Durante el primer semestre de 2020, un total de 277 mexicanos perdieron la vida en su intento por cruzar de manera ilegal a Estados Unidos. De ellos, 118 no han sido identificados, por lo que sus cuerpos serán depositados en fosas comunes o bien esperarán por años en los forenses estadounidenses a que alguien los reclame.
De acuerdo con las cifras oficiales de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), el desierto de Arizona sigue siendo una tumba para los migrantes mexicanos al concentrar el mayor número de muertos con una cifra de 88 y de 49 fallecidos no identificados.
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Le sigue la frontera con Texas con 52 connacionales fallecidos, principalmente por ahogamiento y California, con 19.
“Fallecen por falta de agua o lesiones en un paraje donde en agosto se alcanzan los 45 grados centígrados y donde la maleza y los vallados de los ranchos hacen de la travesía un calvario aún más doloroso para los migrantes”, afirma Eddie Canales, director del Centro de Derechos Humanos del Sur de Texas, quien junto a un grupo de médicos apoyados por el Equipo Argentino de Antropología Forense, y la
Universidad del norte de Texas, desde hace más de una década se han dado a la tarea de identificar cientos de cuerpos encontrados en la frontera con México.
En entrevista con El Sol de México, aseguró que ni la pandemia por Covid-19 ni las medidas restrictivas impuestas por el saliente presidente Donald Trump han logrado disminuir la “crisis humanitaria” que se vive en la frontera entre Estados Unidos y México, donde cada año cientos de migrantes pierden la vida en el intento de hacer realidad el sueño americano y nunca son identificados.
“Se convierten en números, pierden sus nombres para sumar estadísticas como el 87 o 90 y tantos encontrados este año”, lamenta el activista.
Por temor a ser detenidos y regresados a sus países de origen o para evitar que extorsionen a sus familias, la mayoría de los migrantes viaja sin identificaciones, por lo que cuando mueren y son encontrados sus identidades se convierten en todo un reto para las ONG y autoridades tanto de México como de EU
De acuerdo con Canales, la identificación de cadáveres encontrados en la frontera se ha hecho especialmente complicada este año, debido a que la crisis sanitaria por el nuevo coronavirus retrasó el trabajo de los forenses, pero sobre todo la recepción y el procesamiento de las pruebas de ADN con las cuales se llevan a cabo las identificaciones.
Sin duda-subrayó-ha sido un año aún más duro para los migrantes y sobre todo para las familias que han extraviado a un familiar y no saben si vive o no.
Según la cancillería, de 2004 al 30 de junio pasado, cinco mil 498 mexicanos perdieron la vida al intentar cruzar de manera ilegal a Estados Unidos, de los cuales mil 771 no han sido identificados.
El proceso de identificación, explica Canales, puede llevar años, incluso más de una década, dependiendo de las condiciones en que los restos son encontrados o las posibilidades de hallar algún familiar que proporcione una muestra de ADN que ayude con la identificación.
Otros muchos de los cuerpos encontrados corren menos suerte y son depositados en bolsas en fosas comunes que se han multiplicado a lo largo de toda la frontera, las cuales pasan desapercibidas tanto para las autoridades de Estados Unidos como de México, según Canales.
“Sólo en 2019, la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) reportó el dato de 405 migrantes encontrados en zonas fronterizas del lado estadounidense y otras 91 muertes adicionales en territorio mexicano cercano al Río Grande, no todos fueron identificados y entregados a sus familias, ese es el drama”, finalizó.
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