La vida en Sudán del Sur es un desafío, la guerra, el hambre, el mal gobierno convierte al país como uno de los más inestables y pobres. Millones de familias no tienen que comer y se ven obligados a desplazarse a otros territorios para escapar de la violencia, sobre todo al secuestro de menores de edad para que sean incorporados a los ejércitos progubernamentales o las guerrillas rebeldes.
Actualmente el país más joven del mundo, con una población estimada de 12 millones de habitantes, de los cuales el 50% son menores de edad, enfrenta una de las mayores crisis: el reclutamiento de niños, pese a la presión internacional y las enmiendas de la ONU que prohíben estas acciones, ninguno de los dos bandos en conflicto respeta.
Reclutamiento y sufrimiento
El reclutamiento de niños es un tema complejo, fundamentado en gran parte en la pobreza devastadora del país. Miles de niños están atrapados en los conflictos bélicos, arrebatándoles su derecho a una vida digna, a una familia y a estudiar para convertirla en violencia, sufrimiento y abuso, además de ser parte de las primeras líneas en los enfrentamientos.
Algunos niños provienen de hogares extremadamente pobres, donde los padres pueden ver el reclutamiento como una oportunidad de que sus hijos estén alimentados, protegidos y en mejores condiciones de vida, en apariencia.
Miles de niños son alineados a las fuerzas bélicas y tienen que soportar duros entrenamientos y castigos, además de ser obligados a cometer crímenes. Muchos de ellos han logrado desertar de los fatales entrenamientos, los cuales, han relatado que fueron secuestrados en sus casas o en las calles, encerrándoles por días en deplorables condiciones, con celdas sobrepobladas, castigos físicos y violaciones a las niñas.
Dentro del combate, las órdenes de matar a todo aquel que se les pusiera por delante y de cometer otras atrocidades eran acciones que se cometen día con día, incluso varios coinciden en que si alguno de los infantes se negaba a entrenar eran tomados por los pies y azotados contra el piso hasta la muerte, o simplemente eran ejecutados.
Tan solo en 2016 fueron reclutados mil 300 menores en Sudán del Sur, a pesar del acuerdo de paz firmado en 2015 entre las fuerzas del Gobierno del presidente Salva Kiir y la oposición armada, liderada por Riek Machar, que se comprometieron a no alistar niños.
Luz y sombra
La Unicef trabaja para desmovilizar a los niños reclutados por los grupos armados, y para darles acceso a educación y formación después de su liberación.
A inicio de febrero se vivió uno de los acuerdos más sustanciales para la liberación de niños, la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en la República de Sudán del Sur de la ONU (Minuss, por sus sigals en inglés) logró que 311 niños fueran liberados de las líneas militares tanto rebeldes como oficialistas, como parte de un programa que prevé desarmar a 700 niños soldado de la región de Yambio, una de las más azotadas por el conflicto.
La Minuss, que colabora con la Unicef, jefes religiosos y autoridades locales para negociar la liberación de los niños, tiene como misión lograr que los niños rescatados logren integrarse a un ambiente de educación, empleos y a un apoyo financiero y emocional adecuados.
Sin embargo, en un informe de la Human Rights Watchs (HRW) se denunció que tanto las fuerzas gubernamentales como la oposición armada siguen reclutando niños, pese a que a inicio de año se comprometiero, con un débil acuerdo, a dejar a un lado a los menores para sus enfrentamientos.
El informe detalla que ambos contendientes continúan secuestrando, deteniendo y obligando a combatir a niños, algunos de tan solo 13 años.
Pese a que las leyes internacionales consideren un crimen de guerra la utilización de niños menores de 15 años en conflicto, Sudán del Sur no solo no ha investigado o procesado a los altos rangos del Ejército involucrados en su reclutamiento, sino que el presidente Kiir ha premiado a algunos de ellos con ascensos militares.
La delegación de HRW África ha exigido que se incluya en la lista de sanciones al presidente Salva Kiir, y al líder rebelde Riek Machar; también reclama que se establezca un tribunal mixto para los crímenes cometidos en el país y que tanto la ONU como la Unión Africana le impongan un embargo armamentístico.
La directora Ejecutiva de Unicef, Henrietta H. Fore, llevó a cabo un viaje al país para evaluar los daños y relató que “todo esto está muy lejos de ser suficiente. No hay signos de que los combates vayan a amainar y, al mismo tiempo, las necesidades humanitarias son enormes 2.4 millones de niños han tenido que huir la fuerza de sus hogares. Más de 250 mil niños están gravemente desnutridos y corren el riesgo inminente de morir. Más de 19 mil niños han sido reclutados en el conflicto. Al menos 1 de cada 3 escuelas ha sufrido daños, o ha sido destruida, ocupada o ha tenido que cerrar. Y hemos documentado más de mil 200 casos de violencia sexual contra este sector vulnerable”.
El conflicto
La nación más joven del mundo se proclamó independiente en 2011 después de varios conflictos internos por dos décadas, creando la República de Sudán del Sur, gracias a una votación de su población con casi la totalidad de los votos para aprobar la independencia.
Dos años después de su declaración, el país se enredó en una guerra civil encabezada por su presidente Salva Kiir, quien tras asumir el poder inició una limpia de funcionarios, principalmente del Ejército basado en razones tribales, pero justificado como una renovación aun cuerpo militar viejo. El entonces vicepresidente Riek Machar orquestó un golpe de estado que fue controlado al día siguiente, sin embargo, no ha sido la única tentativa y esta situación los ha enfrascado en una guerra civil que en diciembre pasado cumplió cinco años.
El conflicto se ha visto influenciado por dos de los grupos étnicos más predominantes, por un lado, los dinka, la mayor de la nación, misma a la que pertenece el presidente Kiir, y por otro lado los nuer, la principal de las minorías, de la que forma parte el vicepresidente Machar, por lo que además de ser rivales políticos también lo son étnicos.
En cinco años de conflicto diversas organizaciones no gubernamentales, Naciones Unidas y los líderes de otros países como Estados Unidos, Etiopía y Kenia han trabajado para intermediar el conflicto. En 2015 se logró firmar un acuerdo de paz entre Kiir y Machar, sin embargo, nunca se respetó y los enfrentamientos no han cesado.