TIJUANA. Apenas se oculta el sol, el sacerdote Jorge Echegollén sube de la iglesia al platón de una camioneta para recorrer hospitales en la ciudad fronteriza de Tijuana, donde ora por los pacientes que batallan contra el virus SARS-CoV-2.
"Vamos a pedirle al señor que nos acompañe y nos libre a todos nosotros de contagiarnos para gloria de Dios", expresa el párroco de 51 años, arrodillado en el centro religioso, antes de partir.
Los feligreses de la parroquia San Miguel Arcángel lo despiden con aplausos, pero también con mucha inquietud.
"Le pido a Dios que nos lo proteja ¡Cuídese, padre!", le dice Olivia García, de 70 años, quien por más de cuatro años asiste al templo y ahora sigue por la plataforma de Facebook las misas y las correrías que Echegollén realiza dos veces por semana.
Con sotana blanca, chaqueta, cubrebocas, careta y una gorra que cubre su cabeza, el sacerdote lleva en sus desplazamientos la custodia eucarística, con la que bendice a transeúntes y otras personas que esperan noticias sobre sus familiares frente a los hospitales Covid-19.
¡Bendice señor a todos los enfermos de este hospital! ¡Dales fuerza, señor, te lo pedimos!", exclama el párroco en la oscuridad desde el vehículo que le prestó un fiel, mientras mueve el Santísimo Sacramento de derecha a izquierda.
Con 120 millones de habitantes, México registra ya más de 230 mil contagios y más de 29 mil muertos por Covid-19.
VALE LA PENA
Sin quitarse la mascarilla y esforzando la voz para hacerse escuchar, el cura llama a los parientes para bendecirlos también a ellos con agua y darles aliento.
"Nos dijo que nos da mucha fortaleza, mucha fuerza", cuenta al borde del llanto Juana Amaya, quien tiene un familiar internado en graves condiciones.
Echegollén cumple así una misión que el arzobispo de Tijuana, Francisco Moreno, les encargó a una decena de sacerdotes de la ciudad, duramente golpeada por el crimen organizado, al que se atribuye la mayoría de los dos mil 100 homicidios registrados durante 2019.
"Lo veo esencial porque a la gente le anima mucho, sobre todo la gente muy religiosa. Si alguien está ahí (...), se alegra y eso para mí vale la pena", dice. El sacerdote cuenta que a veces le gritan: "pida por fulano de tal, que está acá adentro muy mal", y entonces ora por esa persona en la misa. Pero durante los recorridos también hay personas que critican su labor.
Al principio "alguien nos dijo así como: '¡pónganse a trabajar!'", recuerda.
Aunque satisfecho con su labor, el padre Echegollén echa de menos dar misa con la feligresía, confinada por la cuarentena del coronavirus. "Ha sido difícil", afirma mientras señala el centenar de fotos de sus ovejas que pegó en el espaldar de las bancas de la iglesia.
BENDICIÓN DESDE EL CIELO
En Los Mochis, Sinaloa, la prohibición de las misas no detuvo las bendiciones, pues un padre de la localidad se subió a una avioneta para esparcir agua bendita sobre la población y los hospitales para atender a pacientes con coronavirus.
El padre rezó por la mejora las personas con la enfermedad, así como por el bienestar del personal de salud. "¡Únete en oración, recibe sus bendiciones con agua bendita!", con esta frase la iglesia invitó a la ciudadanía a recibir el agua bendita durante el recorrido de la avioneta.
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