La fotografía de Karina Quiroz Nolasco permanece protegida en los brazos de Gabriela y José, sus padres, quienes este martes la enterraron. La estudiante de 21 años era la menor de sus hijos, también su orgullo y el ejemplo de sus hermanos, pero fue asesinada el 16 de septiembre y su cuerpo fue hallado el 3 de octubre en un sembradío a menos de 100 metros de su casa en la comunidad Concepción Enyege, municipio de Ixtlahuaca.
Gabriela Nolasco, un día después de dar sepultura a Karina, aún no puede contener el llanto al recordar los 17 días que soportó la ausencia de su hija, sin saber si estaba viva o muerta. Se hizo activista, pegó fotos en toda plaza y calle, de un municipio a otro, gastó una y otra vez su saliva en preguntar y secó sus lágrimas cuantas veces pudo, buscó en los lugares más recónditos, pero al final la noticia le estremeció cuando supo que el cuerpo de su hija había estado todo ese tiempo a menos de 100 metros de su casa.
"Unos vecinos vinieron a tocar la puerta y me dijeron: señora, estábamos midiendo unos terrenos y por ahí tengo entendido que usted anda buscando a su hija; encontramos un cuerpo y creo podría ser ella, yo cuando fui, sin verla, sólo miré su ropa, les dije que sí era mi hija, en ese momento sentí que se me desvaneció el cuerpo", describe Gabriela soltando el llanto, sobre los momentos en que supo del hallazgo de Karina en el terreno de milpas que da hasta una brecha en terracería, y el que la joven estudiante caminaba cada fin de semana cuando regresaba de la escuela.
Las horas de angustia por Karina
El pasado sábado 16 de septiembre, Karina se había levantado temprano, planchó su falda y camisón, lustró bien sus zapatos negros y el saco azul marino de su uniforme, para luego tomar un desayuno ligero y salir del cuarto de la casa donde se quedaba con su madre durante la semana en Toluca, en la casa donde ella hacía servicio doméstico.
Ataviada con su uniforme, tomó camino al desfile por el Día de la Independencia en el que participaría con su escuela frente a la Plaza de los Mártires de Toluca. Las horas siguientes, ya no se supo de ella.
Se despidió de Gabriela, con la frase habitual: "Mamita, ya me voy", recuenta la mujer.
"Ella regresó al cuartito donde nos quedábamos, fue a recoger sus libretas, su bolso, sus cosméticos y todas sus cosas personales que traía, también fue al banco y sacó cincuenta pesos para venirse para acá (al pueblo de la Concepción)", deduce Gabriela sobre las horas previas al homicidio de su hija.
Eran alrededor de las 14:00 horas del día 16 de septiembre, cuando Karina habría tomado camino a Ixtlahuaca, luego abordó un taxi colectivo que la dejó a las afueras de La Conchita. Pero nunca llegaría a su casa.
Gabriela, en su preocupación como madre, al salir de trabajar y observar que su hija no estaba, comenzó con las llamadas al teléfono, pero no hubo respuesta. El teléfono le indicaba ocupado: “Una de las niñas que cuido, me decía, no se desespere doña Gaby, insista; yo marcaba pero siempre escuchaba que el número estaba ocupado”. Siete palabras que Gabriela escuchó repetirse desde el número de su hija las siguientes 24 horas.
"Yo no desconfié de mi hija, porque ella no tenía un horario fijo de llegar, porque carecía de las cosas para hacer su tarea y tenía que ir a un ciber siempre, y yo confiada me dije a mí misma: se quedó a hacer su tarea”, analiza Gaby, aunque en su presentimiento de madre, temía que su hija no estaba con bien.
En su desconocimiento por no saber qué hacer, dejó pasar las horas y es hasta el domingo 17 de septiembre, durante la noche, con ayuda de una profesora de su hija, acude a la Fiscalía Especializada de la Mujer de Toluca, para iniciar una denuncia por la desaparición.
“Llegué al Centro de Justicia para la Mujer y les dije: vengo a denunciar que mi hija ha desaparecido, y me dice el licenciado que me atendió, no se preocupe, probablemente está con el novio; le contesté que no”, reveló del trato que le dieron en la Fiscalía.
Gabriela acudió a la escuela de Karina, ubicada en Zinacantepec, donde pidió datos con sus compañeros. La respuesta fue la misma, que Karinase había ido desde el sábado 16 a Ixtlahuaca.
En la base de taxis que la joven usó para llegar a su pueblo, Gabriela encontró pocas respuestas, sólo alguna esperanza de un chofer que le señaló haberla visto abordar. No hubo más y la angustia creció en los siguientes días.
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