/ miércoles 28 de octubre de 2020

¿Por qué un supermercado en Times Square vende comida de plástico?

Frutas, verduras, pasteles y platos precocinados hechas de este material forman parte de una exhibición de arte

NUEVA YORK. El “Supermercado de bolsas de plástico”, abierto temporalmente en la icónica plaza neoyorquina de Times Square, vende frutas y verduras y tiene también una sección de pastelería y otra de comida precocinada.

Todos los productos, frescos y congelados tienen algo en común: están hechos con plástico reciclado para denunciar con humor la contaminación de este material desechable en el planeta.

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“Lo único que quiero es llamar la atención sobre la absurda cantidad de empaquetados, plástico y material de un solo uso que se emplea en la vida diaria, y lo estúpido que resulta la gran cantidad que usamos y tiramos”, asegura a EFE la artista Robin Frohardt, responsable de este trabajo que puede visitarse hasta el próximo 7 de noviembre.

En la tienda de Frohardt no se vende “Pepsi Cola Zero”, sino “Plasti Crapa Zero” (Plasti mierda en inglés) bajo el lema “Saborea la nada”.

En lugar de Gatorade, se ofrece Bagorade, jugando con la palabra “bag” (bolsa en inglés) y el nombre de la bebida, y en lugar de galletitas saladas Ritz, se encuentran galletas de plástico “Bitz” hechas de “pedacitos de mierda de plástico” y que se pueden usar para preparar “aperitivos fanplásticos”.

También se encuentran paquetes de tabaco de “Marlbag”, “Lucky Bags” o “Chesterbags” o agua del océano, que incluye pequeños trozos de plástico y que Frohardt publicita asegurando que es agua no natural embotellada en origen.

Son todo marcas y productos que habitualmente un estadounidense medio puede encontrar en los escaparates de supermercados y tiendas de barrio.

“Uso mucho el humor en mi trabajo, sobre todo con cuestiones que pueden ser muy deprimentes”, explica la autora de esta instalación, para quien, a veces, la gente no quiere mirar las imágenes impactantes de animales atrapados en basura o muriéndose entre los desechos que tiramos diariamente.

Por eso, añade: “Vale, no quieres mirar y no quieres pensar sobre ello, entonces estoy intentado hacer algo muy divertido, que engancha, que es táctil y muy colorido, así simplemente no pasas de imagen y hay una pequeña oportunidad de que estas ideas calen”.

Para Frohardt, el humor relaja a la gente, hace que se sienta cómoda y le bajen las defensas, entonces “puedes sumergirlos en todas tus ideas”, comenta rodeada de productos con cuyos nombres ha hecho todo tipo de juegos de palabras relacionados siempre con la basura y los desechos sólidos.

Pero más allá de los nombres de las obras, muchos productos ofrecen también recomendaciones de uso e incluso recetas como la pasta “Plastic”, que se publicita como “la pasta plástica que realmente sabe a bolsa”.

Sin gluten y hecha con bolsas de plástico puro, se recomienda cocinarla con aceite de oliva virgen y 200 gramos de tapones de botella. Sal y pimienta al gusto.

La artista Robin Frohardt toca una bolsa de plástico mientras explica su exposición, que estará en Times Square hasta el 7 de noviembre / EFE

Su producto favorito: los filetes de salmón de la sección de productos frescos, que hizo con una bolsa que encontró en la basura con un color salmón que “realmente funcionaba”.

MUSEOS DEL FUTURO

La exposición, que incluye una proyección, también ofrece un viaje a un museo imaginario del futuro en el que se recogen productos plásticos de hoy, cuya función no ha sido interpretada correctamente por sus descubridores del mañana.

Se trata de un juego más de la artista sobre el supuesto hallazgo de una botella de plástico con una factura en la que sólo se puede leer “el cliente más valioso”, pero que en el futuro se interpreta como un misterioso mensaje firmado por un importante personaje histórico.

Junto a estos objetos del pasado se encontró una tapa de un vaso de plástico con una pajita, que se interpreta como una brújula, así como el plástico que se usa para juntar seis latas de bebida, que en el museo imaginario se identifica como un “tejido decorativo”.

En este museo, además, se identifican los cepillos de dientes como juguetes de niños, los mecheros como contenedores de agua bendita, los tapones de botella como cubrepezones y las varillas de plástico para remover los cócteles como talismanes usados en el pasado.

CUATRO AÑOS DE TRABAJO

“Concebí la idea entorno a 2012, y entonces empecé a diseñar productos y a preparar el espectáculo, pero digamos que dedicada únicamente a la creación he estado los últimos cuatro años para hacer que esto ocurra”, cuenta.

Su inauguración estaba prevista para el pasado 18 de marzo, pero se canceló después de que las autoridades ordenaran cinco días antes el cierre de todas las actividades artísticas y más tarde de todos los negocios que no fueran esenciales. Estrenada finalmente esta semana, la visita a la exhibición sólo se puede hacer mediante reserva previa y en pequeños grupos de 12 personas, para evitar la propagación del coronavirus.

Tras su finalización, que Frohardt desearía que se prorrogara al menos dos semanas, la exposición viajará por distintos puntos de Estados Unidos.

Confiesa que le gustaría que con su trabajo, la gente haca conciencia sobre la necesidad de reducir el uso de estos materiales, aunque reconoce que el plástico está “tan arraigado en nuestras vidas que es realmente muy difícil, incluso casi un privilegio poder prescindir de él”.

“En última instancia, estas decisiones y lo que va a cambiar las cosas tendrá que venir de los fabricantes, tendrá que provenir de la política, pero creo que avivar la indignación pública por el problema ayudará a impulsarlo”, agrega Frohardt, en cuya tienda el único producto que no es de plástico es la bolsa de la compra

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NUEVA YORK. El “Supermercado de bolsas de plástico”, abierto temporalmente en la icónica plaza neoyorquina de Times Square, vende frutas y verduras y tiene también una sección de pastelería y otra de comida precocinada.

Todos los productos, frescos y congelados tienen algo en común: están hechos con plástico reciclado para denunciar con humor la contaminación de este material desechable en el planeta.

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“Lo único que quiero es llamar la atención sobre la absurda cantidad de empaquetados, plástico y material de un solo uso que se emplea en la vida diaria, y lo estúpido que resulta la gran cantidad que usamos y tiramos”, asegura a EFE la artista Robin Frohardt, responsable de este trabajo que puede visitarse hasta el próximo 7 de noviembre.

En la tienda de Frohardt no se vende “Pepsi Cola Zero”, sino “Plasti Crapa Zero” (Plasti mierda en inglés) bajo el lema “Saborea la nada”.

En lugar de Gatorade, se ofrece Bagorade, jugando con la palabra “bag” (bolsa en inglés) y el nombre de la bebida, y en lugar de galletitas saladas Ritz, se encuentran galletas de plástico “Bitz” hechas de “pedacitos de mierda de plástico” y que se pueden usar para preparar “aperitivos fanplásticos”.

También se encuentran paquetes de tabaco de “Marlbag”, “Lucky Bags” o “Chesterbags” o agua del océano, que incluye pequeños trozos de plástico y que Frohardt publicita asegurando que es agua no natural embotellada en origen.

Son todo marcas y productos que habitualmente un estadounidense medio puede encontrar en los escaparates de supermercados y tiendas de barrio.

“Uso mucho el humor en mi trabajo, sobre todo con cuestiones que pueden ser muy deprimentes”, explica la autora de esta instalación, para quien, a veces, la gente no quiere mirar las imágenes impactantes de animales atrapados en basura o muriéndose entre los desechos que tiramos diariamente.

Por eso, añade: “Vale, no quieres mirar y no quieres pensar sobre ello, entonces estoy intentado hacer algo muy divertido, que engancha, que es táctil y muy colorido, así simplemente no pasas de imagen y hay una pequeña oportunidad de que estas ideas calen”.

Para Frohardt, el humor relaja a la gente, hace que se sienta cómoda y le bajen las defensas, entonces “puedes sumergirlos en todas tus ideas”, comenta rodeada de productos con cuyos nombres ha hecho todo tipo de juegos de palabras relacionados siempre con la basura y los desechos sólidos.

Pero más allá de los nombres de las obras, muchos productos ofrecen también recomendaciones de uso e incluso recetas como la pasta “Plastic”, que se publicita como “la pasta plástica que realmente sabe a bolsa”.

Sin gluten y hecha con bolsas de plástico puro, se recomienda cocinarla con aceite de oliva virgen y 200 gramos de tapones de botella. Sal y pimienta al gusto.

La artista Robin Frohardt toca una bolsa de plástico mientras explica su exposición, que estará en Times Square hasta el 7 de noviembre / EFE

Su producto favorito: los filetes de salmón de la sección de productos frescos, que hizo con una bolsa que encontró en la basura con un color salmón que “realmente funcionaba”.

MUSEOS DEL FUTURO

La exposición, que incluye una proyección, también ofrece un viaje a un museo imaginario del futuro en el que se recogen productos plásticos de hoy, cuya función no ha sido interpretada correctamente por sus descubridores del mañana.

Se trata de un juego más de la artista sobre el supuesto hallazgo de una botella de plástico con una factura en la que sólo se puede leer “el cliente más valioso”, pero que en el futuro se interpreta como un misterioso mensaje firmado por un importante personaje histórico.

Junto a estos objetos del pasado se encontró una tapa de un vaso de plástico con una pajita, que se interpreta como una brújula, así como el plástico que se usa para juntar seis latas de bebida, que en el museo imaginario se identifica como un “tejido decorativo”.

En este museo, además, se identifican los cepillos de dientes como juguetes de niños, los mecheros como contenedores de agua bendita, los tapones de botella como cubrepezones y las varillas de plástico para remover los cócteles como talismanes usados en el pasado.

CUATRO AÑOS DE TRABAJO

“Concebí la idea entorno a 2012, y entonces empecé a diseñar productos y a preparar el espectáculo, pero digamos que dedicada únicamente a la creación he estado los últimos cuatro años para hacer que esto ocurra”, cuenta.

Su inauguración estaba prevista para el pasado 18 de marzo, pero se canceló después de que las autoridades ordenaran cinco días antes el cierre de todas las actividades artísticas y más tarde de todos los negocios que no fueran esenciales. Estrenada finalmente esta semana, la visita a la exhibición sólo se puede hacer mediante reserva previa y en pequeños grupos de 12 personas, para evitar la propagación del coronavirus.

Tras su finalización, que Frohardt desearía que se prorrogara al menos dos semanas, la exposición viajará por distintos puntos de Estados Unidos.

Confiesa que le gustaría que con su trabajo, la gente haca conciencia sobre la necesidad de reducir el uso de estos materiales, aunque reconoce que el plástico está “tan arraigado en nuestras vidas que es realmente muy difícil, incluso casi un privilegio poder prescindir de él”.

“En última instancia, estas decisiones y lo que va a cambiar las cosas tendrá que venir de los fabricantes, tendrá que provenir de la política, pero creo que avivar la indignación pública por el problema ayudará a impulsarlo”, agrega Frohardt, en cuya tienda el único producto que no es de plástico es la bolsa de la compra

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