Tampico, Tams.- Aún sin pandemia, para casi 122 mil tamaulipecos llevar comida a la mesa es una tarea por más difícil ya que forman parte del 3.3% de la población de Tamaulipas que aún viven en condiciones de pobreza extrema.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) una persona se encuentra en situación de pobreza extrema cuando presenta tres o más carencias sociales y no tiene un ingreso suficiente para adquirir una canasta alimentaria.
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Es el municipio de San Nicolás, con una población de apenas mil 44 habitantes, según el último censo, la región con mayor pobreza en la entidad.
El Coneval informó en el 2018 que 16. 7% de la población tamaulipeca aún tiene problemas de acceso a la alimentación por lo que la administración estatal panista de Francisco García Cabeza de Vaca se fijó la meta de reducir la pobreza alimentaria en 30% mediante la apertura de comedores comunitarios.
Actualmente Tamaulipas tiene 153 comedores distribuidos en 42 municipios de la entidad, donde diariamente se entregan platillos a 5 mil 860 personas.
Una comida por ocho pesos, o menos
La responsable de los comedores comunitarios del sistema DIF en Tampico, Sandra Sánchez, explicó que ante la contingencia sanitaria por la pandemia del Covid-19 las personas que viven o trabajan en las calles se quedaron sin dinero para pagar la cuota simbólica de 8 pesos que se les requiere.
“Se incrementaron las donaciones, mucha gente no tenía cómo pagar, regularmente cobramos 8 pesos, una cuota de recuperación, los platillos ni remotamente cuestan 8 pesos, tratamos de que tengan proteína, pollo, carne, pescado cuando se puede”, dijo.
Los insumos son aportados por el DIF estatal, mientras que los gatos de personal y operación los absorbe el DIF municipal por lo que los 8 pesos servían para complementar algunas verduras.
“Nadie se va sin su alimento, hay quienes pagan sus 8 pesos, quienes no tienen se les hace un vale y hay quienes nos ofrecían 3 pesos, se los aceptamos y se llevan su platillo”, apuntó.
Señaló que en estos comedores que dan servicio a personas que viven en la calle, migrantes, madres solteras o personas de la tercera edad que se han quedado solos tuvieron que hacer modificaciones en su forma de trabajar por pandemia.
“Ya no entraron aquí al comedor y se adecuaron las puertas para que estuvieran recibiendo por la venta y no dejarlos sin el apoyo, se da desayuno y comida de lunes a viernes”, apuntó.
“En la mañana puede ser chilaquiles con frijol, queso, crema, huevos o avena, su agua de sabor, pan de soya y leche de soya. A medio día puede ser picadillo, albóndigas, siempre con verduras, sopa y agua de frutas, tenemos gente que viene de Tamaulipas, Veracruz o flotantes”, sostuvo la entrevistada a El Sol de Tampico.
“Hay que hacer milagros para comer”
Arroz con papas, frijoles y huevos cocidos es el menú de Lucía y Margarito, una pareja de la tercera edad que vive en el Puerto de Tampico y que ahora enfrentan una crisis económica que los tiene encerrados y con el temor de que, otra vez, la comida se acabe.
Este matrimonio conformado por Lucia García Rodríguez de 68 años de edad y Margarito Bautista Hernández de 76, dice no recordar haber vivido una situación en que con 2 mil 250 pesos, pensión bimestral otorgada por el gobierno federal, tuvieran que comprar comida, pagar servicios y medicinas extras.
“Le digo a Diosito, 'no te pido millones Señor, dame salud y trabajo, ya con eso yo me despacho yo solita; con que haya trabajo porque estamos de a tiro amolados' ”, relató serena Lucía a El Sol de Tampico.
Se vive al día, “con mil y pico tenemos que vivir un mes, hacer milagros, por ejemplo, a la sopa hay que echarle una papita para que rinda, frijoles con más agua para que alcance”, agregó la mujer que al entrar a la cocina prácticamente tiene que hacer ‘milagros´”.
La mujer que pese a la situación ocasionalmente sonríe y hace algunas bromas, explicó que desde que comenzaron las restricciones por la contingencia sanitaria para frenar contagios del Covid-19 no ha vuelto a trabajar en la limpieza del camarón, mientras que a su marido los problemas generados por la diabetes que padece terminaron por alejarlo de los andamios y las paredes, ya que laboraba como albañil.
“Ya me da miedo ir a la tienda; fui a comprar 2 kilos de tomate, kilo y medio de papa, unos ajos fueron 80 pesos en esas 3 cositas. No alcanza, un kilogramo de carne cuesta como 150 pesos y pollo pues habría que comprar del más barato, del congelado, del que ni deja sabor”, dijo la ama de casa que reconoció tener miedo al salir en la calle pues sabe que el Covid-19 que tan sólo en Tampico 5 mil 118 personas se han contagiado y 375 perdieron la batalla contra el virus.
Sentada en una mecedora y desde su impecable pero sencilla cocina donde lo único que contrasta es una pantalla plana, platicó que tiene 4 hijos, 3 hombres y una mujer, a quienes no quiere molestar con sus problemas.
“Ellos tienen más necesidad, ellos que tienen familia hay que entenderlos, ni modo de exigirles. A mi no me gusta ser una carga y para mis hijos, menos, por eso trabajo y así me la paso y cuando no hay, nada más nos quedamos viendo”, aseguró.
En estos meses de contingencia ha habido ocasiones en que se ha quedado sin gas, así que cocina con fuego en el patio de su casa, ubicada en la colonia Morelos un popular sector de Tampico, al sur de Tamaulipas.
“Ahí sí, lo único que pido es que no llueva. Ya no sé qué hacer, ni a la calle puedo salir, aquí estamos esperando a ver cuándo, nunca la habíamos pasado tan mal, yo antes estaba joven y trabajaba, ahora por la edad por más que no quiera uno, uno se cansa”, reiteró la mujer que casi lleva a las siete décadas.
Lucía cree que de no haberse presentado esta epidemia, ella ya hubiera comprado unos 10 o 12 pollos para irlos alimentando y tenerlos listos para las fiestas decembrinas.
“O come uno o comen los pollos, ahorita no puedo hacerlo, estamos al día y así vamos. Se nos acabó el ahorro, uno se enferma, los nervios se ponen mal, nos pegó una gripa bien fuerte que nos duró un mes”, recordó.
¿Qué se les antojaría comer?, se le preguntó a la mujer pero Margarito hizo a un lado su plato con comida para romper su silencio.
“Un pollito rostizado, está canijo, hay que aguantar hasta que Diosito diga, está difícil, cuándo nos damos cuenta ya se acabó el gas, llega el recibo del agua, de la luz, imagínense”, lamentó el hombre de casi 80 años y con pocas esperanzas de poder regresar a laborar como albañil.
Con información de Mariela Macay