Puerto Rico, una semana después de que el huracán María devastara la isla, vive un día a día marcado por la ausencia general de electricidad, las comunicaciones telefónicas en precario, graves problemas de distribución de combustible y una población que lucha diariamente por hacerse con agua y alimentos.
El gobierno liderado por Ricardo Rosselló y las agencias federales de EU que han trasladado a Puerto Rico a cientos de efectivos tratan, en conjunto, de restablecer la situación de un territorio devastado con sectores todavía incomunicados y fuertes lluvias en el área oeste que entorpecen la recuperación.
El director de la Autoridad de la Energía Eléctrica (AEE), Ricardo Ramos, señaló que de momento solo un 4 % de los abonados de la compañía estatal han recuperado el servicio y que la prioridad ahora son los hospitales y acueductos.
Los problemas de agua del territorio estadounidense están relacionados con el colapso de su red eléctrica porque la energía es necesaria para bombear, tratar y filtrar el agua que llega a los hogares.
Con la red eléctrica fuera de servicio, se han necesitado generadores a base de combustible para limpiar e impulsar el agua a donde se necesite. Pero la isla no tiene suficientes generadores para estas funciones, dicen responsables de servicios públicos, en momentos que el combustible también es escaso.
Sólo entre 40 y 45% de los clientes de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) del Gobierno de Puerto Rico tenía agua potable el martes, dijeron funcionarios de la compañía.
El servicio de agua para toda la isla no podrá retomarse hasta que la electricidad no sea restaurada, lo que podría tardar meses.
Mientras, las autoridades agilizan la entrega de botellas de agua y el envío de camiones cisternas por toda la isla, donde crece la desesperación.
Por si fuera poco, en las gasolineras hay filas kilométricas para repostar en las estaciones abiertas, mientras supermercados y comercios van, lentamente, extendiendo sus horarios acercándose a los habituales.
La situación en la capital, San Juan, aunque complicada, es mucho mejor que la que se sufre en las áreas más remotas del interior y montaña, donde, incluso una semana después, hay dificultades de comunicación física y el suministro de víveres y combustible es escaso.
Uno de los principales problemas reside en que la carga marítima que llega a Puerto Rico no puede llegar a los puntos de venta o distribución debido a que no hay camiones suficientes para sacar la mercancía de los muelles.
La falta de combustible repercute además gravemente en la movilidad de las personas y en el funcionamiento general del país, ya que el diesel es fundamental para hacer trabajar las plantas generadoras que mantienen la actividad de restaurantes, negocios, edificios e infraestructuras.
Los distribuidores de alimentos y restaurantes necesitan combustible para que los generadores de energía funcionen, ya que de lo contrario la mercancía se deteriorará y la situación se agravará.
El gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, hizo una llamada desesperada para que los camioneros acudan a los centros de almacenamiento de combustible de las compañías petrolíferas, aunque la respuesta no es fácil dado que las comunicaciones vía telefónica permanecen todavía en una situación precaria.
La ayuda desde Estados Unidos continúa llegando y una brigada de cerca de un centenar de bomberos de Nueva York llegaron a la isla como parte de un grupo de apoyo para la recogida de escombros.
Transcurrida una semana desde el paso del huracán, todavía permanecen más de 10 mil refugiados en los 180 centros habilitados en toda la isla.
||Con información de EFE y Reuters||