Durango.- Este 2020 las lluvias arreciaron en Durango y a finales del mes de julio, en la capital del estado provocaron severas inundaciones en por lo menos 40 colonias. En una de éstas, la Ampliación San Juan -ubicada al norte de la ciudad-, vive la señora Librada Soto Corral y su familia, cuya vivienda fue invadida por la fuerte corriente del agua que no les dio oportunidad de reaccionar.
A dos meses del acontecimiento, la familia nos recibió en una pequeña casa conformada por dos cuartos y el baño, todos hechos de madera, láminas, hule y cartón; un espacio que pese a la precariedad se mantiene limpio y organizado.
▶️ Mantente informado en nuestro canal de Google Noticias
Librada nos recibe con una sonrisa cálida, mientras una de sus hijas entra para avisarle que han llegado las tortillas y los frijoles, alimentos que pese a las peores circunstancias en las que se encuentren, nunca faltan en la mesa ya que el dueño de la tortillería le fía la mercancía.
“Esto es todo lo que tenemos”, nos dice mientras abre un refrigerador semivacío que pudo rescatar luego de las inundaciones y nos muestra un recipiente que aún contiene restos de la bebida que hicieron un día anterior, además de frijoles negros que guarda en el congelador para que no se nos echen a perder, saca dos bolsas de plástico. “Vienen aquí unas personas que nos dan lonches, son pan blanco con jamón”, nos cuenta.
Y es que desde la inundación que sufrieron, cada ocho días un grupo de personas se organiza para llevarles despensas y alimentos preparados, por eso en su improvisada alacena, que a la vez sirve para guardar los trastes limpios, tienen varios paquetes de harina de trigo y maíz con los que prepara pan de rancho y las tradicionales gorditas de cocedor que vende entre sus vecinos para tener un dinero extra.
Librada tiene cinco hijos, pero solo tres viven con ella, sus hijas Yazmín y Yorlet de 16 y ocho años, entran y salen del cuarto donde hay el espacio apenas suficiente para la cocina, comedor y las camas donde duermen junto con una ahijada, que vive con ellos desde que murió su mamá. También está su hijo Sergio, además de su nuera y dos nietos pequeños.
José Martín Herrera, el papá de sus hijos, trabaja como velador, donde el sueldo puede variar entre 500 y 800 pesos semanales, mientras que su hijo, quien no ha encontrado un trabajo estable, sale a vender semillas, fruta o flores en los cruceros, actividad por la que recibe apenas 100 pesos diarios. “A veces se van con él mi hija, mi nuera y mi ahijada, y pues ya cada uno trae sus 100 pesitos”.
Preocupada, comenta que no la han pasado bien, pues hay días en los que les dejan de repartir las despensas y el horno de la estufa ya no funciona, por lo que no ha podido hornear el pan para salir a vender. En el rostro se observa impotencia al no poder hacer más por su familia. “Cuando nos traen la despensa pues de perdido comemos sopa y frijoles, pero cuando no, tenemos que ir a la tienda y ahí todo es muy caro, en tres cosas ya son 100 pesos”.
La angustia se le escucha en la voz, pues con 800 pesos a la semana, deben comer nueve de familia y la venta en los cruceros nunca es segura. “Cuando tenemos un dinero de sobra, los fines de semana a veces nos alcanza para comprar un poco de carne”.
Este fue uno de esos días, así que a la mesa se sentó a comer la familia completa, en esta ocasión el kilo de carne molida que prepararon con chile, tiene un costo aproximado de entre 50 y 90 pesos; además de sopa caldosa cuyo costo varía entre los 4 y 8 pesos el paquete. El kilogramo de tomate y cebolla está por arriba de los 20 pesos; aunado a las tortillas con un costo de 14 pesos el kilo, la familia de Librada llega a gastar entre 100 y 150 pesos en la comida únicamente.
“En el desayuno comemos lo normal, huevo ($22.50 aproximadamente), frijoles y tortillas” y durante la cena, a veces comen lo que sobra de la comida o algún antojo que se pueda cocinar con lo que tienen a la mano. “A veces hacemos taquitos de frijoles guisados”, dice.
La familia de Librada forma parte de las cerca de 41 mil personas que viven en pobreza alimentaria, esto de acuerdo con las últimas estadísticas de la Secretaría del Bienestar del Estado (Sebised), a la que también se suma la carencia de una vivienda digna, falta de servicios básicos y de estudio, pues solo una de sus hijas asiste a la escuela.