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El final de la segunda guerra mundial trajo consigo, entre otras consecuencias, el desempleo de millones de hombres que habían sido reclutados por los ejércitos nacionales.
Ante el desmantelamiento de esta gigantesca máquina, muchos antiguos soldados buscaron incrustarse de nuevo en la vida civil y otros, los menos, buscaron trabajo en la vida militar como mercenarios, que se ofrecían para emplear lo que aprendieron como marinos o pilotos en ocupaciones civiles, o para trabajos militares.
Al fin de la segunda guerra el mundo se dividió en dos bloques, representados por Estados Unidos y la Unión Soviética, iniciaba la Guerra Fría que implicó el fin del enfrentamiento directo de los ejércitos nacionales ante el temor de una guerra nuclear, pero también la proliferación de intervenciones en países de todos los continentes, ya fuera para imponer o evitar la imposición del capitalismo o el comunismo, según el bando. Fuera de episodios como Vietnam en los 70 o Afganistán en los 80, esta nueva forma de guerra de baja intensidad resucitó a los ejércitos privados y los mercenarios volvieron a escena.