PARIS, Francia – Con la masiva expulsión de diplomáticos rusos decidida por Estados Unidos, Canadá y 17 países europeos en solidaridad con Gran Bretaña, los países occidentales enviaron al presidente Vladimir Putin el mensaje de advertencia más enérgico desde que terminó la Guerra Fría: la Organización del Tratado del Atlántico (OTAN) está sólidamente unida y no permitirá que Rusia siga “utilizando métodos de gángsters”, según la gráfica fórmula utilizada por la primera ministra británica Theresa May la semana pasada ante la Cámara de los Comunes.
Los asesinatos de espías en Gran Bretaña y en otros países no son un episodio banal. En política y en derecho internacional esos actos constituyen “una agresión a la soberanía”, recordó ayer el presidente francés Emmanuel Macron. Las actividades de los agentes rusos no son la única razón de la cólera occidental. A ese comportamiento se agregan los cíber ataques, las injerencia e intentos de desestabilización en las elecciones norteamericanas de 2016 y en varios países europeos en 2017, los vuelos agresivos efectuados por la aviación rusa cerca de buques de Estados Unidos, la presencia de submarinos cerca de las costas occidentales o la carrera armamentista emprendida por Putin en los últimos años.
En el primer lugar de ese espeso dossier figuran la guerra expansionista en Georgia, la intervención en Siria, la anexión de Crimea y la estrategia de desestabilización e intentos separatistas desplegados en Ucrania, temas que—contrariamente a lo que piensa el Kremlin—Occidente no olvidó ni perdonó.
Esta nueva escalada traduce con claridad el agotamiento de la paciencia occidental tras el envenenamiento del ex espía Sergei Skripal y serie de 14 asesinatos—aún sin confirmar—atribuidos a los servicios de espionaje de Moscú.
Reafirmar la unidad de la OTAN es un gesto clave después de la política errática desarrollada por Donald Trump desde su llegada al poder con respecto a la alianza occidental. En el último año, Moscú dio la impresión en algunas ocasiones de estar dispuesto a explotar las fisuras que aparecen en la OTAN, en particular debido a la equívoca actitud de Turquía, que el Kremlin se esfuerza en explotar.
Con su mensaje de ayer, los aliados demostraron que el artículo 5 de la Carta de la OTAN conserva su plena vigencia: con la expulsión masiva de diplomáticos—en su mayor parte espías—“le dijimos al gobierno ruso que, cuando ustedes atacan a un amigo, deben asumir las consecuencias”. En la cumbre de la OTAN de Bruselas, en junio pasado, Trump había evitado reafirmar el compromiso de Estados Unidos con ese punto esencial de la doctrina occidental. Pero su gesto de ayer muestra que, a pesar de sus incoherencias, Washington respeta el dogma fundamental que permitió a los aliados ganar la Guerra Fría (1946-1991).
Ese mensaje representa también una forma de señalarle a Putin la imprudencia que significa lanzarse a una nueva confrontación entre bloques. Entre otras razones, una aventura de esa naturaleza podría servir de pretexto a sus enemigos dentro del Kremlin para denunciar los riesgos de su política y cuestionar su permanencia en el poder.