Veracruz.- María Antonia Ferrer es viuda y recibe una pensión mensual de $2,500, con la que come, viste, paga servicios… y apoya para lo mismo a su hija y sus 2 nietos, pues su yerno se quedó sin trabajo por los recortes que causó la crisis por la pandemia de Covid-19.
La jarocha vive en su casita de madera en corazón del conocido barrio de La Huaca, que es la que ve su esfuerzo diario para salir adelante y vencer adversidades. Ahí es donde, los fines de semana, comen lo que queda de lunes a viernes, “lo hacemos todo junto”, expone.
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A pesar de la situación, la mujer de 63 años no se da por vencida, para completar el gasto y que coma su familia, realiza trabajos de costura para los vecinos, ahora fabrica cubrebocas y vende productos de catálogos.
“Aparte de la pensión hago arreglos de ropa, debido a esta situación de la pandemia lo que he hecho son cubrebocas, aparte hago unos gorros para hospital, que he tenido demanda de los trabajadores del Hospital Regional, tengo una hija que trabaja ahí, le hice y ella es la que le han pedido”, narró.
Al mismo tiempo, ofrece productos por catálogo como maquillajes y artículos para el hogar, que van aportando otros pesos al gasto diario, aunque al igual que los trabajos de costura no representan un ingreso fijo y ahora menos por la contingencia sanitaria.
María Antonia reside en su vivienda de madera de dos pisos, ubicada en uno de los patios del Barrio de la Huaca, en unos 40 metros cuadrados en donde se encuentran sus pertenencias distribuidas de la manera más compacta posible.
En el primer piso se puede observar un solo mueble que es ocupado para ver su televisión por ella y su familia o en su caso recibir a sus visitantes o clientes, en la parte de enfrente se encuentra su máquina de coser y un pequeño ropero de madera donde guarda sus costuras y material de trabajo, al lado se encuentra un sencillo comedor de madera con solo dos sillas, mientras que en la mesa hay un vaso y un plato con frijoles y otros artículos del hogar que por falta de espacio y/o un mueble se ve obligada a restarle espacio.
Con una cortina de tela de color gris, elaborada por la misma doña Antonia, la utiliza como separador de la recámara, cocina, su pequeña alacena de material de concreto y un pequeño patio del recibidor.
Sentada en su comedor, la mujer cuenta que busca la carne más barata en las carnicerías del mercado Hidalgo o Unidad Veracruzana; le da para comprar carne de cerdo y de pollo, ya que son más baratas que la de res.
“Los sábados y domingos comemos los restos de lo que queda de la semana, que si el bistecito, que si la sopita, el fin de semana lo vamos preparando todo junto”, relata sin desánimo.
La pensión que recibe María Antonia cada mes es el equivalente a $83 pesos diarios, lo que significa una cantidad menor al salario mínimo vigente para el 2020, que es de $ 123 pesos.
La mujer indicó que el dinero le alcanza apenas para ir al supermercado para surtir su despensa los primeros días del mes, las siguientes semanas debe de estirarlo para el pago de servicios básicos.
“Es muy poca la pensión en relación con los gastos que hay de casa, cada dos meses hay que pagar unos $700 pesos de gas y luz, mi casa es propia, pero tengo que pagar predial y agua, solo de agua son mil y fracción (…), cada mes se compra lo fuerte, el día 1 o el día 2 del mes hago la despensa en el súper, que aprovecho que llega la quincena”, relató.
Su dieta regularmente incluye verduras que compra todos los días en el mercado Hidalgo o Unidad Veracruzana, dependiendo los ingresos que consigue un día antes; chayotes, calabazas, tomates, cebollas, papas, pepinos, naranjas son los productos que compra con regularidad, por ser los más baratos.
Pese a las carencias, María Antonia asegura que trata de darle a sus nietos una dieta nutritiva, los productos que compra provienen de los mercados populares, que a su vez son cultivados por campesinos de municipios rurales ubicados en la periferia de la ciudad de Veracruz como Medellín de Bravo, Manlio Fabio Altamirano, Alvarado y Soledad de Doblado.
Las carnes que se consiguen en los mercados también provienen de los rastros locales, aunque para adquirir producto más barato en ocasiones los jarochos recurren a carnicerías que venden mercancía refrigerada provenientes de otros estados.
“Entre semana me voy al mercado y compro las bolsas de verdura, no descuidamos esa parte de hacer una alimentación nutritiva”, dijo.
Otros productos como leche, pastas, frijoles o arroz prefiere comprarlos en supermercados de la ciudad, en donde puede acceder a ofertas o productos más baratos.
Aunque en otras ocasiones evita ese gasto, con una despensa mensual que recibe de un programa de gobierno, que le incluye los granos básicos, uno o dos litros de aceite, así como otras mercancías.
Aunque vive en la zona centro, camina varias cuadras para adquirir lo que va comer ese día ella, sus nietos y su hija, lo que le permite ahorrar el dinero del pasaje y economizar un poco más.
La mujer relata que desde joven se empleó en diversos oficios, desde oficinista, hasta repartidora en motocicleta, sin embargo, no pudo jubilarse para tener una pensión propia que fuera mayor a la que recibe, debido a que no contó con seguridad social.
“Yo trabajé muchos años, ya no me pude pensionar porque los últimos trabajos ya no me dieron Seguro Social, ya tengo las semanas, pero para pensionarme necesito reactivar mi seguro, lo malo es que a mi edad, 63 años, ya nadie me da trabajo”.
Pese a todo, María Antonia Ferrer se muestra optimista, porque a diferencia de algunas personas cuenta con un ingreso seguro que, es la pensión que le heredó el padre de sus hijas, pero también es cierto que sabe trabajar para ganarse otros pesos que le ayuden a completar sus gastos y ayudar a su familia.