grisáceo que se dispersa en la habitación de madera y flota escapando por las rendijas que hay entre las paredes y el techo de lámina.

Es casi mediodía. No hay ningún reloj en la casa de una sola pieza de paredes de madera y techo de lámina, pero Ana lo sabe y se apresta a jalar agua de una palangana de azul deslavado, se moja las manos y comienza a transformar el nixtamal, que hace no mucho molió, en perfectas bolitas de masa que bajo sus manos se vuelven círculos aplanados que echa al comal.

En un extremo de la plancha herrumbrada por los años de uso, una cazuela de una sola oreja, cuyo color ahora es el hollín, contiene el guiso del día: chícharos machacados y fritos con cebolla y tomate. Por la puerta trasera del patio entra un aire frío, pese a que el sol está en lo alto.

“Yo siempre he sido de aquí, pero yo no fui a la escuela”, dice mientras su mirada vigila cómo la masa se infla en una orgullosa tortilla amarillenta. Sus manos no paran de tortear y echar, sus movimientos son ágiles, monótonos, aprendidos desde hace demasiados años atrás. En su rostro de cáscara de nuez se adivina una chiquilla traviesa que tal vez correteó tras unas gallinas como las que ahora picotean a su alrededor en busca de las pequeñas migajas de masa que se escapan al suelo de tierra.

POBREZA, MÁS QUE NÚMEROS

Tzacuala Primero es una de las 53 comunidades que conforman Tehuipango, el municipio del estado con más alto índice de rezago social y el sexto a nivel nacional.

Como Ana, el 96.5% de su población vive en pobreza, de las cuales 69.8% se ubica en pobreza extrema, esto de acuerdo con datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval 2015).

Según el Coneval, “la pobreza extrema es cuando una persona tiene tres o más carencias de seis posibles dentro del Índice de Privación Social (IPS) y que, además, se encuentra por debajo de la línea de bienestar mínimo. Las personas en esta situación disponen de un ingreso tan bajo que, aun si lo dedicase por completo a la adquisición de alimentos, no podría adquirir los nutrientes necesarios para tener una vida sana”.

Las seis privaciones a las que hace referencia el IPS son rezago educativo, acceso a los servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, acceso a los servicios básicos de la vivienda y acceso a la alimentación.

Ana no sabe que vive en pobreza extrema, no sabe que forma parte de los porcentajes ni que encaja en las definiciones, sólo sabe que hace dos comidas al día, café o té por las mañanas y un guiso de vegetales o leguminosas a mediodía acompañado de tortillas frescas.

Sabe que no tiene agua potable, la que reparte el Ayuntamiento en pipas la almacena en un tanque y la raciona para que le alcance el mayor tiempo posible, porque “luego la tardan y hay que irla a traer allá abajo”, dice señalando con un ademán hacia una vereda que se pierde entre los arbustos.

Tampoco tiene drenaje, usa fosa séptica, aunque sí tiene luz, la cual usa para dos focos y una vieja radio. No tiene refrigerador, lavadora o televisión. Los dos hijos chicos que le quedan en casa hacen la tarea en una mesa de madera que también es el comedor. En la habitación hay dos camas. Viven tres personas.

Cada 15 días va “al centro”, es decir, a Tehuipango, la cabecera municipal, a comprar un costal de maíz. Carne, muy de vez en vez, ahora menos desde que suspendieron el Prospera, único sustento para muchas familias, sobre todo las encabezadas por mujeres.

LAS MONTAÑAS, REGIÓN DE POBREZA

En Tehuipango se habla el náhuatl, el 52.68% de su población no habla español; forma parte de la región de las Altas Montañas que aglutina 57 municipios, de los cuales 16 tienen un “muy alto grado de marginación” y 17 un “alto grado de marginación” (Conapo 2015).

En el mapa forma parte de una masa de 12 municipios con pobreza extrema, entre ellos Mixtla de Altamirano, el séptimo con muy alta marginación del país. Es decir, quienes viven ahí no tienen posibilidades de empleo o mejora social cercana, porque todos comparten la misma situación. La única opción es migrar a otro estado o incluso irse a Estados Unidos.

“Los muchachos se van a trabajar a estados vecinos, al norte o incluso a Estados Unidos, aquí en la comunidad luego anda una camioneta que viene a buscar gente para ir a trabajar para la pisca de fresa o de tomate, y pues se van, no tienen de otra”, indicó Juan Carlos Polo Hernández, coordinador del Telebachillerato Comunitario Zacuala I.

Falta de agua y drenaje, servicios de salud limitados con poca cobertura de medicamentos, carencia de oportunidades laborales e infraestructura carretera destruida son parte de los obstáculos que la población padece día a día.

Para las mujeres su principal actividad son las labores del hogar o la venta de algunas hierbas u hongos de traspatio, para los hombres es la albañilería o irse como jornalero.

Este año, de acuerdo con el Presupuesto de Egresos para el ejercicio fiscal 2019 publicado en la Gaceta Oficial de la Federación, a Tehuipango le fueron asignados 109 millones 744 mil 112 pesos, lo que equivaldría a unos 353 pesos diarios por habitante (25 mil 875, Conapo 2018) para mejorar su calidad de vida.

El alcalde Rufino Contreras Medrano señala que son muchas las carencias en su municipio, pero las que más le preocupan son la falta de red de agua potable y drenaje y la rehabilitación de carreteras. “El problema de las carreteras es que nos urgen por los traslados de los pacientes, es prioridad, es lo que más nos han pedido los habitantes”, indicó.

En el municipio sólo se cuenta con tres centros de salud que operan mediodía de lunes a viernes; los pacientes de urgencias deben ser trasladados al hospital del municipio Tlaquilpa, a media hora de distancia, o al hospital de Zongolica, a una hora, pero el camino destrozado y con baches profundos hacen del viaje una peligrosa travesía, más cuando se lleva prisa.

“Es cierto que estamos marginados, en pobreza; no hay trabajo, aquí no hay para que las personas puedan encontrar empleo, tienen que salir a buscar a otros estados, al corte de uva, de fresa; nosotros tratamos de gestionar programas o proyectos, pero no se da abasto, no es suficiente lo que llega”, indicó.

Ana saca las últimas tortillas del anafre y las coloca junto con las otras en una olla cubierta con una tela blanca de flores bordadas. Se limpia con la manga la frente sudorosa y mira hacia la puerta, donde un perro que luce las costillas cruza con desgano el umbral y se echa pesadamente bajo la mesa, levantando una leve nube de polvo.