El fantasma del litigio que proclamó presidente de Estados Unidos al republicano George W. Bush persigue ahora a los estadounidenses, que aún no saben quién ocupará la Casa Blanca durante los próximos
cuatro años y están pendientes de un conteo que avanza lento debido a la gran cantidad de votos por correo.
En el año 2000, la disputa se centró en Florida, donde Bush acabó imponiéndose a su rival, el demócrata Al Gore, por solo 537 votos después de que el Tribunal Supremo ordenara detener el recuento.
Esta vez, el foco está puesto en Nevada, Michigan, Wisconsin, Pensilvania, Georgia y Carolina del Norte, que a excepción de los dos últimos, aún no han declarado un ganador y que tienen un gran peso en el Colegio Electoral, el órgano que elige al presidente y, por ello, podrían resultar decisivos.
Sin embargo, Trump ha denunciado "fraude" electoral, incluso, amenazó con recurrir al Tribunal Supremo para frenar el recuento de las elecciones, la misma petición que formuló Bush con éxito, que propició un retraso de 36 días para conocer al vencedor.
Ante este panorama ambos partidos se preparan para la batalla legal para definir la carrera presidencial armandose con un ejército de de abogados listos para pelear por cada voto y revivir lo sucedido hace 20 años.
Aunque Trump, quiere que la Corte Suprema intervenga podría no ser el árbitro final de los comicios. Es dudoso que los tribunales vayan a acompañar el desafío de Trump para detener el recuento de papeletas recibidas antes o durante el día de la elección, o que cualquier disputa que acabe llegando a una corte cambie la trayectoria de una contienda estrechamente librada en estados como Michigan y Pensilvania.