TOKIO. Un solitario monje Zen se sienta ante una webcam, tañe una campana y da inicio a una sesión de meditación con decenas de participantes virtuales de todo el mundo. Así es la nueva normalidad de tradiciones niponas que hasta ahora vivían al margen de la tecnología.
"Relájense y presten atención al aire que entra y sale de su cuerpo. Al exhalar, liberen la mente de ideas innecesarias", indica Daigo Ozawa, abad del monasterio de Tokozenji, en Yokohama (sur de Tokio), en una de las clases semanales gratuitas de "zazen" que ofrece en línea tanto en japonés como en inglés.
Los participantes de la meditación siguen en silencio absoluto las instrucciones del monje Ozawa sobre esta práctica que se realiza en postura sentada y que es considerada la base del budismo Zen.
Las videoconferencias son la alternativa a la que han recurrido los monjes de Tokozenji cuando fueron obligados a cancelar sus clases presenciales debido a la pandemia, al igual que ha hecho los practicantes de otras artes tradicionales japonesas como los espectáculos de geishas.
"Siendo sincero, yo era muy escéptico sobre las sesiones zazen en línea", explica Ozawa, quien señala la importancia en esta disciplina de la presencia física del monje para supervisar la respiración de sus discípulos y también para corregir sus posturas dándoles toques con una vara en la espalda y los hombros.
Este monje decidió atreverse con las sesiones virtuales cuando hace unos meses los asiduos a sus clases presenciales mensuales se mostraron "extremadamente tristes" por no poder acudir debido a las restricciones impuestas para contener contagios los de coronavirus.
"Quería ayudar en algo a la sociedad en esta época de grandes incertidumbres y dificultades", dice Ozawa, quien considera que la práctica del "zazen" puede contribuir a "despejar la mente y a encontrar la paz y la tranquilidad".
Una vez adaptadas la preparación y la estructura de las sesiones al formato virtual, la forma de conducir las clases "no cambia demasiado" respecto a las presenciales, según el abad de Tokozenji.
Sus clases, de una hora, consisten en una breve introducción seguida de dos sesiones de meditación intercaladas por la interpretación de un poema por parte del monje y concluyen con la lectura de comentarios y preguntas que dejan los discípulos en el chat de la videollamada.
SESIONES ÍNTIMAS EN WEBCAM
Los espectáculos de geishas, que tradicionalmente tienen lugar en un ambiente íntimo y exclusivo para clientes de cierto nivel socioeconómico, también se han adaptado a la era poscoronavirus.
Desde el pasado mayo, un "kenban" o agrupación de geishas de Hakone ofrece sesiones en línea grupales o privadas con estas profesionales del entretenimiento formadas en las artes de la danza, de la música y de la conversación.
Esta iniciativa a través de videollamadas surgió para mantener empleadas a las geishas que perdieron temporalmente sus ingresos, así como para que pudieran "seguir entrenando y preparándose", relata Tamaki Nishimura, responsable de la plataforma Meet Geisha.
En sus espectáculos, las geishas interpretan danzas y cantos tradicionales, tocan instrumentos o charlan con unos clientes a los que se recomienda conectarse ante sus ordenadores o teléfonos móviles con una bebida y algo de comida.
Así intentan recrear la atmósfera festiva y cercana que envuelve a las geishas, aunque, admite Nishimura, "es muy diferente" a un espectáculo en vivo, algo que ha deparado críticas a su iniciativa.
"Hay quien dice que esto no son verdaderas geishas porque no siguen la tradición... Pero quienes trabajan con nosotros creen que si hay un momento para cambiar la concepción de las geishas, es ahora", destaca la responsable del proyecto.
"Quizás es la única forma que tenemos de sobrevivir", añade Nishimura, quien cree que debido a la pandemia no podrán animar cenas de empresa con 20 o 30 invitados, lo que constituía una de las principales fuentes de ingreso de las geishas.
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