NANTERRE. Las principales ciudades francesas presenciaron una tercera noche de disturbios ayer mientras el presidente Emmanuel Macron luchaba para contener los crecientes disturbios provocados por el tiroteo mortal de la policía contra un adolescente de ascendencia argelina y marroquí durante una parada de tráfico.
El policía que mató de un tiro en Nanterre al menor que trataba de escapar a un control en esa ciudad de la periferia de París, fue imputado por homicidio voluntario y encarcelado.
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El hombre pidió “perdón” a la familia de la víctima, informó su abogado.
“Las primeras palabras que pronunció eran para pedir perdón y las últimas palabras que pronunció eran para pedir perdón a la familia” de la víctima, declaró Laurent-Franck Liénard en la cadena BFMTV.
El oficial reconoció haber disparado un tiro letal y les dijo a los investigadores que quería evitar una persecución automovilística, por temor a que él u otra persona resultaran heridos después de que el adolescente presuntamente cometiera varias infracciones de tránsito.
Cuarenta mil policías se desplegaron en toda Francia, casi cuatro veces el número movilizado el miércoles, pero hubo pocas señales de que los llamados del gobierno a una reducción de la violencia calmarían la ira generalizada.
La policía lanzó gases en la marcha
En Nanterre, ciudad de clase trabajadora, agentes antidisturbios dispararon gases lacrimógenos contra una multitud de personas que marcharon en memoria del adolescente, identificado como Nahel M. Con pancartas que decían “Venganza por Nahel” y encabezadas por su madre Mounia, los manifestantes gritaron “Sin justicia no hay paz” y “La policía mata”.
Los manifestantes incendiaron automóviles, bloquearon calles y arrojaron proyectiles a la policía luego de la vigilia pacífica, mientras que, al caer la noche, se incendió un banco antes de que los bomberos lo apagaran.
Los manifestantes criticaron la cultura de impunidad policial y el fracaso en la reforma de la aplicación de la ley en un país que experimenta oleadas de disturbios y protestas por la conducta policial.
“No tengo nada en contra de la policía. Tengo algo en contra de una persona, el que mató a mi hijo. No tenía por qué matar a mi hijo”, dijo la madre de Nahel a la televisión France 5 después de la marcha.
Las autoridades de Clamart, a 8 kilómetros el centro de París, impusieron un toque de queda nocturno hasta el lunes.
La Policía Nacional dijo por la noche que los agentes se enfrentaron a nuevos incidentes en Marsella, Lyon, Pau, Toulouse y Lille, incluidos incendios y fuegos artificiales.
En Marsella, la segunda ciudad de Francia, la policía lanzó granadas de gas lacrimógeno durante los enfrentamientos con jóvenes en el punto turístico de Le Vieux Port, informó el principal periódico de la ciudad, La Provence.
La policía había detenido a 176 personas antes de la medianoche, según un balance del entorno del ministro de Interior.
En la noche previa se incendiaron comisarías, alcaldías, escuelas y autos en varias ciudades, con un balance de 180 detenidos y de 170 policías heridos.
El presidente Emmanuel Macron criticó unas escenas de violencia “injustificables” contra “las instituciones y la República”, y su primera ministra, Élisabeth Borne, llamó a “evitar una escalada”, mientras la “justicia hace su trabajo”.
Sin embargo, en un informe interno, los cuerpos de seguridad preveían “una generalización” de la violencia en las próximas noches, con “acciones dirigidas a las fuerzas del orden y los símbolos del estado”, dijo una fuente policial.
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En la memoria colectiva de los franceses planean los disturbios que estallaron en 2005 en los suburbios de las grandes ciudades, después que dos adolescentes perdieran la vida electrocutados cuando huían de la policía en Clichy-sous-Bois, al noreste de la capital.
El gobierno del entonces presidente conservador Jacques Chirac decretó el estado de emergencia, una medida que la derecha y la extrema derecha piden también en estos momentos, aunque las autoridades por ahora no lo contemplan.