El consumo de alcohol y drogas, ser hijo de padres separados, familiares con antecedentes penales, vivir fuera de casa y los maltratos físicos son algunas de las condiciones de vulnerabilidad que contribuyen a que los adolescentes se involucren en actividades delictivas.
El Informe Especial Adolescentes: Vulnerabilidad y Violencia, publicado por la CNDH (Comisión Nacional de Derechos Humanos) y el CIESAS (Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social), reporta –entre otros factores– que estas situaciones de vulnerabilidad que los y las adolescentes han enfrentado y que precedieron en buena parte contribuyeron a sus actividades delictivas.
Apoyado por los resultados de entrevistas realizadas a la población adolescente privada de su libertad, de 14 a 18 años, en 17 entidades federativas, entre ellas Veracruz, el estudio permitió concluir que una buena parte de los adolescentes escuchados atravesaron por experiencias difíciles y dolorosas que les han producido daños importantes y que ellos, a su vez, han replicado en los demás.
“Desafortunadamente, los elementos que les brindan los centros de internamiento no siempre les permiten hacerse cargo de su responsabilidad, a comprender a fondo su situación y estar en condiciones de reparar los daños físicos y emocionales que han sufrido y que han hecho padecer a otros”, detalla el informe.
Asimismo considera que cuando los adolescentes traumatizados violan las leyes y se involucran en actividades delictivas, incluso de manera repetida, ellos aún necesitan y merecen la ayuda de los adultos.
“Con mucha frecuencia los sistemas de justicia se apoyan en respuestas punitivas y hacen juicios que resultan tan dañinos como inefectivos para los adolescentes infractores”, refiere el reporte especial.
Hasta 2016, de acuerdo con el Centro de Internamiento Especializado para Adolescentes en Veracruz, se reportaba un total de 43 adolescentes internos (42 hombres y una mujer), acusados de delitos como homicidio, secuestro, robo con violencia, violación, pederastia, lesiones, delincuencia organizada, robo de vehículo, feminicidio y extorsión.
Antes de ser privados de su libertad, 68% de la población adolescente entrevistada consumían alcohol y drogas; 62% tenían padres separados; 60% tenían uno o varios familiares que habían estado en prisión; 57% reportaron que las personas con las que vivían consumían alcohol frecuentemente; 43% se salieron de su casa (temporalmente o de manera definitiva), y 40% sufrían maltratos físicos frecuentemente.
Otro grado de vulnerabilidad a la que quedaron expuestos los y las adolescentes que participaron en infracciones graves fue haber abandonado la escuela. Los motivos de deserción escolar van desde problemas económicos, necesidad de trabajar, o simplemente porque la escuela les parecía aburrida y nada interesante.
Dentro de los testimonios incluidos en el informe especial de la CNDH, se relata la historia de Hilario, un joven interno en Veracruz, quien salió de su casa a los 16 años para ir a trabajar. Vivió solo durante un año y después regresó a vivir con su madre y hermanos. Él desertó de la escuela cuando iniciaba la secundaria, pues no le interesaba y prefería irse con sus amigos.
Los padres de Hilario se separaron cuando él tenía siete años. Su padre laboraba en el campo mientras que su madre trabajaba haciendo limpieza en las casas. Durante el tiempo que vivió solo, se juntó con un grupo delictivo que le pedía guardar droga. Luego comenzó a trabajar por su cuenta.
Hilario fue acusado de haber matado a una chica en un hotel “por problemas personales” y continúa pagando su sentencia.
De acuerdo con la encuesta levantada en centros de internamiento para adolescentes en 2016, en Veracruz se reportó que la modalidad de la actividad delictiva estaba relacionada, en primer lugar, con el crimen organizado; en segundo, con pandillas y, en tercer lugar, como un acto individual.
Otro de los hallazgos en esta encuesta da cuenta de las condiciones de internamiento: 37% de los adolescentes dijeron ser inocentes, y 70% refirieron haber sido golpeados por la policía.
Según el Censo Nacional de Procuración de Justicia Estatal 2017, realizado por el INEGI, dentro de las averiguaciones previas e investigaciones en materia de adolescentes, según etapa del proceso, en Veracruz se reportaron 125 abiertas, 54 determinadas y 71 pendientes, hasta el 31 de diciembre de 2016.
En ese año, el total de adolescentes inculpados registrados en averiguaciones previas iniciadas e investigaciones abiertas fue de 138 menores, de 12 a 18 años de edad.
FAMILIA Y SUEÑOS DE ADOLESCENTES
A pesar del entorno de desintegración familiar y maltrato sufrido, los y las adolescentes lo que más extrañan es a su familia, la gran mayoría desearía salir para trabajar, estudiar y poder estar con sus seres queridos.
Para ellos, las personas más valiosas en su vida y quienes más los han apoyado son sus madres.
Sólo 1% refirió que quisiera salir para seguir vendiendo drogas y robar.
Al preguntarles cuál sería su sueño más grande en la vida, lo que más desearían poder alcanzar, respondieron, es ser profesionista y tener buen trabajo, poder formar una buena familia y tener una casa.
Un joven veracruzano dice que, cuando salga, lo que más le gustaría poder hacer es “trabajar y ayudar a mi familia”, y que su mayor sueño sería “tener un trabajo, hacer una carrera, tener un buen hogar y un carro”.
Otro chico de Veracruz expresó que lo que más quisiera es “recuperar el tiempo perdido con mi familia”.