PARÍS. Francia vivió ayer su jornada de reflexión antes de decidir si reelige al centrista Emmanuel Macron en la presidencia o lo cambia por su rival ultraderechista Marine Le Pen, con la cara puesta en los indecisos que aún no definen su voto, una elección crucial seguida de cerca a nivel mundial.
Como hace cinco años, Emmanuel Macron parte como favorito para imponerse en la segunda vuelta de las presidenciales francesas. Pero si su victoria era incuestionable en 2017, el avance de la ultraderechista Marine Le Pen tiñe de cierta incertidumbre en el duelo de las urnas.
Europa se mantiene muy al pendiente, ya que en caso de sorpresa se vería privada de uno de sus principales aliados y viviría la llegada al poder de una euroescéptica al frente de su segunda economía.
El veredicto está en manos de casi 49 millones de franceses al término de la campaña más indiferente, la menos apasionada, la que ha despertado menos interés de los últimos años, lo que augura una cifra de abstención que se codeará con las más altas de la historia.
Los focos estarán puestos en unos comicios que parten con un claro favorito pero no exentos de suspenso.
Aunque todos los sondeos auguran un triunfo de Macron, nunca antes habían situado tan cerca de la victoria a un candidato de la extrema derecha.
En 2002, Jean-Marie Le Pen, el fundador del Frente Nacional, se quedó por debajo de un quinto de los votos con 5.5 millones de sufragios y 15 años después su hija Marine, que lleva años lavándole la cara al partido, superó el tercio de las papeletas y los 10 millones de apoyos.
Si las encuestas no se confunden, este día superará el 40 por ciento y añadirá unos 6 millones de votantes a los de hace cinco años. La heredera de la extrema derecha ha conseguido buena parte de su apuesta, convertir su movimiento en un partido más, limar al máximo los rechazos, redondear los ángulos más molestos y colocarse a las puertas del poder.
Los últimos sondeos se colocaban en los límites del margen de error, al alcance de una sorpresa mayúscula que algunos comparan con la que tuvo lugar en el referéndum del Brexit en el Reino Unido en 2015 o la elección de Donald Trump en Estados Unidos al año siguiente, que según los analistas ambos eventos estuvieron influenciados por el voto de última hora, ya que las cifras de indecisión eran muy elevadas.
Como entonces, ninguna encuesta lo auguraba, pero sucedió, lo que justifica los llamamientos de Macron a evitar el exceso de confianza. Asimismo hizo a los votantes que aún no definían su postura a evitar un nuevo Brexit.
El presidente ha visto como la reelección, que parecía un asunto casi cerrado hace un mes, lo obligó a bajar a la arena electoral y pelearse con todas sus armas.
Cinco años marcados por las protestas de los chalecos amarillos, los rasguños de la pandemia y una inflación azuzada por las consecuencias de la guerra de Ucrania han mitigado sus logros económicos y han dado vida a su rival.
El rechazo a la extrema derecha ha dejado de ser una garantía de éxito porque buena parte del electorado le ha perdido el miedo y los llamamientos de los otros partidos a bloquear su llegada al poder son más tibios que en el pasado.
Enzarzado en el frente diplomático de Ucrania durante la primera vuelta, Macron se benefició del viento en popa de su estatura de estadista para acabar a la cabeza, con el 27.8 por ciento de los votos, más de cuatro puntos de Le Pen.
Amenazado, el presidente bajó a la arena electoral y recorrió pueblos y ciudades con dos mensajes bajo el brazo: por un lado, recordar el verdadero rostro de la ultraderecha, antisemita y pro-rusa. Por otro, lanzar guiños a los casi ocho millones de votantes que apostaron en la primera vuelta por el izquierdista Jean-Luc Mélenchon.
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Para ellos ha suavizado su reforma de las pensiones y ha puesto la ecología en el centro de su proyecto, lo que, según las encuestas le ha permitido convencer a dos de cada cinco.
El mismo cortejo al que les ha sometido Le Pen, autoproclamada portavoz del pueblo, candidata del poder adquisitivo y defensora de las causas de los más desfavorecidos, mensaje que ha calado entre capas bajas de la sociedad.