/ lunes 24 de octubre de 2022

Sufren dolor crónico 28 millones de mexicanos; decae gasto en medicamentos

Apenas este año México lo incluyó en la clasificación de enfermedades que deben ser atendidas

“¡La gente no debería sentir dolor!”, dice con firmeza Alicia Díaz, fundadora de la organización Cadena de ayuda contra la fibromialgia (CACF) y paciente de esta enfermedad que causa dolor crónico, el cual sufren entre 28 y 29 millones de personas en México por diversas causas y que es causa de incapacidad laboral, sin embargo, no se atiende de manera adecuada.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que el dolor crónico debe formar parte de las políticas de salud pública, pero apenas este año México lo incluyó en la clasificación de enfermedades que deben ser atendidas, por lo que los especialistas señalan que este padecimiento ha sido muy subestimado y el gasto en él ha caído en los últimos años.

Te puede interesar: Pacientes mueren con dolor por falta de analgésicos

De acuerdo con un análisis del Instituto de Investigación e Innovación Farmacéutica (INEFAM), las compras de medicamentos para atender el dolor crónico sumaron 60.5 millones de piezas en 2018, pero para 2021 sólo se compraron 37.2 millones de medicinas, es decir 38.5 por ciento de fármacos menos.

El gasto pasó de mil 524 millones de pesos a mil 121 millones, en medio de la crisis de enfermedades físicas y emocionales producto de la pandemia de Covid-19. El recorte a este sector en estos años de gestión lopezobradorista es de 26.5 por ciento.

“De esta manera, se calcula que sólo 30 por ciento de la población recibe algún tratamiento contra dolor crónico entre las instituciones públicas (se excluyen paracetamol y ketorolaco), que apenas suman 1 mil millones de pesos, con un consumo promedio anual de 2 a 3 piezas”, puntualiza un análisis de la senadora Nestora Salgado, quien propuso en septiembre el punto de acuerdo para aumentar el presupuesto destinado al alivio del dolor para el año 2023.

“Hay un número importante de pacientes que deben soportar innecesariamente dolores de manera permanente”, dijo la morenista que plantea una inversión adicional de más de cuatro mil 478 millones de pesos anuales hacia 2025 para atender a los pacientes de dolor crónico.

Según el punto de acuerdo propuesto por la senadora, el sistema de salud público, lejos de incrementar los recursos para atender esta enfermedad incurable, lo redujo de forma permanente desde hace cuatro años, en la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador.

VÍA CRUCIS

“Estaba en los huesos, sin dormir, estresada. Me sentía desvalida. Me dolía el cuerpo. Fui al médico internista, al neurólogo, al ortopedista, otra vez al neurólogo. Me hice amiga de todas las farmacias y fue hasta un año después que lograron diagnosticarme: fibromialgia, sí, la enfermedad de los nervios destrozados”, explicó Alicia Díaz quien lleva veinte años de luchar contra esa enfermedad incurable que causa de sus dolores.

El problema inicia desde el diagnóstico. Las enfermedades de dolor crónico, como la fibromialgia, no sólo no reciben presupuesto suficiente para su atención, sino que su detección es con frecuencia estigmatizada y subvaluada.

Como el dolor crónico no se trata de un síntoma asociado a otra enfermedad, sino que es una enfermedad en sí misma, es complejo detectarlo y atajarlo.

Los pacientes, como Alicia, deben hacer un recorrido, doloroso, entre varios especialistas hasta que son correctamente diagnosticados. En el caso de la fibromialgia, un paciente tarda de 5 a 10 años en recibir el diagnóstico, desde que aparecen los síntomas, de acuerdo con Natalia Galán, coordinadora de psicología de la Fundación Mexicana de Fibromialgia.

El principal problema para crear política pública es la falta de información sobre el verdadero número de personas que padecen este tipo de afecciones, eso dificulta la planeación y la atención integral que requieren los pacientes, dice.

El “calvario” de visitas médicas, para el caso de la fibromialgia, tiene en promedio cuatro paradas: el médico internista, el ortopedista, el psiquiatra, el reumatólogo, ya que es necesario descartar síntomas de otras enfermedades.

“Pero para eso, ya tuviste que desembolsar en análisis de orina, de sangre, radiografías”, señala Alicia, quien fue de las “afortunadas” ya que solo tardó un año en ser diagnosticada con fibromialgia, enfermedad que se caracteriza por un dolor generalizado en el cuerpo, falta de sueño, fatiga, neblina mental.

El brote puede darse desde los 30 años, si bien la mayoría de los pacientes comienza a percibir la sintomatología entre los 40 y 50 años, como en el caso de Alicia.

La mayoría son mujeres y, aunque hace apenas diez años la prevalencia era de nueve a uno con respecto a los hombres, hoy en día, Natalia Galán afirma que ya hablamos de una proporción tres a uno.

Los factores de riesgo que contribuyen al desarrollo de esta enfermedad son principalmente el estrés, factores hereditarios, pero también abuso sexual, físico o psicológico y un estilo de vida acelerado con poco autocuidado de la salud, entre otros.

“En la carrera para desarrollar fibromialgia unos nacemos en el kilómetro cero y otros en el 80, dependiendo de la carga genética, la historia de vida. Si hemos tenido una vida altamente estresante, con pocos recursos para poder regular ese estrés, y si además le agregamos un accidente, una violación, un trauma, el sistema nervioso se desregula más y avanzamos más rápido”, explica la psicóloga.

No solo hay que lidiar con el dolor sino con la economía. El dolor crónico es incapacitante y no en pocas ocasiones provoca ausentismo laboral, cambios en alimentación, roles en el hogar, terapias, medicamentos.

“El dolor crónico ha significado en los últimos años la principal causa de ausentismo laboral y discapacidad, lo que genera enormes costos para nuestro país en los sectores económicos, laboral y principalmente para el sector salud”, afirma la senadora Salgado en su análisis de la problemática.

“No alcanza”, confirma Alicia. En la primera de sus crisis de fibromialgia tuvo que renunciar a su trabajo en la administración pública por el dolor infinito, imparable. “La presión constante, la adrenalina, no podía”. Así que su baja laboral afectó su economía por tres años en los que se sintió incapaz de volver a su trabajo y aunque por fortuna encontró apoyo en su marido, no todas los pacientes tienen ese respiro.

Alicia calcula un gasto básico de mil 300 pesos al mes para el pago de la consulta con el reumatólogo, para la compra de la medicina, el terapeuta, la nutrióloga y eso contando con la ayuda que dan las organizaciones de asistencia privada.

El gobierno en tanto, de acuerdo con el análisis de la senadora Salgado, asigna un presupuesto por demás bajo para la atención del dolor crónico.

“Si el consumo de medicamentos oncológicos aumenta 10 por ciento, el consumo para dolor crónico lo hace sólo en 1.3 por ciento. En el caso de reumatología y traumatología, si existe un aumento del 10 por ciento, los medicamentos para atender el dolor crónico solo lo hacen en 0.6 por ciento, mientras para el caso de endocrinología y metabolismo, un crecimiento del 10 por ciento sólo significa el 2.2 por ciento para el dolor”.

Alicia se declara “amiga de todas las farmacias”, pues como parte del peregrinaje de quienes sufren dolores crónicos, está la búsqueda de medicamentos que si bien no representan el tratamiento completo de estos pacientes, sí son determinantes para poder intentar reincorporarse a la vida cotidiana.

Alicia por ejemplo, ya no ve televisión, no puede ir a fiestas, no puede exponerse al ruido ni a ver muchos colores. Todo ello puede disparar una crisis de dolor. Además, como apunta la doctora Galán, “son personas que no pueden estar mucho tiempo paradas, mucho tiempo sentadas, deben tener movimiento. Ahí va de por medio también el impacto emocional”.

En su propuesta de punto de acuerdo, la senadora Salgado recuerda que el alivio del dolor es un derecho humano, por lo que “el “no” acceso a un adecuado tratamiento del dolor crónico puede constituir una forma de tortura, o trato cruel, inhumano o degradante”.

De ahí la importancia de asignar recursos suficientes para que los pacientes puedan tener acceso a medicamentos que les ayuden a mejorar su calidad de vida.

Según Natalia Galán, necesitamos estar en estado de alerta frente a los pacientes con dolor crónico ya que presentan pensamientos recurrentes de pérdida del sentido de la vida. “¿Por qué voy a vivir una vida en la que estoy sufriendo tanto, en la que no puedo hacer algunas cosas que son muy importantes para mí, no puedo convivir con mi familia, no puedo interactuar con mi pareja?”. Son preguntas recurrentes entre estos pacientes debido a que sus tareas son limitadas.

Lo más duro, afirma la especialista, es “aceptar que toda tu vida posterior la vas a vivir a través de este padecimiento” y cuando esta aceptación no se da, las personas afirman que sería mejor no existir.

La psicóloga explicó que estos pensamientos se dan en los “picos” de la enfermedad, en las crisis, cuando los dolores son intensos y prolongados. Cuando los síntomas encuentran alivio, las ideas cambian y es por eso que quienes tratan a estos pacientes deben estar atentos a estos eventos.

Para Alicia “el miedo define a la fibromialgia, el miedo a todo” y aunque sea posible por momentos reparar algo del circuito de nervios destrozados, los pacientes saben que no hay reparación general.



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“¡La gente no debería sentir dolor!”, dice con firmeza Alicia Díaz, fundadora de la organización Cadena de ayuda contra la fibromialgia (CACF) y paciente de esta enfermedad que causa dolor crónico, el cual sufren entre 28 y 29 millones de personas en México por diversas causas y que es causa de incapacidad laboral, sin embargo, no se atiende de manera adecuada.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que el dolor crónico debe formar parte de las políticas de salud pública, pero apenas este año México lo incluyó en la clasificación de enfermedades que deben ser atendidas, por lo que los especialistas señalan que este padecimiento ha sido muy subestimado y el gasto en él ha caído en los últimos años.

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De acuerdo con un análisis del Instituto de Investigación e Innovación Farmacéutica (INEFAM), las compras de medicamentos para atender el dolor crónico sumaron 60.5 millones de piezas en 2018, pero para 2021 sólo se compraron 37.2 millones de medicinas, es decir 38.5 por ciento de fármacos menos.

El gasto pasó de mil 524 millones de pesos a mil 121 millones, en medio de la crisis de enfermedades físicas y emocionales producto de la pandemia de Covid-19. El recorte a este sector en estos años de gestión lopezobradorista es de 26.5 por ciento.

“De esta manera, se calcula que sólo 30 por ciento de la población recibe algún tratamiento contra dolor crónico entre las instituciones públicas (se excluyen paracetamol y ketorolaco), que apenas suman 1 mil millones de pesos, con un consumo promedio anual de 2 a 3 piezas”, puntualiza un análisis de la senadora Nestora Salgado, quien propuso en septiembre el punto de acuerdo para aumentar el presupuesto destinado al alivio del dolor para el año 2023.

“Hay un número importante de pacientes que deben soportar innecesariamente dolores de manera permanente”, dijo la morenista que plantea una inversión adicional de más de cuatro mil 478 millones de pesos anuales hacia 2025 para atender a los pacientes de dolor crónico.

Según el punto de acuerdo propuesto por la senadora, el sistema de salud público, lejos de incrementar los recursos para atender esta enfermedad incurable, lo redujo de forma permanente desde hace cuatro años, en la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador.

VÍA CRUCIS

“Estaba en los huesos, sin dormir, estresada. Me sentía desvalida. Me dolía el cuerpo. Fui al médico internista, al neurólogo, al ortopedista, otra vez al neurólogo. Me hice amiga de todas las farmacias y fue hasta un año después que lograron diagnosticarme: fibromialgia, sí, la enfermedad de los nervios destrozados”, explicó Alicia Díaz quien lleva veinte años de luchar contra esa enfermedad incurable que causa de sus dolores.

El problema inicia desde el diagnóstico. Las enfermedades de dolor crónico, como la fibromialgia, no sólo no reciben presupuesto suficiente para su atención, sino que su detección es con frecuencia estigmatizada y subvaluada.

Como el dolor crónico no se trata de un síntoma asociado a otra enfermedad, sino que es una enfermedad en sí misma, es complejo detectarlo y atajarlo.

Los pacientes, como Alicia, deben hacer un recorrido, doloroso, entre varios especialistas hasta que son correctamente diagnosticados. En el caso de la fibromialgia, un paciente tarda de 5 a 10 años en recibir el diagnóstico, desde que aparecen los síntomas, de acuerdo con Natalia Galán, coordinadora de psicología de la Fundación Mexicana de Fibromialgia.

El principal problema para crear política pública es la falta de información sobre el verdadero número de personas que padecen este tipo de afecciones, eso dificulta la planeación y la atención integral que requieren los pacientes, dice.

El “calvario” de visitas médicas, para el caso de la fibromialgia, tiene en promedio cuatro paradas: el médico internista, el ortopedista, el psiquiatra, el reumatólogo, ya que es necesario descartar síntomas de otras enfermedades.

“Pero para eso, ya tuviste que desembolsar en análisis de orina, de sangre, radiografías”, señala Alicia, quien fue de las “afortunadas” ya que solo tardó un año en ser diagnosticada con fibromialgia, enfermedad que se caracteriza por un dolor generalizado en el cuerpo, falta de sueño, fatiga, neblina mental.

El brote puede darse desde los 30 años, si bien la mayoría de los pacientes comienza a percibir la sintomatología entre los 40 y 50 años, como en el caso de Alicia.

La mayoría son mujeres y, aunque hace apenas diez años la prevalencia era de nueve a uno con respecto a los hombres, hoy en día, Natalia Galán afirma que ya hablamos de una proporción tres a uno.

Los factores de riesgo que contribuyen al desarrollo de esta enfermedad son principalmente el estrés, factores hereditarios, pero también abuso sexual, físico o psicológico y un estilo de vida acelerado con poco autocuidado de la salud, entre otros.

“En la carrera para desarrollar fibromialgia unos nacemos en el kilómetro cero y otros en el 80, dependiendo de la carga genética, la historia de vida. Si hemos tenido una vida altamente estresante, con pocos recursos para poder regular ese estrés, y si además le agregamos un accidente, una violación, un trauma, el sistema nervioso se desregula más y avanzamos más rápido”, explica la psicóloga.

No solo hay que lidiar con el dolor sino con la economía. El dolor crónico es incapacitante y no en pocas ocasiones provoca ausentismo laboral, cambios en alimentación, roles en el hogar, terapias, medicamentos.

“El dolor crónico ha significado en los últimos años la principal causa de ausentismo laboral y discapacidad, lo que genera enormes costos para nuestro país en los sectores económicos, laboral y principalmente para el sector salud”, afirma la senadora Salgado en su análisis de la problemática.

“No alcanza”, confirma Alicia. En la primera de sus crisis de fibromialgia tuvo que renunciar a su trabajo en la administración pública por el dolor infinito, imparable. “La presión constante, la adrenalina, no podía”. Así que su baja laboral afectó su economía por tres años en los que se sintió incapaz de volver a su trabajo y aunque por fortuna encontró apoyo en su marido, no todas los pacientes tienen ese respiro.

Alicia calcula un gasto básico de mil 300 pesos al mes para el pago de la consulta con el reumatólogo, para la compra de la medicina, el terapeuta, la nutrióloga y eso contando con la ayuda que dan las organizaciones de asistencia privada.

El gobierno en tanto, de acuerdo con el análisis de la senadora Salgado, asigna un presupuesto por demás bajo para la atención del dolor crónico.

“Si el consumo de medicamentos oncológicos aumenta 10 por ciento, el consumo para dolor crónico lo hace sólo en 1.3 por ciento. En el caso de reumatología y traumatología, si existe un aumento del 10 por ciento, los medicamentos para atender el dolor crónico solo lo hacen en 0.6 por ciento, mientras para el caso de endocrinología y metabolismo, un crecimiento del 10 por ciento sólo significa el 2.2 por ciento para el dolor”.

Alicia se declara “amiga de todas las farmacias”, pues como parte del peregrinaje de quienes sufren dolores crónicos, está la búsqueda de medicamentos que si bien no representan el tratamiento completo de estos pacientes, sí son determinantes para poder intentar reincorporarse a la vida cotidiana.

Alicia por ejemplo, ya no ve televisión, no puede ir a fiestas, no puede exponerse al ruido ni a ver muchos colores. Todo ello puede disparar una crisis de dolor. Además, como apunta la doctora Galán, “son personas que no pueden estar mucho tiempo paradas, mucho tiempo sentadas, deben tener movimiento. Ahí va de por medio también el impacto emocional”.

En su propuesta de punto de acuerdo, la senadora Salgado recuerda que el alivio del dolor es un derecho humano, por lo que “el “no” acceso a un adecuado tratamiento del dolor crónico puede constituir una forma de tortura, o trato cruel, inhumano o degradante”.

De ahí la importancia de asignar recursos suficientes para que los pacientes puedan tener acceso a medicamentos que les ayuden a mejorar su calidad de vida.

Según Natalia Galán, necesitamos estar en estado de alerta frente a los pacientes con dolor crónico ya que presentan pensamientos recurrentes de pérdida del sentido de la vida. “¿Por qué voy a vivir una vida en la que estoy sufriendo tanto, en la que no puedo hacer algunas cosas que son muy importantes para mí, no puedo convivir con mi familia, no puedo interactuar con mi pareja?”. Son preguntas recurrentes entre estos pacientes debido a que sus tareas son limitadas.

Lo más duro, afirma la especialista, es “aceptar que toda tu vida posterior la vas a vivir a través de este padecimiento” y cuando esta aceptación no se da, las personas afirman que sería mejor no existir.

La psicóloga explicó que estos pensamientos se dan en los “picos” de la enfermedad, en las crisis, cuando los dolores son intensos y prolongados. Cuando los síntomas encuentran alivio, las ideas cambian y es por eso que quienes tratan a estos pacientes deben estar atentos a estos eventos.

Para Alicia “el miedo define a la fibromialgia, el miedo a todo” y aunque sea posible por momentos reparar algo del circuito de nervios destrozados, los pacientes saben que no hay reparación general.



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