Con las manos en la tierra, Lucho se hizo de unas tres hectáreas de aguacate. No fue fácil, tuvo que enfrentar los peligros del desierto en busca del sueño americano para lograrlo. La inflación y la sequía le pisan los talones, pero su esfuerzo echó raíces desde hace 13 años y ese nadie se lo quita.
Para el migrante oriundo de Duarte, una comunidad de León, Guanajuato, el término "oro verde" no existe. A él le pagan en 40 el kilo de aguacate, mientras en los mercados y tiendas de autoservicio el consumidor es consciente que habrá de desembolsar por los menos uno de cien para conseguir el kilo.
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Para llegar a los sembradíos de José de la Luz, mejor conocido como don Lucho, hay que atravesar el pueblo que busca convertirse en un vecindario de estilo norteamericano. Ahí la mayor parte de sus habitantes trabajan en el "otro lado"; también comparten objetivo con don Lucho: hacer su casita en sus tierras junto al resto de su familia, no importa que sea poco el tiempo que pasan ahí.
"¿Para qué regreso?", se pregunta el agricultor y migrante leonés mientras plática con Organización Editorial Mexicana; inmediatamente se responde, "allá pagan a 15 dólares la hora".
Destaca que si uno trabaja de más de las ocho horas al día llega a cobrar al menos dos mil pesos mexicanos diarios, "eso es imposible aquí para los que trabajamos en el campo", reconoce.
Al fondo, donde el empedrado de la comunidad termina y el polvo nubla el panorama, los camiones extractores de material pétreo tienen aplanado el camino que enmarca las tierras de Lucho. A pesar del constante movimiento, el agricultor sobrevive a los frecuentes atracos de su patrimonio.
"¿Usted cree que la policía va a dar sus vueltas acá tan lejos? Y menos en la noche, es cuando nos roban", dice Lucho.
Los amantes de lo ajeno no son el único obstáculo en la actualidad, el agricultor detalla que hasta antes de la pandemia un bulto de fertilizante salía en unos 600 pesos, en el último año lo compró hasta en mil 300 pesos.
"Ahorita ya bajó, ya está en 900", son las palmaditas en la espalda que se da para encontrar confort en el oficio que más que ganarle le apasiona. Por el tiempo ya dedicado.
Lucho compartió a OEM que tuvieron que pasar 13 años para que la cosecha dejara ganancias. El árbol del aguacate necesita unos dos años de cuidados constantes para dar frutos. También hay que luchar contra las plagas para lograr una buena temporada. Pero la inflación y su repercusión en los precios ahorca a los pequeños y medianos productores como él.
En la última buena cosecha, la del noviembre pasado, Lucho reunió 15 toneladas de aguacate. Ha sido la única que le ha dejado ganancias en sus 13 años como productor de aguacate. Y aunque ahorita ya tiene siete semanas de visita en León, mismas que utilizó para trabajar sus tierras, ya necesita regresarse. El dinero ya se le acabó, apunta, y aquí todavía faltan tres meses para la pizca.
José de la Luz tiene a su esposa e hijos allá en el otro lado, en Stockton, California, ciudad que alberga a la mayoría de los migrantes de Duarte. Allá también están sus 13 nietos, y es que toda su familia tiene papeles para cruzar la frontera cuantas veces sea necesario, pero la verdad es que Lucho es el único que tiene motivos para volver a su tierra hasta tres veces al año.
"Ni modo de no venir, por esto que he trabajado toda mi vida. Si viniendo me roban, ¿imagínese sin venir?", dice preocupado por sus aguacates.
La mirada de Lucho está clavada en sus tierras mientras nos comparte sus secretos como productor del campo. Sus pies, cubiertos con unos tenis tipo Converse con estrellas blancas en un fondo azul, como la bandera de EU y al estilo chicano, nos guían por el sembradío con sistema de aspersión, mecanismo aprendido de los campos del norte.
Aunque la sequía que vive el resto del estado no se siente en Duarte, si su presa llega a ser explotada como planean los empresarios, cosechar se pondrá difícil. Mientras pasa eso, Lucho agradece a la tierra por su fertilidad. Antes de sembrar aguacates, tenía hortalizas.
No existe la unión
En Duarte son unas 10 personas las que tienen hectáreas de sembradíos de aguacate. Por lo mucho se suman unas 30 hectáreas entre todos, pero los propietarios no se conocen. “Lo único que nos une son los robos que sufrimos de nuestro producto”, dice Lucho, que achaca el problema al consumo de drogas que se vive en la comunidad.
“Le hemos pedido ayuda a las autoridades y sí ayudan con apoyos al campo, pero no con seguridad”. Si los productores se unieran para frenar a los malvivientes otra cosa sería, “pero a nadie le interesa meterse en eso”, asegura Lucho.
A Lucho le apasiona el campo, en Stockton siempre ha trabajado bajo el rayo de sol con las manos en la tierra. Cuando era joven se aventaba hasta 14 horas en la pizca, así logró hacerse de dos casas y varias hectáreas de cultivo en Duarte, y actualmente está pagando su casa allá, en el otro lado. “Y es de cuatro cuartos”, dice orgulloso.
“Si nunca me hubiera ido, aquí no tendría nada”, remarca.
El agricultor encuentra su balance en las palabras de los consumidores “dicen que mis aguacates son más ricos que los michoacanos, y eso hace que todo valga la pena, aunque a mí no me lo compren en 100”.
Según especialistas el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania es el factor principal que presiona el precio de aguacate y de los alimentos en general. El aumento de los fertilizantes es el origen del problema.
Publicado originalmente en El Sol de León