Sinaloa.- Para Feliciana Garay Oronia, los programas que emprende el gobierno federal “para los que menos tienen” no han tocado todavía a su puerta; al contrario, en los últimos dos años ha visto cómo los pocos apoyos que recibía se han reducido y sobre las promesas que en campaña se dieron, responde como su abuelo decía, entre risas: “Nomás nos prometieron los bueyes y la carreta, y no nos dieron nada”.
Cuenta con 71 años de edad, tiene 3 hijos y 5 hijas, 32 nietos y 11 bisnietos, vive en el poblado de La Concha, Escuinapa, Sinaloa, en los límites con el estado de Nayarit, con su hija menor Briseida, quien es madre soltera con hijos gemelos, Israel y Esaú, de 10 años.
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Además, Feliciana apoya a otra de sus hijas, quien quedó viuda y tuvo que emigrar a la ciudad de Mazatlán en busca de empleo, dejándole a su nieta, Laurita, una niña de 8 años de edad.
El único dinero que ingresa a la casa es el de Briseida, quien trabaja en una tienda de autoservicio en la misma comunidad, por el que percibe mil 015 pesos a la semana, más el apoyo para adultos mayores de los 70 y más, que cobran cada 4 meses.
Antes, les llegaban los apoyos del programa de inclusión social llamado Prospera que consistía en una canasta básica de 400 pesos por mes y una ayuda de 500 pesos por cada niño, sin contar el apoyo para adultos mayores.
Feliciana comenta que de vez en cuando sus hijos le envían algo de dinero para apoyarlas, pero que ni así les alcanza, incluso, señaló que dejó de hacer panes y tamales para vender, pues tuvo que gastar “el puntero” por un adeudo que acumularon, al no pagar la luz eléctrica durante varios meses.
Su hija Briseida tuvo que firmar un convenio de pago para ir abonando el rezago de más de 5 mil pesos, del cual todavía deben más de 2 mil.
“La luz nos está llegando mucho, desde que entró ahora el nuevo Presidente, que iban a pagar menos, pues, no, es igual o peor, nosotros no sabemos cuánto nos llega, porque en ese retraso que hubo, nos llegó una vez 800 y feria, pero de ahí se fueron de 500 a 600, aumentando, y nosotros nunca pagamos un recibo de 200 o 300, siempre los pagamos bien altos”, expresó.
Comentó que por las altas tarifas que llegaban, la gente ya no pagó como protesta, pero recientemente les llegó una notificación que si no pagaban se las iban a cortar la luz, y tuvieron que conveniar.
“Pagamos de 500 y feria o a como puede mi hija, por eso nos la hemos pasado bien ‘atrasadas’, ahorita ni he podido hacer tamales porque se me acabó ‘el puntero’ y no he podido trabajar, y luego me puse un poquito mala, ahorita ya ando cayéndome y levantando, pero ahí ando”, apuntó.
Todo esto se ha ido sumando, al grado que la alacena se mantiene prácticamente vacía la mayor parte de la semana, y el menú no pasa de una lista muy reducida: huevos con frijol por la mañana; a mediodía, nopales con frijol, y en la cena, café o leche con galletas. Si alguno se queda con hambre, vuelve a comer frijol con tortilla de lo que quedó de mediodía.
Feliciana señala que el día que les llega la despensa por parte del DIF, casi se vuelve una fecha festiva, ya que los nietos ese día comen atún, cereal con leche, avena y sopa con verduras.
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Dieta a base de frijol
Feliciana tiene más de dos años que dejó de cocinar en estufa, ahora lo hace en su hornilla de ladrillo y tierra que tiene en su comedor bajo un tejabán de lámina, la leña le cuesta de mil 100 a mil 200 pesos la carga, con eso elabora los alimentos para comer y también para hacer tamales para la venta.
Cuando bien le va, hace de 2 a 3 veces por semana tamales de elote, pollo o camarón, entre 50 y 60 piezas, no todo se le vende, pero nada se pierde, porque también de ahí comen.
Y si de tortillas se trata, prefiere las hechas a mano, ya que en la tortillería les venden a 20 pesos el kilogramo que no es de kilo, mientras que ella adquiere la harina de maíz en la tienda Diconsa a 120 pesos los 20 kilos, que le rinden para hacer tortillas las 3 comidas del día por cada bolsa.
“Desayunamos huevos con frijoles, a mediodía igual, frijoles, a veces con nopales, y en la cena, café o leche con galletas; el que quiere más comida, pues come frijoles también de los de mediodía”, indicó.
Mientras tenga fuerza y salud, asegura, no se quedará con las manos cruzadas, a lo que le teme es tener una recaída, porque entonces sí, con la situación en que viven y la falta de apoyos, sería como ponerles el pie encima.
Recientemente tuvo problemas de la vesícula biliar, que con un tratamiento y una dieta rigurosa salió adelante, el año pasado fue operada de una hernia que la dejó en cama por dos semanas, y actualmente, sufre de una lastimadura en la cadera que le viene desde hace mucho tiempo, pero que ahora con la edad, resurgió.
“Mientras Dios nos preste vida y salud, seguiremos luchando, aunque sea para malcomer, no nos queda de otra, con este gobierno que promete y promete y no cumple, por eso digo como mi abuelo: nomás nos prometieron los bueyes y la carreta, y no nos dieron nada”, concluyó.