En casa de la familia Sil Pérez es impensable una comida sin algún producto de la milpa, hojas verdes, plantas del campo o verduras que encuentra en terrenos de labor y zanjas.
Esa fue la enseñanza que sus padres dejaron a doña María Félix Pérez, señora oriunda de Xaltocan quien, al ayudar desde niña en las labores del campo, aprendió a obtener de la naturaleza diversas bondades culinarias.
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La temporada que va de abril a octubre, cuando los campos son verdes, es de las preferidas para la familia Sil Pérez, pues es el tiempo en el que consiguen muchos alimentos frescos, tantos, que hasta pueden deshidratar algunos y guardarlos para lo que resta del año.
Para ellos, la milpa es el pilar de su alimentación, pero es complementada con otras plantas y hojas como malvas, quintoniles, lengüitas; semillas como el frijol, el trigo, las habas y los ayocotes, y hasta con algunos insectos como los aguates de pasto, chapulines, gusanos de maguey y tecoles (chinicuiles).
Con esos ingredientes prepara unos exquisitos platillos dignos de cualquier restaurante, tales como el chileatole, los tlaxcales, totopos de trigo, quesadillas de huitlacoche o mole prieto (de huitlacoche), chile poposo, habas en caldo, nopales y tlatlapas, entre otros.
Eso son básicos en la mesa de la familia Sil Pérez que acompañan con tortillas, en ocasiones con pan, y cuando tienen la oportunidad de adquirirlo la bebida es un pulque, ya sea natural o curado.
Son pocos los platillos que elabora con algún tipo de carne o pollo, pues insiste que ya no es tan sano como antaño, cuando los animales se criaban en las casa y entonces ese alimento era criollo.
En entrevista, cuenta que en promedio invierten unos 200 pesos al día para que coman los cinco integrantes de la familia: doña María Félix, su esposo, su hija y dos de sus nietas; el dinero lo aportan dos de los habitantes del hogar.
El rito al comer
La familia Sil Pérez abrió –a este Diario- las puertas de su casa. La sopa del día fue de malvas con granos de elote, flor de calabaza y habas verdes; el platillo principal fue mixiote de pollo con nopales acompañados de una ensalada de ayocotes.
En su casa ubicada en la cabecera municipal de Xaltocan, comuna donde se dedican al tallado de piedra, ofrecieron para tomar pulque de curado de tuna y agua de jamaica, y de postre un pay de queso, aunque doña María Félix se disculpó porque en esta ocasión no fue maíz garapiñado o dulce o conserva de alguna fruta.
Como en todas las familias mexicanas, para los Sil Pérez la hora de la comida es un momento único puesto que es cuando se reúnen después de las actividades laborales o escolares.
La señora María Félix Pérez es la encargada todos los días de preparar los alimentos y servirlos alrededor de las 15:30 horas, cuando sus dos nietas regresan de la escuela; ahora que las clases son a distancia el horario es similar.
En su casa todos los días cambian los platillos, siempre habrá una variedad de plantas, hojas y verduras, pero el lugar que cada integrante de la familia ocupa en la mesa no puede modificarse, y en el caso de las nietas ni aunque haya invitados.
Cambios en su alimentación por pandemia
La pandemia por Covid-19 generó diversos cambios en la vida cotidiana de los tlaxcaltecas. En el caso de la familia Sil Pérez también fue así, pero al ser su alimentación a base de plantas, hojas y verduras que obtienen del campo, no tuvieron afectaciones al momento de surtir su despensa, pues además tiene una reserva de habas secas, frijol, ayocote y atún enlatado.
Sin embargo, mencionó que sí bajó su consumo de carne que no podía salir a comprar.
Vendía carpas, pero por la Covid-19, doña Raquel ahora comercia tortillas
Antes de la contingencia epidemiológica, doña Raquel Flores Ruíz y su familia vivían de la engorda de mojarras que vendían en el pueblo de Mazatepec del municipio de Tequexquitla.
En 2004, recibió un apoyo a fondos perdidos de la Secretaría de Fomento Agropecuario, para construir cuatro estanques y un invernadero.
Debido a que ese lugar prevalece el clima frío se requiere de sistemas térmicos para mantener una temperatura arriba de 20 grados Celsius y cultivar este recurso pesquero.
Con un curso intensivo a cargo del biólogo Aldo Leal Hernández, rápidamente aprendió el arte de sembrar y pescar con atarraya.
Entonces, de lo que obtenía de las ventas compraba alimento, vendía por kilo y cada ciclo, ingresaba nuevas crías a sus estanques. Y tenía despensa que complementaba con elotes, nopales, frijol, maíz, haba y tequexquite que cosechaba en el campo.
Sin embargo, con la pandemia del nuevo coronavirus su vida cambió y el centro acuícola quebró.
No tuvo ventas y el dinero no le alcanzaba para comprar alimento envasado para sus cardúmenes. "Mis nietos no tenían qué comer así que se las preparaba fritas y en caldo hasta que se acabaron", recuerda.
Mazatepec, el pueblo más pobre
La historia de la familia Camacho Flores, originaria de Mazatepeco, comunidad de Tequexquitla, (considerado uno de los municipios más pobres de la entidad), que cambió por la Covid-19 es similar a la de miles de tlaxcaltecas.
Para doña Raquel no había otra alternativa que cambiar de autoempleo y llevar el sustento al hogar.
Así que, cada amanecer se levanta para moler nixtamal, hacer tortillas y venderlas para mantener a sus nietos.
Ella es la jefa del hogar integrado por seis personas; su esposo José Camacho siembra maíz y recolecta quiotes de maguey, pero ahora está enfermo de diabetes.
De hecho, antes de la nueva normalidad cumple 150 días viviendo de la venta de tortillas.
Y en el negocio que renta en mil pesos, pide a sus clientes que guarden el distanciamiento social.
Comenta que en esa región se expandió la enfermedad viral dejando muerte, entre ella, la de Juan Camacho Toriz, exalcalde de Tequexquitla y su hermano.
"Mis nietos me alientan, son mi motor y mis ganas de vivir, de salir adelante en esta pandemia", expresa.
Doña Raquel y su familia viven en uno de los municipios con más rezago social a nivel estatal, de hecho fue incluido en programas de asistencia de la Cruzada Nacional contra el Hambre.
De los 60 municipios que integran la demografía estatal, Tequexquitla se ubica entre los tres últimos con mayor rezago educativo en mayores de 15 años.
No obstante, este municipio comienza a prosperar con las autoridades locales en turno; hay obras de pavimentación y les acaban de suministrar agua potable.
De hecho, no tienen varios servicios como alumbrado público y en el nuevo sexenio, tampoco están incorporados a programas que les prometió el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Como les suspendieron el subsidio de leche Liconsa por irregularidades financieras del Comité, acude dos días a la semana hasta la cabecera por cuatro litros del alimento líquido.
"Esta enfermedad nos ahorcó, ahora la mayoría prepara tortillas en su casa, bajaron mucho las ventas", refiere.
No obstante, dice que "mis nietos no saben si hay dinero o no y mi hija se fue a trabajar hacia el sur de México y no sabemos de ella desde diciembre, me dejó a los niños".
La mujer de 58 años es agradecida a Dios porque su nieta le hace menos pesada su cruz, ella ayuda en la tortillería y atiende a sus hermanos.
"Mi nieta está estudiando, pero ya me ayuda en las ventas y hace tortillas que le inflan bonito", apunta.
Sólo dos comidas al día
En la casa de la familia Camacho López viven al día. Doña Raquel y su nieta Alondra de 17 años se solidarizan, pero como ha comenzado el ciclo escolar, no pierde clases a través del zoom como alumna de tercer año en el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Tlaxcala.
En la alacena no hay despensa, unas cebollas secas, aceite comestible y pan trasnochado de dulce y sal es todo lo que se ve al interior del horno de la estufa de gas.
El representante de este Diario fue invitado a compartir alimentos en la mesa de la familia. Por la mañana, los tres niños menores de cinco años, tomaron leche con pan rezagado. Por la tarde, el menú del día fue de huevos con jamón, agua de guayaba y dulce de pera.
"Los niños iban a comer caldo de pollo pero veo que está salado, hay que echarle más agua y que hierva nuevamente", explica.
La veterana percibe 150 pesos al día en la tortilla, pero de ahí tiene que invertir en la compra de maíz, cal, energía eléctrica, gas lp y la mensualidad de la renta.
"Se trabaja para la renta, se vende poco y a domicilio, tan solo en esta calle ya hay cinco tortillerías", comenta.
A la jefa del hogar se le nota cansada y pensativa, pero su semblante cambia cuando escucha a sus nietos que le piden de comer al llegar a su casa.
Mientras, Alondra, la estudiante de preparatoria -antes de tomar clases en forma virtual- expresa a Organización Editorial Mexicana. "Quiero terminar una carrera para ayudar a mi abuela, se preocupa mucho porque no hay dinero, pronto la quitaré de trabajar".
Con información de Tomás Baños | El Sol de Tlaxcala