Cuando la temporada de cangrejos llegó a Hoopersville, una remota ciudad del este de Estados Unidos, los lugareños empezaron a preguntarse dónde estaba José Bronero Cruz, quien por dos décadas había viajado cada año desde su natal México para recoger carne de cangrejo, pero esta primavera no llegó.
Tampoco llegó ninguno de los otros trabajadores extranjeros de quienes depende Janet Rippons-Ruark, para procesar la carne de los cangrejos azules, la cual hace famoso al estado de Maryland, exacerbando una escasez de mano de obra que pone en jaque a esta icónica industria de Estados Unidos.
“Sobrevivimos al Covid. Pero estamos en un área donde simplemente no hay ayuda local”, dijo Rippons-Ruark.
La falta de visados para trabajadores extranjeros, combinada con las perturbaciones que trajo la pandemia del nuevo coronavirus, paralizaron este año una parte de la industria del cangrejo de Maryland, obligando a dos tercios de los principales procesadores de mariscos a sobrevivir con los pocos empleados que pudieron encontrar, o a cerrar por completo.
Un lote de visados emitido a principios de octubre, finalmente permitió entrar al país a Cruz y a otros trabajadores temporales, pero con una política de migración en Washington que parece estar en un indefinido punto muerto, los líderes de la industria del cangrejo se preocupan por su futuro. “Aún está por verse si logramos sobrevivir al problema del personal”, comentó Jack Brooks, presidente de la Asociación de Industrias de Mariscos de la Bahía de Chesapeake.
PILAR DE LA INDUSTRIA
Los cangrejos azules, extraídos de las aguas de la Bahía de Chesapeake, son quizás la exportación más famosa de Maryland, el segundo estado que más produjo en la temporada estadounidense de 2018, valorada en 188.4 millones de dólares, según la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional.
La industria está a merced del clima -al igual que las regulaciones destinadas a proteger los hábitats del cangrejo-, pero algunos años vive bonanzas excepcionales, como en 2020, cuando los precios aumentaron a medida que la llegada de la pandemia parecía aumentar la popularidad del cangrejo.
“No estamos en lo que se llama una industria en crecimiento en este momento, pero tenemos un producto doméstico que mucha gente quiere”, dijo Brooks.
El trabajo de procesar cangrejos, que implica cocinarlos al vapor, abrirles el caparazón, quitarles las branquias y recoger la carne para venderla, es ingrato. Es un trabajo por el que, los líderes de la industria, señalan que pocos estadounidenses quieren hacer, principalmente porque son empleos temporales.
Así, las empresas dependen de los trabajadores que traen de México y otras partes de América Latina, quienes entran con visados temporales H-2B.
Organizaciones de derechos de los migrantes han acusado a la industria de mantener a los trabajadores en viviendas deficientes y darles un acceso insuficiente a la atención médica. Pero para Cruz, viajar desde Tabasco hasta Hoopersville, situado al final de un camino tan bajo que recibe el embate de las olas, es mejor que tratar de encontrar trabajo en su país.
“En México no se gana dinero”, asegura Cruz, de 46 años. “Aquí, sí”.
NADA HA MEJORADO
Estados Unidos permite que se emitan 66 mil visados H-2B cada año. Brooks asegura que la industria del cangrejo sólo necesita unos 450 asignaciones, pero frente a la competencia de otras industrias, como la forestal y la paisajística, es difícil conseguirlos.
A principios de 2020 se solicitaron más de 99 mil visados, según el Departamento de Trabajo. Pero según Brooks, un cambio en el procedimiento de asignación de las visas resultó desastroso y sólo tres procesadores recibieron las autorizaciones que necesitaban, al comenzar la temporada en abril.
El gobierno dijo en marzo que daría 35 mil visados más, pero el plan quedó en letra mojada con la llegada de la pandemia.
Eso significó que, durante seis meses, hasta que se diera el siguiente lote de visados en octubre, media docena de plantas procesadoras tuvieron que arreglárselas con los trabajadores que pudieron encontrar y otras tuvieron que cerrar.
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