A ninguno de los grupos que participó en la Revolución Mexicana les convenía “calentar la plaza” de Guanajuato. ¿La razón? Era desde entonces el centro logístico del país y por el que a través del ferrocarril se podían enviar los cargamentos de armas y balas del norte hacia el centro de la República y en viceversa, el dinero para la adquisición del parque.
Juan Manuel Reyes Mercado, investigador de la Universidad de Guanajuato y estudioso del tema de la Revolución Mexicana en territorio guanajuatense, afirma que si no hubo grandes batallas en el estado fue porque a ningún grupo le convenía que el ferrocarril dejara de circular, pues sabía que perdían la oportunidad de allegarse dinero o de hombres para seguir combatiendo.
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“Por eso ninguna de las estaciones fue atacada, a lo mucho que pasó fue el saqueo de trenes que cargaban parque, pero dinamitar una vía era darse un balazo en el pie. Por eso las vías férreas de Guanajuato se mantienen, porque no hubo sabotajes y desde entonces Guanajuato jugó un papel importante en el tema de logística, pues era obvio: calentar la plaza obligaba a peligrar que el tren circulara y ni los del norte ni los del centro se iban a dejar ganar el terreno”, señala.
Pero, ¿qué ha pasado con las vías y las estaciones de ferrocarril de Guanajuato?
Desde 1996, las últimas vías de ferrocarril que eran propiedad de la Nación y que fueron importantes en la Revolución Mexicana pasaron a ser propiedad de la empresa Ferrocarriles de México, que recién se había privatizado, la cual incluso realizó trabajos de rehabilitación para mantener la esencia de la misma.
La llegada del ferrocarril a Guanajuato se produjo en 1877, cuando el entonces gobernador Francisco Z. Mena consiguió por parte del presidente Porfirio Díaz la concesión que le autorizaba construir y explotar el ferrocarril, pues desde entonces ya se pensaba que el estado fuera el centro logístico del país y la conexión intermedia entre el centro y el norte.
La concesión de Francisco Z. Mena contemplaba construir la ruta Celaya a León, pero con un ramal hacia Guanajuato capital, por lo que se hacía necesario pasar por Salamanca, Irapuato y Silao, zona que actualmente se le conoce como el Corredor Industrial.
Por la misma ruta del ferrocarril correría la línea telegráfica, por lo cual a Guanajuato se le confió ser el enlace de comunicación más importante en ese entonces para el país.
Nadie pensaba lo que vendría después, pero lo cierto es que en la Revolución Mexicana nadie se atrevió a sabotear la línea de ferrocarril, porque era perderlo todo, más que querer ganar algo”.
La privatización de Ferrocarriles de México vino a romper con algunas rutas, como la que llegaba con pasajeros hacia Guanajuato capital, pero mantuvo las de carga y eso benefició a estaciones como las de Irapuato, Celaya y Empalme Escobedo, en Comonfort, estas dos últimas ciudades en las cuales se tiene registro que el Ejército Carrancista robó un parque de 14 vagones en cada estación de las tropas de la División del Norte y que tenían que llegar a la Ciudad de México.
Hoy la red ferroviaria de Guanajuato sigue funcionando y es la que permite que desde el Bajío se puedan seguir enviando productos hacia el norte del país.
Por ejemplo, desde Apaseo el Grande salen vagones cargados de camionetas Toyota tumbo a Tamaulipas incluso hasta Tijuana, las cuales son enviadas posteriormente a Estados Unidos vía terrestre.
Nota publicada en El Sol de Irapuato